¿Un derecho o un asesinato? Algo huele mal en esto del aborto

No es un tema religioso, es un tema humano.


Es sorprendente cómo se manipula el lenguaje para intentar que traguemos como un derecho lo que es un asesinato, se mire como se mire. Se le llama interrupción del embarazo. Casi hasta suena como una obra de caridad.
Si quieren que lo miremos desde el ámbito de la ciencia a la que tantos acuden para que sea infalible, la conclusión es bien sencilla, de párvulos, la ciencia dice que hay vida humana desde el primer momento de la concepción. Ningún científico dice lo contrario. Entonces la conclusión es bien sencilla y lógica, interrumpir un embarazo es cargarse una vida que ha comenzado su itinerario. Este tema no es un tema religioso, es un tema humano.
Si lo miramos desde el punto de vista de la madre, ninguna mujer quiere hacerlo si no es forzada por situaciones adversas o por gente cercana que se lo exige, como sus parejas. Nunca es una solución es siempre un drama terrible para el feto, ya vivo, y para la mujer que lo lleva a cabo. Una de las confesiones más dramáticas que he escuchado en mis cuarenta años de sacerdote ha sido la de una mujer acusándose de asesinar a su hijo en medio de un llanto dramático.
Si lo miramos desde el punto de vista social es la apuesta más suicida de cuantas hay. Una sociedad envejecida como la nuestra que tiene miedo de no poder asegurar su futuro por falta de renuevo e inversión evidente de la pirámide de natalidad y aprueba matar a sus niños como un derecho. Es pura incoherencia. Algo así como si Herodes siguiera acampando por nuestras tierras del siglo XXI.
Desde el punto de vista de los médicos también hay algo que decir: han hecho el juramento hipocrático para defender siempre la vida en cualquier situación y eso explica, con lógica, que muchos, la mayoría se declaren objetores de conciencia. No pueden matar contra sus conciencias, que es algo sagrado y reconocido en todas las Constituciones del mundo y en los códigos de Derechos Humanos por mucho que les moleste a algunos. La inclusión de este crimen como un derecho en la Constitución francesa es el principio de un holocausto intolerable del que se avergonzarán las futuras generaciones. En el país de la igualdad, la libertad y la fraternidad. Increíble paradoja. No ha sido, estoy seguro, por motivos científicos sino electorales. Lo que lo hace más indigno todavía. Esto no es algo progresista como nos quiere hace ver. Es muy, pero que muy retrógrado, atacar a nuestra propia especie. El aborto podrá ser declarado legal en algunos países pero no dejará nunca de ser inhumano y cruel. Que es cruel no tiene ninguna duda si sabemos, que muchos no lo saben, ni quieren que se sepa, cómo se practican los abortos, siempre con muchos intereses económicos detrás.
Hay dos maneras, esencialmente de hacer un aborto:
1) Con medicamentos, hasta las 11 semanas, que provocan cólicos y sangrado hasta que el tejido del feto salga del útero, envenenado y expulsado como algo extraño. Se utilizan medicamentos como el Misoprostol.
2) Con una intervención directa por parte de un médico o enfermera, que con instrumentos quirúrgicos van extrayendo el feto del útero a trozos hasta que ha salido todo. ¡Una carnicería humana!
El drama del aborto se acentúa si la mujer lo hace por no sentirse apoyada, por falta de recursos económicos o por fracasos emocionales. Un problema humano no puede arreglarse con otro peor.
En fin, no es fácil ponerse en el lugar de una mujer que ha decidido abortar. Eso es verdad. Nunca puede juzgarse desde fuera esta situación pero sí hay que plantear las cosas desde el ámbito científico y valorar las posibles consecuencias para que no haya más mujeres víctimas sufrientes, de por vida, de sus propias decisiones. Y al pan, pan y al vino, vino y al aborto, asesinato. Jamás un derecho aunque lo diga la Constitución Francesa o la de Sebastopol. ¡No y no! Estamos aquí porque nuestra madre, bendita ella, no quiso abortarnos. Y esto hay que valorarlo. yo lo valoro muchísimo. La vida me parece maravillosa, aunque no todo haya sido un camino de rosas. 

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