#MaríaMagdalena2024 CERCANA A LA CRUZ

| Martha Eugenia, Mujer Mariposa
El despojo humano que estaba clavado al madero
no podía ser Jesús,
el hombre risueño, inteligente y compasivo que conocías.
Las gotas carmesí que escurrían de su cabeza,
caían en la tierra formando cuajarones.
Veías como la vida se le escapaba goteo a goteo
Apenas ayer era un hombre solidario
que partió el pan y convidó de la copa de la bendición
a sus amigos, a su Madre,
que eran sus discípulos.
Ahí estabas junto a otras mujeres
que lo conocían y seguían,
aferrada a la mano de María, su Madre.
Llorando en silencio
con las lágrimas cayendo impotentes
ante tal injusticia.
Ahí estaba el crucificado
sufriendo el escarnio cruento
en su máxima expresión.
Valiente, levantada la vista
viendo al amigo que amabas,
mirando al maestro que seguías.
Sí tú, la Magdalena,
la que él había vuelto a restañar.
Si tú, la que aún temblando
te erguiste y lo miraste valiente.
Si tú, la que confiando sin conocerlo
esperaste sin saber qué,
y él como el alfarero
ante el barro que eras
te amasó de nuevo
dándote la forma de un cántaro diferente.
Una vasija que podía contener sus enseñanzas,
que estaba ávida del vino nuevo que era Él
y consolar a otros que como tú
habían sido excluidos.
Y desde ese momento confiando en Su palabra,
le diste la tuya.
Pero ahora estabas donde no querías estar,
al pie de la injusticia vertida en Él.
Impotente, enojada, abatida y triste
sin poder gritar y proferir inconformidad
pues si lo hacías te retirarían de tu cercanía para con Él.
Lo único que podías hacer era estar, solo estar,
y aún con temor mirarlo a los ojos.
Tal vez, solo tal vez
entre la nube abrazadora del dolor que vivía
Él podría percibir tu presencia
y tal vez, solo tal vez
pudiera leer tu mirada
que le refrendaba
que ahí estabas
junto, si junto, amándolo.
Que te sentías desfallecer,
pero que aún así estabas.
Recordando como muchas veces había mencionado
cuando hablaba de la injustica en el mundo,
sin perder la esperanza en la Madre-Padre Abba,
que daba su protección y amor.
Si Madalena, sintiendo como si a ti también,
te ultrajaran,
Ahí estabas,
contando las gotas carmesí
que le quitaban la vida.
Y cuando al fin expiró,
pudiste soltar el llanto,
pudiste gritar,
pero sin soltar a la Madre
que lívida estaba.
Tú la magdalena,
la señalada por muchos,
la condenada por más.
Estuviste, estuviste con valentía.
Tus lágrimas mojaron
la misma tierra
que lo rechazó,
que lo condenó.
Pero fiel estuviste,
gracias por tu enseñanza,
gracias por tu ser la amiga de Jesús
gracias por enseñarme
que aunque tenga mi propia corona
Él puede amasarme otra vez
y darme nueva forma,
para entonces vivir la plenitud de su Amor,
junto a Él que es el AMOR.