¿Percibe el cardenal Aquilino Bocos que hay un déficit de comunión en la vida consagrada? ¿Es necesaria una sobredosis de comunión en la Vida Consagrada?

Necesitamos una sobredosis de fidelidad, eso sí.

¿En serio necesitamos una sobredosis de comunión, P. Aquilinos Bocos?

Acabo de leer que el cardenal Aquilino Bocos, claretiano, con quien he compartido muchos momentos de mi trabajo cuando fui presidente de CONFER, ha declarado que “Necesitamos una sobredosis de comunión”. Y viniendo de él me ha parecido un poco excesivo y sorprendente.

¿Acaso percibe nuestro cardenal un déficit en la comunión de los consagrados?  ¿Esa es la percepción que hay en Roma en este momento?

Los consagrados hemos estado siempre en la vanguardia de la comunión. A veces, una comunión tan excesiva que se ha convertido en servilismo y, por eso, algunos pastores han aprovechado para someternos de muchas maneras: clericalismos, abusos de autoridad, inmatriculaciones ilegales…

Comunión que siempre ha ido y no siempre ha vuelto. ¡Cuántas veces invitamos a reuniones y Asambleas de CONFER que no siempre fueron correspondidas!

No, no necesitamos una sobredosis de comunión sino de identidad propia y de ser lo que Dios quiso que fuéramos en la voluntad carismática de nuestros fundadores. Necesitamos una sobredosis de carisma propio y de esperanza. De comunión vamos sobrados y no siempre correspondidos. Los consagrados hemos sido siempre incondicionales de la iglesia y fieles discípulos y servidores de la caridad. Allí donde ha surgido una necesidad humana se han hecho presentes los consagrados de muchas maneras para ser lenitivo de heridas y signo de esperanza, a pesar de su edad y de sus números reducidos. Y no hay mejor comunión que servir en la caridad porque el amor es la mejor argamasa que nos une como cristianos en comunión. “Mirad cómo se aman”

No es comunión lo que más necesitamos en este momento, P. Aquilino Bocos,  sino sobredosis de respeto y fidelidad a nuestros carismas.

Queda muy bonito hablar de comunión y ésta siempre es conveniente y necesaria,  pero parece que ya hemos olvidado todos los atropellos que se han convertido desde la comunión malentendida, o sea desde la sumisión, que es la comunión que muchas veces nos han pedido. Desde la obediencia ciega que me pidió una vez un obispo español, aún en activo, al del recurso de utilizar a  las monjas como criadas, un carisma que no existe a mi manera de entender.

 No es necesario entrar en detalles aunque no descarto hacerlo en los próximos días, porque la vedad nos hace libres y la sobredosis de comunión no puede hacernos dependientes y sumisos, lo cual es la antítesis de la vida consagrada, libre y profética. Con todo respeto, señor cardenal, pero con toda sinceridad.

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