#LectioDivinaFeminista Anunciar el Reino y orientar la vida comunitaria.

Anunciar el Reino y orientar la vida comunitaria.
Anunciar el Reino y orientar la vida comunitaria.

22º T.O. (B) La ley del corazón (Mc 7,1-8ª.14-15.21-23 )

(Buscamos el momento y el lugar más idóneo para ponernos a la escucha de la Palabra. Podemos encender una vela, colocar un icono, la Biblia o el Evangelio, unas sandalias o dibujar un corazón…)

Abbá Dios, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, encarnando tu palabra, podamos vivirla, acrecientes el bien en nosotras y con cuidado amoroso lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura creyente. Proclamamos el texto tratando de descubrir el mensaje de fe. Nos fijamos en los detalles: personas, actitudes, expresiones...

Meditamos la Palabra. ¿Qué me dice a mí, personalmente el Evangelio leído? Miramos nuestra propia vida. ¿Cómo lo vivimos en nuestra familia, grupo, parroquia, comunidad…?

Silencio. Desde el texto leído y meditado, entramos en diálogo personal con el Señor. La que quiera puede compartir lo orado en el grupo, con la comunidad.

Contemplamos al que es la Palabra. Contemplo a Jesús en el trasfondo de esta escena, lo que dice, lo que hace, lo que intenta explicar a sus discípulas y a sus discípulos.

Vivimos la Palabra. Compromiso. ¿A qué me compromete el mensaje de fe de este relato?

Lectura del Evangelio según san Marcos (7,1-8a.14-15.21-23)

En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos).

(Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones de lavar vasos, jarras y ollas).

Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús:

¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?

Él les contestó:

Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo:

Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.

Palabra de Dios

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Reflexión

Cualquier decisión humana importante implica una toma de actitud. Es madura la persona de actitudes firmes, recias, la que reacciona ante la vida con una predisposición de fondo, después de sopesar todas las razones. Evidentemente nos movemos por diferentes motivos más o menos actuales o importantes, pero siempre es decisivo que nuestro comportamiento responda a una actitud madura.

El Evangelio insiste en las actitudes que debe de poseer el/la discípulo/a de Cristo. La actitud cristiana radica en un corazón limpio o en una conciencia íntegra. La conciencia cristiana es “buena” y “pura” cuando es conciencia humana con todas sus consecuencias y obra según el amor concreto de Jesús. Sin atajos, sin trampas. Lo contrario es mala conciencia o conciencia manchada. La conciencia cristiana es juez y testigo del amor evangélico.

Ahora bien, el Espíritu de Dios manifestado en Jesús es un componente nuevo de la conciencia cristiana, que es, en definitiva, juicio al modo de los/as profetas, hombres y mujeres del Espíritu que se sumergen en la vida social para denunciar abusos, anunciar el Reino y orientar la vida comunitaria.

El cristiano pecador no se arrepiente sólo por tener “mala conciencia”, por ser culpable, sino porque obra con una conciencia sin suficiente Espíritu de Dios o porque ha actuado en contra de ese mismo Espíritu.

Jesús ha venido a revelar una nueva imagen de Dios y a liberar al ser humano de toda esclavitud. La disputa que entabla con los fariseos respecto al precepto de lavarse las manos encierra una problemática más compleja: alimentos puros e impuros, personas puras e impuras. Jesús arremete contra todos los que poniendo el acento en la forma, descuidan el fondo y se desmarca claramente de esa actitud hipócrita decantándose por la tradición profética. En el fondo lo que se plantea es vivir la relación con Dios desde los ritos externos, o desde las actitudes internas, en el corazón.

El Evangelio de hoy es una llamada a ponernos a la escucha de Dios, a encarnar su palabra viviéndola desde dentro, desde el yo profundo, desde el corazón. Solo así el amor se expresa en actos de justicia, en solidaridad, en compromiso por los más vulnerables y se llega a la comunión con Dios y con los/as hermanos/as.

Compromiso

¿Qué actitudes debo mejorar para transparentar una conciencia plena del Espíritu de Dios?

¿Qué aspectos externos, de forma, persisten en mi modo de obrar, de pensar, de celebrar los sacramentos, como la Eucaristía?

¿Antepongo mi “ego” en mi relación con los demás?; en la adversidad, en el conflicto, ¿qué sale de mi corazón?

La necesaria limpieza de emociones me puede ayudar a sanar rencores antiguos, malentendidos, desconfianzas, recelos…

En definitiva: ¿Qué vigilancia debo observar para eliminar lo que envenena mi corazón?

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