La mujer en la iglesia

- Un tema recurrente y necesario -

“En estos tiempos de lucha por los derechos e igualdad de la mujer, donde la sociedad está tan sensibilizada acerca de la falta de derechos que la mujer tiene con respecto al hombre, delitos de género, desigualdad en los salarios haciendo el mismo trabajo… el papel de bajo perfil que la mujer tienen en la iglesia llama poderosamente la atención. En muchos lugares su misión se reduce a los trabajos de cuidados de la iglesia, limpieza, catequesis, animación litúrgica y poco más. Y esto crea una mentalidad acerca de la iglesia como una institución poco evolucionada, del pasado, que genera rechazos instintivos, sobre todo entre los más jóvenes, que ya ven la igualdad de la mujer como algo muy natural y normal.”

 ( Alejandro Fernández Barrajón. “¿Fe, Quo Vadis? Nueva Economía Social. Madrid 2020)

Es verdad que el papa Francisco está rompiendo muchos moldes a este respecto y, de hecho, es una mujer, Francesca Di Giovanni, abogada de 67 años, quien ocupa el puesto de subsecretaria de la sección para las relaciones con los Estados en la santa Sede. Nunca una mujer había ocupado una responsabilidad  de esta importancia. Pero esto es solo simbólico, por el momento, a pesar de ser muy importante porque indica hacia dónde nos encaminamos irremediablemente.

En realidad, mirando al conjunto de la iglesia, la mujer ni está ni se la espera por el momento, y eso que solo las religiosas son el setenta y cinco por ciento del conjunto de los consagrados. No está considerada ni valorada en su justa medida a pesar de que es ella quien mantiene realmente el caminar del pueblo de Dios. Y en gran parte es por el excesivo y deleznable clericalismo que aun nos acompaña. Muchos sacerdotes cuentan con las mujeres pero como criadas, empleadas sin salario, mujeres de  limpieza a las que no pagan porque lo hacen por amor a  Dios y por servicio a los sacerdotes, que se aprovechan de la santidad estas señoras.  No quiero generalizar, sería injusto. Y no hablo en teoría, conozco casos concretos que me escandalizan como ser humano. Los sacerdotes deberíamos ser los primeros en dar ejemplo de justicia social y  no siempre los somos.

Si es evidente que, para Dios, hombre y mujer somos iguales, resulta extraño que en la iglesia no lo seamos todavía. En este tema nos estamos quedando muy lejos, como siempre,  de las iglesias hermanas por las que rezamos en la “Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos” pero a las que escuchamos muy poco; en el fondo porque seguimos con la mentalidad de que son ellos los equivocados y los que tienen que volver a nosotros. La idea más contraproducente contra la unidad. Recuerdo con especial admiración y gratitud cómo me recibió la obispo presbisteriana de la Quinta Avenida en Nueva York, a solo unos metros de la catedral católica de san Patricio, como una hermana más en la fe. En EEUU más de la mitad de los obispos católicos ya consideran como un bien ordenar a las mujeres diaconisas.

Un tema éste, el de la ordenación de la mujer, que no podemos aparcar más y, mucho menos, considerar cerrado. Lo único que mostramos así es que están cerrados nuestros cerebros y nuestras mentalidades. Porque si alguien es abierto es el Espíritu de Dios.

Es evidente que Jesús se rodeo de mujeres en su misión profética y mesiánica. Las mujeres le seguían  por todos los lugares  y eran, en gran parte, las que más le apoyaban en su misión profética y mesiánica. El texto de María derramando el perfume en sus pies es, para mí, muy expresivo de cómo Jesús contaba con las mujeres.

“Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo líquido de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y limpió sus pies con sus cabellos: y la casa se llenó del olor del ungüento. Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos dineros, y se dio á los pobres?

Mas dijo esto, no por la preocupación que Él tenía por los pobres: sino porque era ladrón, y tenía la bolsa, y traía lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.”  (Jn 12,3-7)

Jesús permite a María hacer un gesto sagrado de unción importante en su propio cuerpo y la iglesia retira a las mujeres de cualquier responsabilidad sagrada. María de Magdala, y no Pedro, fue quien anuncio a la comunidad que Jesús no estaba en el sepulcro. El mayor anuncio de la historia de la salvación en boca de una mujer.  “Les pareció cosa de mujeres”. Cuesta entenderlo.

Por suerte, más del sesenta por ciento, según algunos sondeos de opinión, opina que las mujeres serían de gran ayuda en los ministerios y en el servicio de la caridad. Pero ni siquiera  este argumento de las mayorías me convence, me convence la actitud de Jesús para con ellas y la convicción humana de que las mujeres son, como los hombres, igualmente partícipes de la iglesia en derechos y obligaciones. Necesitamos, cuanto antes, un liderazgo femenino en la vida de la iglesia y en todos los ámbitos, incluido el sacerdocio. Y estoy convencido de que algún día cercano va a ser una realidad y, hasta que llegue ese momento, habremos perdido un tiempo muy valioso que vamos a lamentar con el tiempo. La iglesia no puede quedarse, una vez más, como una institución arcaica, prehistórica y sin atractivo para nadie. Cada año más de 200.000 personas abandonan en Europa la iglesia católica, dispuestas a no volver más porque sienten que no es una institución para nuestro tiempo. Y muy pocos se preguntan por qué. Si a eso le añadimos el crimen de la pederastia, el clericalismo abusivo y, ahora, los abusos a las religiosas que han salido a la luz, ya tenemos servido el menú de la gran deserción. Sigue muy actual en la iglesia la mentalidad de que fue Eva la pecadora que trajo los males al mundo, Adán fue una inocente víctima de la mujer. Si pensamos que en algún momento de la historia se cuestionó, incluso,  si la mujer tenía alma podemos imaginarnos todo lo que vendría después. Sólo la virgen María, sería el colmo,  se ha salvado de esta quema. Y es el único argumento que plantean quienes no quieren ver  a la mujer ni en pintura. Un tema que no descarto estudiar, como psicólogo,  en algún  momento. No es justo que la mujer sea marginada en la iglesia. Las autoridades de la iglesia quieren mujeres dependientes y, si son monjas, mucho mejor porque con su voto de obediencia, mal entendido, se las pueden someter mucho más.

Algo que siempre me ha enfurecido es ver cómo algunos cardenales, obispos y curas se sirven de las monjas para que les sirvan y también  que haya monjas que se someten de manera sumisa renunciando incluso a su propio carisma para servir a un eclesiástico en activo o jubilado. Nunca me ha gustado la vida consagrara “domesticada”. Los eclesiásticos que, en  su retiro, necesitan de alguien que los cuide, que paguen a gente dispuesta a trabajar en esos campos y así, además, dan trabajo a quienes no lo tienen o que paguen residencias como todo hijo de vecino.

La mujer en la iglesia es un “ya pero todavía no” y, en algunos casos, no interesa que la mujer se promocione en la iglesia para que no haga sombra a los varones eclesiásticos que son en propiedad los maestros. Algo que siempre me llamó la atención, en mi periodo como presidente de CONFER. es que los varones apenas asistían a los cursos o encuentros organizados por las CONFERS regionales. Solo las religiosas. Cuando aparecía algún varón era todo un acontecimiento, “bendito entre las mujeres”, le decían. Y es que, en el fondo, los hombres se creen ya suficientemente formados. Craso error.

La iglesia es madre, es mujer, ha dicho el papa, y nos gustaría que lo fuera cada día más. Donde la mujer lleva la iniciativa la casa se sostiene. Yo lo sé por mi madre. Sabemos del interés del papa para que esto sea así y lo agradecemos y lo aplaudimos. Nos gustaría que fuera todo más rápido pero bien sabemos que los mayores enemigos los tenemos dentro de casa, donde abundan los trepas que necesitan dar buena imagen de formales ortodoxos para no perder puntos. En el Sínodo alemán se ha oído algo que es muy preocupante y rabiosamente cierto: “las mujeres se nos están yendo también. No nos queda mucho tiempo”

Por otra parte, en  poco tiempo será renovada en España la presidencia de la Conferencia Episcopal. Hasta ahora hemos disfrutado de la presidencia de un hombre bueno y sencillo como es don Ricardo Blázquez,  al que he conocido de cerca porque fue mi profesor de eclesiología en Salamanca. Con él no hay miedo de asumir riesgos porque es un hombre preocupado siempre por el bien y la unidad de la iglesia y en ese sentido es partidario del dicho “virgencita virgencita que me quede como estoy”,  pero se acercan tiempos complejos para la iglesia española y veo ya en campaña a algunos prelados, si no lo han estado siempre,  a los que he conocido en mis tiempos de CONFER, de fácil sonrisa pero de hechos preocupantes,  y la elección de uno u otro candidato puede ser decisiva para el futuro de la iglesia de España en un momento en que no tenemos líderes religiosos de altura.  No se puede optar por un candidato que mire hacia atrás, siempre en confrontación, e incapaz de mantener un diálogo serio y maduro con la actualidad. Y algunos se dedican a esto permanentemente.

Yo sé que la iglesia es piramidal y no democrática pero me pregunto si no hay cauce alguno para que el pueblo de Dios pueda participar o, al menos, opinar de cara a las elecciones del nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal.  En el Sínodo alemán han participado un tercio de mujeres con un voto igual que los hombres. Es un pequeño progreso pero no es bastante. ¿No sería buena idea que Religión Digital abriera un espacio donde los creyentes podamos opinar sin dar lugar a debates ideológicos?

Creo que en un buen momento para que todos, hombres y  mujeres, reabramos en la iglesia el tema de la ordenación de la mujer, de manera constructiva y sin acritudes ideológicas que vicien la necesaria reflexión.

En la iglesia española nos hace falta un mordiente reflexivo antes de que sea demasiado tarde. Hay muchos temas sangrantes que están esperando su momento.  ¿No habrá llegado ya?

Volver arriba