Hacia una iglesia en salida El liderazgo de don Carlos Aguiar Retes, cardenal y testigo

 "Necesitamos más testigos que maestros"

  Los tiempos que vivimos no son los más alentadores en el tema de la propagación de la fe. La cadena de transmisión, que ha funcionado de manera automática, de padres a hijos, durante siglos en las sociedades ampliamente cristianas, está fallando de manera alarmante en los últimos tiempos, por muchos motivos, ampliamente difundidos en los análisis que los teólogos y los pensadores cristianos están haciendo en la actualidad. Y una de las razones que aparecen es, sin duda, la falta de  buenos líderes en la iglesia. Una ausencia de líderes que, en buena medida, suple el magisterio del papa Francisco que ha llegado a tocar las fibras más humanas del pueblo de Dios en un momento en que se está alejando de la fe de una manera insólita. Hoy se habla de la “Pastoral de las canas y de los bancos vacíos” para subrayar esta triste realidad que vive nuestra iglesia. Una comunidad cristiana envejecida y alejada, como una hemorragia que no encuentra el torniquete apropiado. Y no siempre nos preguntamos con fuerza la razón de esta situación de abandono y dejadez que atravesamos. Es evidente que necesitamos cuestionarnos y adentrarnos en el desierto de la conversión. Si no descubrimos la etiología de la enfermedad muy difícilmente vamos a encontrar los remedios adecuados.

Los gestos humanos del papa Francisco han llegado a cuestionar a muchos en su fe e incluso han hecho posible que algunos alejados vuelvan de nuevo a la comunidad. Recuerdo el caso de un hombre que se confesaba conmigo y me decía que hacía muchos años desde su última confesión. Y después de conversar, le preguntaba por qué volvía a confesarse después de tantos años de lejanía del sacramento, su respuesta fue clara: “Porque el papa Francisco, con su humanidad, ha vuelto a cuestionar mi manera de vivir y mi fe. Y deseo recuperar la vivencia de mi fe cristiana.”

 Es evidente que un buen líder es capaz de suscitar entusiasmo y deseos de pertenencia. Lo hemos dicho los psicólogos hace muchos años. Y el papa Francisco está siendo un líder positivo y atractivo para muchos.

No abundan sin embargo los líderes, tipo Francisco, que huelen a oveja y destacan por su humanidad. Abundan, más bien, los pastores clericales al máximo, trepas indiscutibles, mediocres que el pueblo fácilmente adivina por mucho que se disfracen de espiritualidad. Lobos con piel de cordero.

 Pablo VI, de feliz memoria, ya había dicho que “Ha pasado el tiempo de los maestros, está llegando el momento de los testigos”. Un magnífico análisis para el tiempo presente.

En esta situación quiero presentaros el liderazgo de un testigo, que no deja de ser un maestro, para evitar que quede recluido en  el celemín de la humildad o, lo que es peor, silenciado desde instancias interesadas en poner palos en las ruedas a un tipo de iglesia que quiere avanzar hacia la transparencia y la sinodalidad que no todos comparten. Se trata de monseñor Carlos Aguiar Retes, arzobispo de México, que ha jugado un papel decisivo en el diálogo que ha de cultivarse con las autoridades civiles en estos tiempos de Pandemia, donde tanto se juega la sociedad en lo que se refiere a la salud. Su actitud dialogante y cercana le ha llevado a tomar decisiones muy drásticas, pero necesarias,  de acuerdo con las autoridades, y no entendidas por todos, a la hora de cerrar la Basílica de Guadalupe en la fiesta principal de México.  El cardenal Don Carlos, con motivo de la crisis del Coronavirus y el cierre de la basílica de Guadalupe, ha demostrado sobradamente la consistencia de su liderazgo a juzgar por los objetivos conseguidos y reconocidos por una inmensa mayoría:

-La valentía para cerrar la Basílica en un momento en que  los fieles reclaman con insistencia poder acercarse a la virgen y en un acontecimiento que atrae  millones de peregrinos cada año.

-Haber actuado en diálogo y coordinación con las autoridades civiles de México y siempre en equipo con sus más fieles colaboradores.

.Conseguir que la celebración mariana de la fiesta de Guadalupe no quedara suspendida del todo sino que se trasladara a las casas y al ámbito familiar, de manera que cada hogar fuera un santuario para la virgen donde cada mexicano pudiera honrar a su madre y patrona con la misma devoción que en su basílica.

-La amplia difusión lograda en las redes sociales y Medios de Comunicación para que el acontecimiento guadalupano, tan arraigado,  no quedara deslucido este año por la Pandemia.

-El compromiso permanente del señor cardenal en la Defensa de la vida desde su origen hasta su ocaso natural.

-El respaldo que tiene de la Conferencia Episcopal de México, de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, así como la sintonía con sus obispos auxiliares, con su presbiterio, con los consagrados, que le ha facilitado poder llevar a cabo muchas actividades pastorales que han logrado un gran eco, dentro y fuera de México, sin poner en riesgo en ningún momento la salud de los fieles. Ha sido especialmente significativa la “Procesión virtual” de la Guadalupana. Una fiesta singular, por primera vez, con la Basílica y los templos vacíos, pero con los hogares llenos de fe y de devoción en la virgen de Guadalupe.

Pasada la fiesta de la virgen de Guadalupe los Medios hacen balance de los resultados y, en general, destacan la gran coordinación llevada a cabo por la iglesia, el liderazgo del cardenal de México, la gran capacidad de la iglesia para organizar eventos de gran tamaño y la constatación de que la fe del pueblo mexicano, lejos de ser un fanatismo, es una fe madura y generosa, dispuesta a afrontar sacrificios cuando lo exige la ocasión y lo piden sus pastores.

¡Enhorabuena, don Carlos; siga siendo testigo!

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