Este tiempo nuevo exige sacerdotes nuevos Sacerdotes para la pospandemia.

Sólo los hombres de Dios pueden conducir a Dios a los hombres

EL pastor
EL pastor Alejandro Fernández Barrajón
Sin duda alguna, la vocación sacerdotal, como la vocación consagrada, contienen una belleza implícita que la hacen digna de admiración y respeto. Cuando un hombre y una vocación auténtica se encuentran, se produce una polifonía de experiencias que causa asombro y agradecimiento.

       El pueblo de Dios necesita, hoy más que nunca, sacerdotes de altura humana y religiosa que sean signo de la presencia divina en medio de los quehaceres y crisis que acompañan al hombre de hoy. La referencia de lo divino es un contrapunto necesario para que la sociedad avance y no se quede atrapada por lecturas materialistas de vuelo corto que producen una inmensa frustración. La fe nos concede una perspectiva de la vida que la hace más plural e interesante, más compleja pero más rica a la vez. Esta absurda obsesión de los políticos actuales, en nuestro país, por descristianizar nuestra sociedad, tan propia de dictaduras, no puede traernos nada bueno.

       Cada tiempo ha tenido los sacerdotes que merece. Este tiempo nuestro necesita sacerdotes muy concretos y definidos que sepan iluminar este momento de gracia y de crisis que vivimos. Hay retos y desafíos formidables en el mundo de hoy que necesitan ser despejados y clarificados por hombres de Dios que sean antes y, sobre todo, humanos.

  • 1) Sacerdotes bien preparados que ser propongan ser, antes que nada, humanos y sensibles al momento de búsqueda y de frustración que vive el hombre de hoy. Sacerdotes caminantes y acompañantes que sugieren y no imponen, que señalan y no dogmatizan, que escuchan y no sólo hablan, que se hacen cercanos y no ajenos a las preocupaciones de la gente.
  • 2) Sacerdotes que saben escuchar en medio de un mundo que no escucha porque las palabras han perdido fuerza y convicción. Las palabras han perdido en gran parte sus connotaciones espirituales porque se compran y se venden todos los días y se convierten en negocio y en publicidad sin medida. Y nos hacemos sordos a las palabras y a la Palabra.
  • 3) Sacerdotes que no se preocupen en demasía por las formas y los ritos, por las leyes y lo establecido, y salgan a las esquinas de la vida donde se cuece el dolor humano y acampa sin peajes la injusticia y la falta de horizontes. Sacerdotes, sin mucha etiqueta, que caminen a pie por las calles y se acerquen a los estigmatizados y marginados por la sociedad de consumo.
  • 4) Sacerdotes samaritanos que no sacrifiquen el culto a la vida sino que sepan llenar de vida y llevar a la vida el culto a un Dios que es, sobre todo, misericordia y perdón. Sacerdotes que se olviden del papel de juzgar y ofrezcan espacios en sí mismos y en sus parroquias para el encuentro y el diálogo sanador.
  • 5) Sacerdotes que lean todos los días el salmo 23 para parecerse al Buen Pastor, huelan a oveja y estén dispuestos a darse por entero a sus ovejas. Sacerdotes que hayan comido en la mano del Buen Pastor y hayan recostado muchas veces su cabeza en el hombro del Pastor divino hasta ser incondicionalmente suyos.
  • 6) Sacerdotes austeros y generosos, desprendidos y pobres, que saben que su riqueza es el Señor y los pobres que acuden a su casa. Sacerdotes comprensivos y familiares que han renunciado a ser autoritarios y a imponer un estilo de vida cristiana que no cuente con la libertad y la participación de todos.
  • 7) Sacerdotes que tienen una rica vida interior porque han sabido abandonarse a la oración, a la contemplación y al silencio fecundo de quien se refugia en la Palabra y la hace suya. Sacerdotes agradecidos.
  • 8) Sacerdotes que tienen como una riqueza a los pobres que deambulan por las calles y las iglesias y les prestan consuelo, ayuda y esperanza.
  • 9) Sacerdotes que se distancian de las puntillas y oropeles, signos de un tiempo felizmente pasado, y no se refugian en las formas para disimular la pobreza del fondo.
  • 10) Sacerdotes coherentes que viven como piensan y piensan como viven y no escandalizan a los suyos bajo pretexto de la debilidad humana.
  • 11) Sacerdotes según el corazón de Dios dispuestos a servir y no a ser servidos, a animar y no a imponer, a crear comunidad católica (universal) y evitar camarillas exclusivas y privadas. Sacerdotes de todos y para todos.
  • 12) Sacerdotes que no sueñan con mitras ni con ascender en la carrera clerical porque su mayor dignidad es su humildad.

   Allí donde los sacerdotes son hombres de Dios, cercanos al pueblo y testigos creíbles, la Iglesia se reviste enseguida de credibilidad y se convierte en una de las instituciones sociales más queridas y admiradas. Por eso es importante qué tipo de sacerdotes queremos para la Iglesia en los próximos años. No vale cualquiera. Hay estilos de ejercer el sacerdocio que generan rechazos generalizados y que hemos de revisar con urgencia por el bien de la comunidad cristiana.

  Sólo los hombres de Dios pueden conducir a Dios a los hombres.

Etiquetas

Volver arriba