De la crisis haremos una esperanza (II)

24 de Marzo

Un nuevo tiempo reclama resignificar nuestro vocabulario, dotar de un nuevo y a menudo emancipador contenido a muchas palabras que han envejecido a marchas forzadas. Lo decimos con inmenso respeto por el sufrimiento concitado en estos de estos días: ¿y si en vez de fallecidos comenzamos a hablar de liberados, emancipados del peso de la carne, del lastre de lo finito…?

Los números no nos apabullen. Se nos demanda otra mirada. Hemos de empezar a ver las frías cifras de los llamados muertos con otros ojos. Están con nosotros, sólo se desnudaron de cuerpo físico, no han muerto. ¿Por qué no empezar a pensar que son almas que por fin se han podido liberar de este “confinamiento” en el mundo denso de la materia?


Son rápidos estos tiempos. Apenas interiorizamos unas verdades supremas, apenas cogemos con chinchetas unos cuadros, unas realidades eternas y ya nos toca correr al teclado. Corremos el grave riesgo de equivocarnos, de no acercar debidamente esas verdades, pero corremos un riesgo aún mayor de quedarnos en silencio.


Uno se pregunta si no habrá otros voceros de vida eterna, antes que éste que acaba de venir del mercado, de vender caros los manuales de agnosticismo.

23 de Marzo

Morir en soledad es seguramente el aspecto más duro de toda esta crisis que estamos viviendo. Por justificadas razones de seguridad, en la rampa del vuelo los hermanos enfermos no pueden intercambiar una palabra, una caricia, un apretón de manos con los seres queridos. Pero morir en soledad es también una oportunidad de reencuentro con el alma, ya olvidada, ya arrinconada, ya no decidida hasta entonces a aflorar. Todo acontecer vital, por duro que se manifieste, es susceptible de otra lectura. En ello habremos de afanarnos.

Los designios para posibilitar el encuentro con el alma son inescrutables. Una UCI cargada de fríos aparatos puede ser el marco escogido para los esponsales. Morir en soledad nos recoge, nos centra, no desnuda de todo lo accesorio y nos planta ante nosotros/as mismos/as, ante nuestra Real Presencia. Hemos venido a la Tierra a reencontrarnos con nuestra alma que es por encima de todo generosidad, servicio, altruismo… No es un «agarrarse a algo» desesperadamente, es sencillamente permitir aflorar Aquello que en verdad somos.

22 de Marzo

Se acomodarán los santos y las Vírgenes en las mesillas de frío metal. Irán llegando las flores y los osos de peluche. Por ahora una cama austera, una botella de aire, un inmenso techo industrial y una esperanza de salir de ahí caminando. Hay un crudo pulso por la vida al que es preciso adherirse. La batalla es sincera, de corazón, entregada y sólo nos queda apoyar a quienes están en primera línea.

En los tiempos de crisis es más importante si cabe el sentido de la ubicuidad y ahora toca sumar. Hubiéramos querido que se pensara no sólo en el ataque, que se diera más importancia a la necesidad de vida sana y natural para fortalecer las defensas. Hubiéramos preferido menos temor insuflado, menos pánico a una muerte que no es nuestra enemiga, sino todo lo contrario. Al fin y al cabo hasta las pulsaciones de nuestro corazón estaban contadas…, pero ahora es el momento de ayudar, de colaborar, de fortalecer la unidad y la solidaridad. Ya habrá oportunidad para invitar echar más lejos la mirada.

Lo están haciendo lo mejor que pueden, por supuesto los sanitarios y todos los trabajadores de los hospitales; por supuesto las fuerzas de seguridad; por supuesto la clase política, Pedro Sánchez a la cabeza…, y ahora es el momento de mostrar decidido apoyo. Hay un paradigma alternativo, también en la salud, que seguiremos susurrando, pero ese susurro no ha de impedir el manifestarnos aquí y ahora unidos/as a toda la ciudadanía en estos momentos tan trascendentales. Hay también una fraternidad ancha que necesitaba razón para consagrarse.

«¡Tutto andare bene!»

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