En plena Pandemia, Siempre en actitud de espera deseada La esperanza es hoy. Domingo I de Adviento

No podemos confiarnos cuando estamos en constante peligro y riesgo

La escalera de la esperanza
La escalera de la esperanza Alejandro Fernández Barrajón
(Alfredo Quintero Campoy - Alejandro Fdez. Barrajón)

 El evangelio de este domingo primero de adviento nos invita a hacer algunas consideraciones importantes :

 Estar siempre en actitud de espera deseada, teniendo todo en orden como corresponde a los dones, talentos y encomiendas recibidas.

No se permite el descuido irresponsable de quienes pueden pensar que no pasa nada , dejemos esto ahí a la deriva y hagamos esto otro que no pasará nada ( esto es ser insensato ). El evangelio nos invita a no engañarnos con estos pensamientos y actitudes irresponsables. El ladrón, el diablo , siempre está al acecho , viendo el oportuno descuido para robar lo que quizá ha costado esfuerzo, lucha , fatiga y sacrificio . No podemos confiarnos cuando estamos en constante peligro y riesgo. Hay que orar, hay que perseverar en el bien que debemos hacer con ímpetu , hasta el final , sin bajar la guardia . Cómo Moisés a quien Aarón sostenía sus brazos levantados para que la guerra combatida por los hijos de Israel se fuera convirtiendo en una victoria . No se obtiene la victoria más que en la lucha vigilante.

Hay que custodiar: Somos llamados a custodiar lo que se nos ha confiado. Dar seguridad y protección para conservar lo recibido  para entregar buenas cuentas, como corresponde. Se custodia cuando se ama, cuando uno siente como propio lo que se confía . Es muy difícil custodiar y proteger cuando no sentimos amor a lo que se nos ha dado y confiado. El Amor en este sentido nos mueve en el ámbito de la pertenencia Valga como ejemplo: Una madre que ha concebido a su hijo, lo lleva en su seno y siente en el misterio de amor que envuelve a esa creatura, que ahí, en su seno, se gesta la vida empujada por un amor desbordado, sin límites y lo siente con una gran esperanza y aquel bebé está protegido en aquel seno materno que lo custodia, evitando cualquier cosa que ponga en riesgo lo amado hasta que llegue el momento de su nacimiento. Así con amor debemos custodiar y proteger lo que se nos confía. ¡Cuánto fruto se obtiene cuando se cuida bien!

Hacer lo que nos corresponde  Si hemos recibido tareas, talentos confiados, entonces debemos ocuparnos como corresponde . Hay quienes no se ocupan en lo que les corresponde y andan distraídos en otras cosas que los alejan de su centro. ¡Cuánto sufren estas personas! Porque siempre se les escapa la oportunidad para crecer y transcender. Quien no está donde debe estar y hacer lo que debe hacer, es a quien se le escapa una oportunidad tras otra y no transciende. Hay muchos que viven lamentándose porque no trascendieron y porque al final en sus vidas no entendieron que estuvieron donde no tenían que estar, haciendo y viviendo lo que no debían. Podemos decir que estas personas son las del tiempo y las oportunidades perdidas.

En la vida tenemos un rol y un lugar. Cada uno debe descubrir ese rol y ese lugar, porque es ahí donde más se desarrolla y madura la persona. Cuando estamos en el lugar equivocado y en el tiempo equivocado, no crecemos ni nos desarrollamos.

Por lo tanto, hay que estar atentos en el rol y lugar que nos corresponde en la vida, custodiemos con amor lo que se nos ha confiado para que trascendamos y seamos plenos. Que al final de nuestras vidas podamos decir: Todo lo he hecho bien, como me lo pidieron y cómo mejor fui capaz de hacerlo, a eso se le llama satisfacción y plenitud: Ahora,Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz ... . Nuestro Señor Jesús así lo expresa : No se me ha perdido ni uno de los que me has confiado, solo el hijo de perdición ( Judas Iscariote). Seamos responsables con alegría desbordada de lo que ha sido puesto en nuestras manos.

El tiempo parece la cárcel de la vida porque todo lo desgasta y nadie puede detenerlo. Pero no es verdad; el tiempo es la sede de la gracia, de la esperanza, la oportunidad para que algo nuevo pueda brotar en nosotros y nos convoque a la fiesta. Gracias al tiempo podemos vivir y amar, buscar y encontrar aquello que buscamos.

 Una religiosa contemporánea ha escrito:

 “Esperar es dejarte poseer por las ganas de luchar,

de vivir y de soñar,

esperar es sembrar en cada surco simientes de eternidad

y saber que la cosecha alguien la recogerá,

esperar es dejarte poseer, aquí, por la eternidad”

Vamos a esperar con la Iglesia al Señor que viene, que está viniendo todos los días en la Palabra, en la Eucaristía, en la fraternidad. Vamos a esperar pero no de brazos cruzados sino encendiendo nuestro ardor, dispuestos a crecer por dentro, cultivándonos espiritualmente para que la Navidad no nos coja desprevenidos o despistados en medio de tantas compras, villancicos y luces de colores y al final olvidemos que es Navidad porque Él viene; sólo porque Él viene. Él viene en medio de la Pandemia, del dolor y de la muerte de tantos hermanos nuestros, en el sentido y en medio del sinsentido, en la noche blanca del hospital y en la esperanza de tantos que luchan para vencer esta enfermedad. Porque el Espíritu de Dios no abandona nunca a su Pueblo.

Mirad cómo lo dice Tagore:

ÉL VIENE, VIENE SIEMPRE

¿No oíste sus pasos silenciosos?

El viene, viene, viene siempre.

En cada instante y en cada edad,

todos los días y todas las noches,

él viene, viene, viene siempre.

He cantado muchas canciones y de mil maneras;

pero siempre decían sus notas:

"El viene, viene, viene siempre".

En los días fragantes del soleado abril,

por la vereda del bosque,

él viene, viene, viene siempre.

En la oscura angustia lluviosa de las noches de julio,

sobre el carro atronador de las nubes,

él viene, viene, viene siempre.

De pena en pena mía,

son sus pasos los que oprimen mi corazón,

y el dorado roce de sus pies es lo que hace brillar mi alegría.

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