Un respeto para la cruz El lenguaje de la cruz del Valle de los Caídos

La cruz, todas las cruces, tiene un lenguaje claro para quien sepa qué es el lenguaje simbólico.

Cuentan que cuando don Enrique Tierno Galván, inolvidable socialista histórico, tomó posesión de su despacho como alcalde de Madrid, alguien de los ujieres le dijo que si retiraba la cruz que, tradicionalmente, había presidido la mesa de los alcaldes. Y don Enrique le dijo que no era necesario porque la cruz era símbolo de paz, amor y reconciliación. Y, efectivamente, allí se quedó.

Después vinieron los ministros socialistas y no socialistas, que han ido jurando sus cargos y han preferido prometer, en vez de jurar, sin la cruz ni los Evangelios. Y han hecho bien porque muy pocos, por no decir ninguno, han cumplido lo que prometieron entonces. Mejor prometer para no cumplir que jurar ante los santos evangelios para incumplir solemnemente.

Sin duda, la cruz, en la historia de la humanidad, ha dicho muchas cosas a las gentes y ha sido un símbolo de fidelidad y de entrega admirable. Podíamos narrar cientos de escenas ante la cruz de hombres que prefirieron perder la vida antes que renunciar a su fe. Solo un ejemplo: Pedro, el apóstol, cabeza de la iglesia por deseo de Jesús, exigió que le crucificaran boca abajo porque no se sentía digno de morir en la cruz del mismo modo que su maestro.  Pero quizás es aún más impresionante y significativa la crucifixión de los 26 mártires de Japón, con historias increíbles de fe, en el año 1597 en Nagasaki, a los que canonizó el Papa Pío IX.  La cruz en el mundo cristiano es el símbolo de la entrega y del triunfo de Cristo sobre la muerte. Nada más y nada menos. Y allí donde la cultura cristiana se ha ido extendiendo –en toda Europa y gran parte de América- se han levantado cruces de todo tipo como recuerdo de un acontecimiento transcendente. Tierno Galván lo sabía porque era un hombre culto, y quiso que la cruz quedara en su despacho como signo de coherencia y amor por la humanidad.  Después llegaron otros, que no entendieron el lenguaje metafórico y simbólico o que estaban cegados por la ideología, y han despreciado la cruz de manera ignominiosa. Se han producido batallas estériles con las cruces de los caminos, las plazas y las iglesias, como si arrebatar una cruz supusiera un triunfo sobre los creyentes o, peor aún, sobre opciones políticas distintas. Nos falta la cultura del símbolo y del lenguaje metafórico. Una cruz no es ideología, ni siquiera la del Valle de los Caídos, que no tiene culpa alguna de que alguien la construyera allí y la convirtiera, por cierto, en la cruz más grande de Europa. En algo destacamos los españoles, no solo en paro juvenil y en muertos por la Pandemia. Pero esto no les interesa a algunos, cegados por las ideologías y cuando ven una cruz, sacan decretos-ley “ad casum”, si hace falta, sin pasar por el Parlamento, para cargarse una cruz y se quedan tan felices. ¡Hasta qué punto puede llegar el fanatismo y la pobreza humana y cultural de algunos hombres¡ Y es que para ser políticos se exige menos formación que se le pide a un barrendero. Y así nos va.

Con la disculpa penosa de la Ley de Memoria Histórica se van destruyendo cruces de nuestro patrimonio cultural, artístico y religioso, como si esas cruces produjeran a algunos indigestiones dolorosas y molestos gases intestinales. Comenzaron con la cruz del Vall de Uxó, en Castellón, después la de Cuevas del Becerro, le siguió la de Ondarroa y más tarde la de Callosa del Segura, contra la voluntad de la mayoría de los vecinos que hicieron guardia en torno a su cruz para que no la destruyeran. El alcalde tuvo que enviar un dispositivo policial sin precedentes para enfrentarse a los vecinos y destruir la cruz. Parece de película. Y lo celebró cuando lo consiguió desde su poder.  ¡Bravo¡ Si hubiera puesto el mismo empeño en luchar contra el paro asfixiante de la comarca, otro gallo cantaría. Desde ese día parece que ya puede evacuar con normalidad y no tiene gases molestos.

Al menos se cuenta con más de una veintena de famosas cruces en España: algunas muy bellas, como el crucero de Hío, la cruz de Hierro en León, camino de Santiago, la de Término, en Albacete, la de los Montcada, la de Ayora, Kurtzio, Cullera, Luchente, Rubalcaba… y así otras muchas muy valiosas por su dimensión cultural o histórica que recogen  la esencia espiritual de un pueblo.

Ahora le toca el turno a la cruz más grande de Europa, la del Valle de los Caídos, que tiene la mala suerte de haber sido construida en tiempo de una dictadura y eso ya la deslegitima como obra artística, aunque atraiga cada año a miles de visitantes que acuden allí, no para recordar a un dictador (De eso ya se encarga el gobierno con sus leyes ideológicas) sino para disfrutar de una obra de arte espectacular y grandiosa que, además, deja unos buenos ingresos al Patrimonio Nacional.

Todas las cruces tienen un legado simbólico, cultural y religioso que debiéramos respetar, solo por tolerancia. Pero la cruz, a diferencia de otros símbolos, provoca náuseas y escalofríos a quienes han hecho de la política una ideología de enfrentamiento, en lugar de concordia. No consigo entender qué puede molestarles una cruz tan bella como la de Cuelgamuros y, mucho menos aún, que allí vivan unos monjes dedicados al trabajo y a la oración por nosotros. Nadie como ellos ha rezado por la concordia y la paz de España. Eso molesta.

¡Por favor, dejen en paz nuestra cruces, no sea que los españoles de bien lleguemos a pensar que ustedes, políticos, son nuestra mayor cruz y en las próximas elecciones los mandemos a vivir de nuestro presupuesto, que eso les gusta,  pero ya como ex y no como dirigentes ciegos que no conocen el lenguaje simbólico y metafórico porque sus notas en Lengua Española, la lengua vehicular de España, mal que les pese, no fueron ejemplares.

¡Dejen en paz la cruz del valle de los Caídos porque es una cruz de todos los españoles, de nuestro patrimonio,  y ustedes, partidistas, no tienen derecho a destruirla o a resinigficarla! ¿Resignificar una cruz? Hagan consultas al pueblo, que hay muy buenas empresas demoscópicas -no me refiero al CIS- claro, para hacerlo y verán cuál es la voluntad de los españoles. Si es que la voluntad de los españoles les interesa algo.

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