Lo esencial solo se ve con el corazón. En tiempo de crisis y guerra ¿Dónde está luz?

Ciegos y sordos en un mundo amenazado por la violencia.

Tenemos ojos para ver pero no siempre vemos. Jesús insistía en una frase cuando menos curiosa: “El que tenga oídos para oír que oiga”.

El Principito de Saint de Exupèry afirma: “Lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve bien con el corazón”.

Hoy más que nunca sentimos y necesitamos descubrir que Jesús es la luz del mundo y todo el que le sigue tendrá la luz de la vida.

 Los acontecimientos traumáticos de la guerra en Ucrania nos están haciendo sentir la fragilidad de nuestra condición humana. ¿En quién podemos esperar?  El patriarca Kirill se ha puesto al lado de Putin, el destructor, y ha hecho saltar por los aires toda una historia de admiración y adhesión afectiva a la fe ortodoxa. ¡Cuántas veces he rezado por la unidad de las iglesias católica y ortodoxa!  Y ahora me invade una profunda  tristeza y decepción. La oscuridad o la tiniebla forman parte irremediablemente de la vida interior de todos los hombres y mujeres. Nos gustaría ver las cosas claras pero no siempre las vemos; nos gustaría que alguien nos iluminara cuando tenemos dudas. Estamos permanentemente sedientos de luz, azotados por el misterio, impresionados por la belleza y la grandeza de cuanto nos rodea.

   Por una parte, sentimos nuestra debilidad: somos de barro. Y Jesús con su saliva hizo barro para recordarnos nuestra condición y nuestra ceguera. Por otra parte, nos unta en los ojos para que recobremos la vista. El barro de Jesús con su saliva no es otra cosa que su palabra. La Palabra ilumina y abre los ojos del corazón para que sepamos ver bien. Es tiempo, pues, de dejarnos iluminar por la Palabra. De la mano de la Palabra podemos recorrer el camino cuaresmal que nos lleva con Jesús hasta Jerusalén y nos abre las puertas de la Pascua. Estamos amenazados de Pascua.

De nuevo Dios, en su Hijo, modela el barro con su saliva para recrear la luz en los ojos de nuestra ceguera. Es un símbolo de la nueva humanidad que ha de surgir en nosotros y en nuestro entorno. Es posible una vida nueva, una mirada nueva. Es posible un tiempo sin amenazas ni guerras cruentas. La cercanía de la Pascua es una garantía de ello. Nada está perdido inevitablemente.

   Para recobrar la vista hemos de lavarnos los ojos en la fuente de Siloé. Nos lavamos cada  vez que miramos la vida con ojos limpios y renunciamos a juzgar y a condenar. Tenemos que aprender a mirar como Dios. El cristianismo no es otra cosa que aprender a mirar con los ojos de Jesús. La mirada de Dios no es como la mirada de los hombres. El profeta Samuel, enviado a ungir a David como escogido de Dios, escuchó la voz de Yavé que le dijo: No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura… Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»

  Y al final, la mirada de Dios y la elección recae sobre el hijo más pequeño de Jesé, sobre el menos esperado, el que estaba lejos, cuidando el rebaño.

   Dios nos desconcierta con frecuencia, nos saca de nuestras casillas y desbarata nuestros cálculos. Es un Dios imprevisto y sorprendente porque tiene una mirada llena de misericordia y gratuidad mientras en nosotros prevalece el interés.

En otro tiempo éramos tiniebla pero ahora somos luz. Hemos sido envueltos por el Sol que nace de lo alto. Al pueblo que caminaba en tinieblas una luz le brilló. Pero el peligro de dejarnos atrapar por la oscuridad está siempre cercano. Alejarnos de Cristo es perdernos en el valle de la tiniebla.

  Sería bueno que hiciéramos, aunque sólo fuera un momento, la experiencia de estar ciegos. Tal vez así entenderíamos lo que significa gozar de la luz, disfrutar del don de la fe y poder conocer a Dios. Sólo así sentiríamos la necesidad de buscar la luz.

 Dar la vista a los ciegos era una señal inequívoca de la llegada del Mesías Salvador como había anunciado el Profeta Isaías: “Los ciegos ven… y a los pobres se les anuncia la buena noticia”

  Lo estamos viendo: Jesús nos lava los ojos, nos hace ver la luz, nos invita a iniciar un camino de entrega con Él hacia la Pascua. ¿Qué hemos de hacer, entonces? Lo mismo que el ciego de nacimiento: ¿Crees en él, le dijo Jesús? Dime quién es Señor para que crea. Ya lo estás viendo es el mismo que habla contigo. Creo, Señor. Y se postró ante él.

A nosotros sólo nos queda postrarnos también ante Él. Reconocerlo como nuestro único Señor; la luz que inunda nuestra vida. Porque cuando más grandes somos es cuando nos arrodillamos delante de Dios y de los pobres. Siempre que me acerco a la iglesia de san Antón en Madrid y entro en la capilla del Santísimo me fijo en un letrero que hay puesto allí. “Solos nos arrodillamos ante Dios y ante los niños”. Toda una teología cristiana en una salo frase.

  Cuaresma, camino de Pascua. Sigamos caminando envueltos en una luz nueva. La que nos regala la Palabra, la Eucaristía y el amor de los que caminan con nosotros. “Vayamos a Jerusalén y muramos con Él” decía el apóstol Tomás. Pues vayamos.

POEMA DEL CIEGO QUE VIO A CRISTO Ramón Castelltort Sacerdote

Solo soñando, veían sus ojos la claridad; había nacido ciego y le gustaba soñar. De ojos afuera...!que ruido¡; de ojos adentro...!que paz¡; ¡y le bastaba¡, era ciego y no quería ser más. Pudiéndose ver el alma -que era de luz de cristal- ¿para que salir al logro de otras cosas, mas allá? Con sueños de halos angélicos Se le aquietaba el afán. Y así pasaba sus días de amargo peregrinar. II El aire en deliquio hervía de palpitaciones...Era la mañana azul de un día en que en los campos reía con flores la primavera. Balanceaban sus talles, como rubias nazarenas, las palmeras de los valles. Y en Jerusalén, las calles eran rumor de colmenas. Semblantes abigarrados, cuerpos entre si apretados y de puntillas erguidos y con los ojos perdidos tras otros ojos amados. Y llenando la ciudad un sonoro griterío fundido, como el de un río que bajo la inmensidad se desatara en un brío de espumas... ...!Pasa el Mesías¡... ...¡Mesías!... ...¡Cuánto fervor de ojos y de algarabías¡... ...Pero trémulo de amor, sin poder ver al Mesías, vierte lagrimas baldías el ciego. Siente dolor de ser ciego; ahora quisiera poder ver, que hoy su ceguera le deja inquieto el afán, ¡que la paz brilla hoy afuera por donde vienen y van las gentes en ventolera! ...Flota en los aires perdido su clamor... Ay, entre tanto frenesí,¡que poco ruido pueden hacer un latido y unas gotitas de llanto! III ¡Pero llegaron al alma de Cristo aquellos afanes!... Jubilo de muchedumbres sentía el ciego acercarse, y andaba hacia su rincón de siempre tentando el aire y hormigueados de sol sus ojos parpadeantes. El le sentía llegar si que lo dijera nadie por el dolor de sus ojos que pugnaban por saltarle, por las fragancias del ahora y por un roce inefable que la acariciaba el alma con osculas siderales. Llega Cristo...finca el ciego su rodilla en homenaje y sus ojos muertos se alzan, sin poder verle, o mirarle. Sigue el pueblo en oleadas destrepito. Vibra el aire nuevo y cantarín. Los labios del Mesías se entreabren. ¿Qué anhelas? (...El ciego calla. ¿es a mi?.¡si no soy nadie?) ¿Qué anhelas? ...Señor.¡que vea!. ¡Que pueda verlo un instante, aunque después otra vez ciegue, para no mancharme los ojos con que te vea! ¿Quieres ver? ¡ ¡Señor! Pues hágase... (y estallan sobre sus párpados dos auroras boreales) ...y mírame, y mira al cielo y las flores y las aves. ¿y haz que tus ojos que hoy baña la luz nunca se te manchen? Éxtasis...El ciego mira Solo a cristo, palpitante. Todo lo demás sol, pájaros... Aunque es nuevo, no le atrae. Toda otra luz le lastima No siendo la que. El expande. ¡Señor ¡ Le sonríe cristo Y lánguidamente parte ¡Milagro! Claman las gentes, ¡Milagro! Repite el aire, y van y vienen milagros como sobre un oleaje. Y el ciego ni oye ni siente Eternizado en mirarle . IV Aquellos ojos seremos, Desde que le habían visto Hablan quedando llenos De los fulgores de cristo. Paso un tiempo...por sus agros Y sus calles, Palestina Perdió una siembra divina De nardos y de milagros. Alba roja...sangre en sienes De un día de frenesí. Aurora triste de un viernes Después de un getsemani. Siseo e inquietud...vestigios De algo grande...primer paso Para ver muchos prodigios O un crimen horrible, acaso. ...El atrio de Anas...rumores confusos. Fingen quimeras de sombra algunas hogueras vibractiles de fulgores. Corte el frío... Canta un gallo... Gente y voces van y vienen... Dentro, unas manos sostienen Un papiro con un fallo. Despunta el día...vertieron Ya en todo el pueblo veneno. Nadie protesta...¡y prendieron A Jesús el Nazareno! Nadie protesta...¡y hay tantos A quienes abrió los ojos! Mas lo que ayer fueron cantos De triunfo, son hoy sonrojos. V Puertas de marfil resbalan Sobre fondo de oro y púrpura. Poncio Pilato, el pretor, Comparece ante las turbas, E hiriendo el mármol del suelo Seis alabardas le anuncian. Con él aparece Cristo Sin ninguna nunciatura: Piltrafas de carne cuelgan De sus espaldas desnudas; Lleva corono de espinas Que ningún rey llevo nunca ¡Ecce homo!... ¡Crucificadle! ¡Crucificadle!... y ulula todo el pueblo, alza las manos, roncas las voces hombrunas, los ojos hinchados de odio y en crispaciones de furia. Los mismos que ayer en triunfo Le llevaron, hoy le injurian: Veleidades en el mar De olas. De cantos y espumas. ¡Ecce homo! ¡Crucificadle!... ...y Cristo mira a las turbas como tantas veces, antes, con mansedumbre y dulzura. ...Pero han topado sus ojos con unas pupilas turbias de horror, de sangre y de llanto y de hieles de amargura. El ciego aquel de aquel día, Que le mira y no le injuria, Que le mira con los ojos Que él le abriera, con dulzura, Y llora porque se manchan Mirando como le injurian. El ciego aquel, que entre todos Es...¡cómo un beso de espuma! ¡Señor! ¡Señor!... yo no quise los ojos para esto nunca. Si me los distes para esto, La sombra otra vez los cubra ¡Hay, ojos míos, al polvo!, no miréis mas su figura. Quiero ser ciego otra vez, ¡Ser ciego otra vez!...escucha, Señor, mi suplica, ¡ciégame!, ¡que ya no quiero ver nunca! ...Cristo le mira y sonríe... y mientras rugen las turbas queda una gotita menos, en su cáliz, de amargura.

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