#8M2023 ELLA Y ÉL, EL COMIENZO DEL FIN

| Aurora Calistina Jaime de Aguilar
Estaban en la Universidad Provinciana, no tenía muchos avances, era un rudimentario local pero en sus aulas en un curso las miradas se encontraron.
Ella, una joven de mirada directa, suave, que encandiló al Catedrático; un maduro caballero de hablar pausado, lento y claro.
La tertulia se dio entre los dos en momentos de descanso. Las ideas de eliminar el viejo gobierno cautivó a la joven. No se alejó, al contrario ella entendió el mensaje de él. Acoplaron corazón y mente.
Ella entró en las guerrillas, tenía autoridad. Y juntos al frente de los grupos subversivos, encandilaban a los pobladores prometiéndoles seguridad, mejor distribución de la riqueza.
Llegó el momento de afianzar la relación, ya no anímica, ni de direccionamiento, sino la de ser marido y mujer. Se casaron, era muy joven para él. Él entregó a su joven esposa su corazón y sus ideas subversivas.
Ella iba al frente de los subversivos. Ya había aprendido el uso de las armas y vestía ropa militar. La dinamita era su mejor juguete que usaban en las bases militares, en los puestos policiales, en las casas de los que teniendo no les pagaban cupos.
Los enfrentamientos se daban con mucha crueldad. La muerte no era sólo para los que atacaban sino también para las huestes asesinas. La dulce joven se convirtió en leona, pirómana, la dinamita era su mejor cachivache. Los vehículos eran el sebo para la destrucción, no había paz en la ciudad ni en los alrededores. Entre montañas se bajaba a ésta. Desde lo alto se divisaba su hermosura con sus calles y sus pobladores. La urbe fue tomada. Cautiva, parecía una sepultura, cementerio, por algo su nombre tenía que ver con la muerte.
Así como mataban, ellos tenían pérdidas acosados por el ejército. En enfrentamiento cae abatida. Las alas se quebraron y la mirada se cerró. El dolor de quien causaba dolor fue grande. La destrucción fue peor, más intensa, más sanguinaria pero se dio tiempo para el adiós. Algunas personalidades civiles llegaron hasta la última morada de ella. Su joven figura fue plasmada en paredes con una efigie muy real y alada entre nubes. La inmortalizaron junto a su nombre.
El león al acecho queda. No se dejó cercar y llega a la capital a seguir la destrucción.
Aurora Calistina Jaime de Aguilar.