La muerte no es el problema, el problema es la vida sin calidad Estamos amenazados de vida.

Con tres heridas vengo... 

Ángel de luz
Ángel de luz Alejandro Fernández Barrajón

Estamos en un tiempo propicio para abordar el tema de la muerte y de la resurrección. Nos acompaña el tiempo Pascual. Una guerra en Ucrania no mantiene en vilo y la muerte se pasea abundante por los noticiarios mientras contemplamos bombardeos en directo. Un solo hombre, bien protegido y con la posibilidad de tocar el botón nuclear, tiene firme al resto de la comunidad internacional, que sabe que es un genocidio, pero no cómo pararle los pies. ¡Estamos en manos de un solo hombre con rasgos patológicos y narcisistas preocupantes! Realmente no es fácil creer en la resurrección de los cuerpos muertos a cientos y tirados en las calles de Jarkov o de Kiev. No es fácil.

 Pero no estamos hablando de lógica humana sino de amor divino. No estamos hablando de una palabra que se lleva el viento sino de la misma palabra de Cristo que perdona, una y otra vez, en todo el Evangelio pare decirnos que la vida tiene la última palabra, que Él es el camino la resurrección y la vida y todo el que crea en Él aunque haya muerto vivirá. ¿Estamos en condiciones de perdonar al tirano invasor? ¿Hemos de perdonar esta masacre?

  Parece que morirse no es muy difícil; lo que pasa es que no sabemos cómo hacerlo bien, no tenemos experiencia, no hay método para seguir. Y cuando nos llega parece que nos morimos de mala manera, sin elegancia, como quien no quiere la cosa. Lo difícil no es morir; lo difícil es vivir con calidad, con hondura, con gracia, con elegancia interior.  La muerte, al fin y al cabo es un solo instante; la vida son muchos pasos, unos bien dados y otros auténticos traspiés.

  Tenemos un camino que recorrer, primero por aquí y luego por allá. Tal vez algún día podremos decir como el poeta Miguel Hernández:

Vengo con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.

Con tres heridas yo:

la de la vida,

la de la muerte,

la del amor.

Con tres heridas viene:

La de la vida

La del amor

La de la muerte.

 La primera herida, gozosa, pero herida, al fin y al cabo, es la de la vida. Nacemos llorando y no siempre conseguimos un proyecto feliz. La vida es una aventura apasionante y muy bella pero, a veces, la rodeamos de alambradas y espinas, de egoísmos y racanería hasta hacerla palidecer. La amenazamos con abortos, eutanasias y  bombas de destrucción masiva hasta expulsarla a los refugios antiaéreos. La vida es la primera puerta que Dios nos abre para que podamos acceder a las otras puertas del poeta, a la del amor y a la de la muerte.

La segunda herida es la del amor. Por amor venimos a la vida y sólo desde el amor llenamos la vida de sentido. Un amor que duele porque necesita entrega y sacrificio, Nadie como la madre lo sabe. Pero un amor que nos hace saborear exquisitas mieles de gozo y de felicidad. Donde hay amor todo se ilumina. La experiencia cristiana más impresionante que podemos sentir es la de Cristo amándonos hasta el extremo, hasta dar la vida. Sólo porque hemos sido abundantemente amados podemos sobrellevar el temporal de ser hombres y mujeres. La fe cristiana no es otra cosa que un amor grande puesto a prueba. Amor a Dios, a los hombres y mujeres, a la naturaleza, al cosmos, a la vida, un amor que pretende no tener límite como el de Dios. Un amor que se expresa a gritos en la resurrección, en la Pascua.

La tercera herida del poeta es la muerte. Estamos muriendo todos los días un poco, en forma de años, de canas, de arrugas, de enfermedad, de guerras y terrorismos y, sobre todo, de pecado. Porque la señal de muerte más evidente es el pecado. Cuando optamos por el mal y por el sinsentido la vida se convierte en una muerte anunciada. La muerte nos va cogiendo por la cintura cada día que pasa y acabamos dándole una importancia desmesurada, que no tiene. La muerte es sólo un requisito. La vida se lleva todos los honores.

 Martín Descalzo decía:

Morir sólo es morir. Morir se acaba.

Morir es una hoguera fugitiva.

Es cruzar una puerta a la deriva

Y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;

Ver el amor sin enigmas ni espejos;

Descansar de vivir en la ternura;

Tener la paz, la luz, la casa juntas

Y hallar, dejando los dolores lejos

La noche-luz tras tanta noche oscura.

 Pues bien, quedémonos en Pascua con este mensaje lleno de esperanza que rezuma de la palabra viva de Cristo. ¡Somos para la vida!

Estamos llenos de vida por todas partes, rodeados, acosados, invadidos, amenazados. Ahora y siempre por los siglos de los siglos.

Primavera florida del año 2022, quédate en forma de paz y vida con nosotros.

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