Lo mejor que nos ha traído el coronavirus

- El "tsunami" de solidaridad que nos sorprende-

Siempre he creído que el ser humano es, esencialmente, bueno.  Cuando actúa con maldad lo hace presionado por múltiples circunstancias que no siempre comprendemos ni conocemos.

Entre las cifras espeluznantes de muertos y de contagios diarios por el "Coronavirus" en España, están saliendo a la luz actitudes de bondad y solidaridad a las que no estábamos acostumbrados. Y se agradecen mucho.

 Cada día, la gente se emociona con gestos que creíamos desterrados de nuestra convivencia y la Pandemia los está rescatando para la luz. Muchos conventos de clausura, de los que no sabíamos nada, ahora abren sus puertas para que veamos que han cambiado su obrador para hacer, con urgencia, mascarillas y batas para los sanitarios que atienden a nuestros enfermos. Estamos viendo a monjas mayores, con muy poca vista, concentradas en coser las mascarillas. Todo un ejemplo de servicio. Las monjas clarisas de Vitoria han regalado todas sus existencias de dulces elaborados por ellas en su obrador, a los médicos, enfermeros y personal sanitario del hospital de Txagorritxu.

 Muchas empresas cambian su producción para adaptarse a las necesidades más urgentes de la población. Producen mascarillas, respiradores, batas, cuando antes producían cartón o tejidos…Las gentes se asoman a las ventanas, cada tarde, a aplaudir a  nuestros sanitarios desbordados por el trabajo en los hospitales, hacinados de enfermos. Los sanitarios aplauden a los policías y éstos le devuelven el aplauso por su labor tan valiosa e imprescindible en estos momentos. Todos nos necesitamos.

En las carreteras están apareciendo bufetes gratis para nuestros camioneros que abastecen nuestros comercios para que la vida pueda seguir. Surgen ONGs que pretenden acercar a la gente que está sola para ayudarlos y llevar su palabra y un gesto de solidaridad y apoyo. Aparecen teléfonos de apoyo psicológico para los que están solos. Los vecinos se conocen más ahora porque se prestan ayuda y se interesan más  los unos por los otros.

Se multiplica las oraciones, las redes sociales están llenas de mensajes positivos de apoyo y de fe que nos invitan a la esperanza. Hay un verdadero "tsunami" de solidaridad y de apoyo de unos para con los otros.

 Hay también una iglesia samaritana que asoma por todos los recodos del camino de la vida. Mi amiga Pilar Roselló, abogada y soprano en Mallorca, sale todos los días a su balcón para cantar y dar esperanza y ánimo a sus vecinos. El papa Francisco reivindica una “Teología de las lágrimas”. Sor Lucía Caram nos invita, para ser más fuertes, a  promocionar una nueva Pandemia: la del compromiso y la solidaridad.

Y así están surgiendo, por todos los lugares, invitaciones y propuestas que nos humanizan y nos hacen sentirnos orgullosos de ser personas solidarias. Se difuminan las normales diferencias y crecen los sentimientos de unidad y de perdón. Nos hacemos falta.

Religión Digital pide a sus muchos lectores propuestas para hacer más llevadero este momento tan difícil para todos.

Adela Cortina, la prestigiosa filósofa y catedrática de Ética, nos anima a sacar nuestras reservas éticas y morales para enfrentarnos al virus de manera que nadie quede sufriendo por el camino.

Porque  éste es el tiempo en el que nos preguntamos dónde está Dios, por qué nos ha abandonado como a su hijo en la cruz. Éste el tiempo para abrazarnos a la cruz y poder hacer nuestro el misterio de la Redención humana que pasa por la cruz de la enfermedad y la muerte de tantos de nuestros seres queridos. Éste es el tiempo de los campos de concentración del pasado y de los inmigrante que cruzan en pateras en el presente, sea en el Mediterráneo, en las fronteras de Grecia, del muro de Tijuana en México en busca de un vida mejor.

Hay muchas pandemias a lo largo de la vida del ser humano, tal vez la peor de todas ellas sea la del desamor que trae consigo la injusticia y la muerte. Ninguna pandemia peor que la deshumanización en nuestros corazones y en nuestra sociedad. Ojalá el "Coromavirus" nos ayude a darnos cuenta de ello.

Si nos ha llegado una pandemia de virus perniciosos hagamos creer otra pandemia de amor que alivie y cure nuestra debilidad y contrarreste tanto sufrimiento.

Lo peor de todo es la manera como nuestros políticos están gestionando este asunto.  Ellos son el peor virus de todos. Ni siquiera oyendo a Jesús: “Salid fuera” como le gritó a Lázaro van a hace caso.  Y solo si salen de su prepotencia y dejan la gestión en manos de técnicos y científicos de reconocida trayectoria y profesionalidad vamos a llegar al Domingo de Resurrección. España no se merece los políticos que tiene. Esos sí que son una epidemia añadida. Necesitamos encontrar un antídoto contra ellos, cuanto antes.

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