El coronavirus de la fe

-Reflexiones para una cuaresma actualizada-

EL CORONAVIRUS DE LA FE

 El Coronavirus de la fe pertenece a la familia  de los escépticos y los tibios. Sus diferentes tipos provocan muchas actitudes de abandono y de crítica negativa que solo buscan la autojustificación pero nunca la verdad. En España, en este momento, está provocando una verdadera pandemia. Más de 200.000 personas abandonan la iglesia cada daño sin pretensiones de volver otra vez. Los síntomas más frecuentes van desde una vivencia de la fe puramente sociológica hasta un abandono total con rango de deserción. La neumonía del coronavirus de  la fe se va  manifestando en falta de bodas, de bautizos y de sacramentos  sin Dios, hasta límites asombrosos.

Lo más importante es que estos efectos se pueden tratar, según dicen los técnicos,  de una manera bastante eficaz si se ponen los medios adecuados. Pero no hay muchos especialistas responsables  que estén dispuestos a iniciar un periodo de discernimiento suficientemente serio como para abordar estas cuestiones de manera decisiva. Y la epidemia se extiende por doquier. Parece evidente que el origen de este virus está en la falta de higiene evangélica, ante la cual muchos responsables solo recomiendan lavarse las manos, que es lo que ellos hacen y hacemos todos cada día más. Pero no podemos dejar de pensar en la gravedad que supone esta pandemia espiritual. Es un virus  tan presente en cristianos de a pie como en pastores acomodados. Un síntoma que no es fácil eliminar con los tratamientos hasta  ahora existentes.

En los últimos tiempos se han descrito algunos brotes importantes que son causa de los coronavirus de la fe:

-El clericalismo  que el papa ha señalado con insistencia en los últimos tiempos. Este virus penetra en los tejidos de las comunidades cristianas y las va dejando sin los anticuerpos del protagonismo laical , sobre todo femenino, con escasez de vitaminas espirituales y escasas iniciativas creativas y atractivas  hasta convertirlas en comunidades cristianas sociológicas , aburridas y sin mordiente evangélico.

Así lo dice el papa: “El clericalismo es, a mi juicio el peor mal que puede tener hoy la iglesia” (Entrevista a El País, enero de 2017)

-El “trepismo”.  Un virus muy antiguo en la iglesia, que busca el poder a toda costa y destruye la capa más débil del cuerpo de las comunidades que es la fraternidad. Lo ha dicho el papa de manera muy explícita: “¡Y en la Iglesia hay trepadores! Hay tantos que usan a la Iglesia para ello, pero si esto te gusta, te vas al norte y haces alpinismo. ¡Es más sano! Pero no vengas a la Iglesia a trepar. Jesús reprocha a estos trepadores que buscan el poder”.

-La murmuración.  También el  papa Francisco ha sido muy explícito  a la hora de describir este virus eclesial y social. No hay murmuración inocente. La lengua, es para alabar a Dios, pero cuando  la usamos para hablar mal del hermano o de la hermana, la usamos para matar a Dios, la imagen de Dios en el hermano”.

-La grandeza y el poder. Este virus se llama así porque  tiene forma de corona. Algo que todavía abunda en la iglesia y en la mentalidad  de  algunos  pastores, amigos de oropeles y palacios episcopales.  El papa se va a santa Marta como signo de renuncia al lujo y búsqueda de la humidad franciscana, pero muchos obispos no dejan sus palacios ni con calzador. Incluso hay quienes han invertido fuertes sumas para ennoblecerlos más o preparar sus retiros en la seguridad de un buen ático o un buen palacete.

Esto afirma el papa: “La definición del obispo es ‘administrador de Dios’, no de bienes, de poder, de las cordadas, no: de Dios. Siempre tiene que corregirse a sí mismo y preguntarse: ‘¿Yo soy un administrador de Dios o soy un hombre de negocios?’. El obispo es administrador de Dios. Debe ser irreprensible.”

Evidentemente hay muchas más causas del coronavirus de la fe pero basten éstos como ejemplo de por dónde ha de centrarse la investigación para buscar la vacuna más adecuada, que bien podía denominarse Evangelina.

Es verdad que aún  no sabemos del todo el origen de este virus eclesial pero sí aseguramos que estos males son auténticos reservorios.

Síntomas:

  • - Abundante secrección de vulgaridad.
  • - Fatiga fuerte para las cosas de Dios .
  • - Cansancio para trabajar por la justicia
  • - Dolor escaso de los pecados
  • - Malestar general en el cuerpo de la comunidad.
  • - Fiebre y no del Espíritu
  • - Escalofríos ante el compromiso cristiano.

Hasta la fecha no se dispone de una vacuna eficaz pero aseguran los técnicos que se cura fácilmente con una cuaresma sincera, un corazón de carne y unas gotas diarias de Bienaventuranzas.

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