¿Por qué no llenamos los bancos  de alimentos con nuestra solidaridad? Ante la fiesta cercana del CORPUS

Cáritas, parábola del compartir

"Tres jueves hay en el año que deslumbran más que el sol: Jueves  Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión". Este refrán tan fuertemente arraigado en la conciencia de nuestro pueblo es un signo de la importancia que tiene la fiesta del Corpus Christi para la iglesia, para todo el pueblo creyente. En muchos pueblos y ciudades de la geografía española, el Cuerpo de Cristo, en su custodia, sale procesionalmente a bendecir nuestras calles y nuestros campos, en una fiesta de color y de fe que ha dejado honda memoria en el corazón de todos los creyentes.

En realidad el pueblo cristiano ha sabido captar la importancia y la belleza de este misterio de amor que supone la presencia real de Cristo, el Señor, en la eucaristía, en un trozo de pan bendecido y en un poco de vino consagrado.

No es un capricho de la iglesia, no es una elaboración de la comunidad cristiana, no es una hermosa costumbre surgida en el devenir de los siglos. Es un deseo del mismo Jesús; es un sacramento que nos viene directamente de Él: “Tomad, esto es mi cuerpo; tomad, esta es mi sangre. Haced esto en memoria mía.”

Por eso la iglesia cada vez que se acerca a este misterio se arrodilla de emoción y de temblor porque descubre que está ante el mismo Señor, ante el mismo Jesús. Es el gran tesoro de la iglesia. “Es más bueno que el pan”, decimos cuando queremos resaltar la bondad de algo o de alguien. Porque el pan es el símbolo de la vida. El pan representa la seguridad y la dicha de saber que teniendo pan tenemos lo más importante para vivir.

Jesucristo es el mismo pan que nos da la vida. Él es quien puede calmar esta hambre profunda que los seres humanos tenemos y que no puede saciarse con el pan de trigo.

Hay un hambre profunda de felicidad, de justicia, de belleza, de paz, de cariño, en todos los seres humanos. Pues bien, Jesucristo es el pan, cuajado de vida, que es capaz de satisfacer esas necesidades tan profundas del corazón humano.

Y comiendo de este pan, celebramos la entrega del hijo de Dios, por nosotros, por amor, para que tengamos vida y vida abundante. La eucaristía es el sacrifico de Cristo en la cruz para rescatarnos a todos del poder del pecado y de la muerte.

Por eso, en la eucaristía celebramos también nuestros deseos de entrega, nuestro compromiso de solidaridad con todos, siguiendo el ejemplo del maestro

 Corpus Christi, día de solidaridad; Eucaristía celebración del compromiso cristiano.  Es el día de Cáritas. Tenemos el peligro de creer que la fiesta del Corpus es sólo colorido y belleza. No podemos olvidar que es, sobre todo, fiesta del amor y de la entrega.

La calidad de nuestra fe, de nuestra adoración a la eucaristía, se demuestra después en nuestra conciencia social y solidaria; en nuestra preocupación por los más pobres, por los que han tenido menos suerte que nosotros.

 La mejor manera de amar a Dios, a quien no vemos, es amando a nuestros hermanos más necesitados a quien vemos. La vida no nos sonríe a todos por igual. La situación dramática de tantos refugiados e inmigrantes procedentes de la guerra de Ucrania, tantas personas inmigrantes, lejos de su tierra y de sus hogares, es para nosotros, en este día de Corpus, y debe serlo siempre, una llamada a la solidaridad cristiana.

Ahora que los bancos de alimentos se están vaciado por la crisis y la alta inflación y han crecido tanto las necesidades de las familias más vulnerables que van a pedir alimentos, los cristianos tenemos que llenar de sentido la fiesta del Corpus y llenar  esos bancos de  alimentos con  nuestra solidaridad.

Esto es Corpus, comunión, común unión entre nosotros y con todos.

Adoremos con devoción este misterio y vivamos esta fiesta con la certeza de que Dios se ha acercado tantos a nosotros, que vive entre nosotros, en el pan que bendecimos y compartimos, cada día, en cada eucaristía, y en el pan que repartimos con los más pobres de nuestro mundo.

Poema a Cristo hostia. (De Fray Luis de León)

Si pan es lo que vemos, ¿cómo dura,

sin que, comiendo de él, se nos acabe?

Si Dios, ¿cómo en el gusto a pan nos sabe?

¿Cómo de sólo pan tiene figura?

Si pan, ¿cómo le adora la criatura?

Si Dios, ¿cómo en tan chico espacio cabe?

Si pan, ¿cómo por ciencia no se sabe?

Si Dios, ¿cómo le come su hechura?

Si pan, ¿cómo nos harta siendo poco?

Si Dios, ¿cómo puede ser repartido?

Si pan, ¿cómo en el alma hace tanto?

Si Dios, ¿cómo le miro y le toco?

Si pan, ¿cómo del cielo ha descendido?

Si Dios, ¿cómo no muero yo de espanto?

SONETO DE JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ NIETO ¿Y María? No está, se la presiente pudorosa como una primavera. Se la nota en el gesto, en la manera de Jesús al partir el pan reciente. Sí, sí que está, junto a la cruz, valiente, en pie, rota por dentro pero entera. Madre consoladora y enfermera que ante el dolor ¡qué poco se la siente! Que sabiéndole harina de su harina pan de su pan y amor de sus amores. María siempre está junto al sagrario. Porque es la luz que todo lo ilumina, el bálsamo de todos los dolores la Madre que reparte el pan diario.

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