#LectioDivinaFeminista Adviento, tiempo de oración y conciencia de los regalos de Abbá Dios

Adviento, tiempo de oración y conciencia de los regalos de Abbá Dios
Adviento, tiempo de oración y conciencia de los regalos de Abbá Dios

1º DOMINGO DE ADVIENTO (C) Lc 21,25-28.34-36)

1º DOMINGO DE ADVIENTO (C) Lc 21,25-28.34-36)

(Buscamos el momento y el lugar adecuados en este tiempo de gracia y de espera activa. Se inicia el tiempo de Adviento, María nos acompaña).

Mª Luisa Paret García.

Nos disponemos a escuchar la Palabra. Durante unos minutos hacemos silencio exterior e interior. Acompasamos la respiración inhalando y exhalando lentamente.

Seguimos en camino para que la promesa de la nueva tierra pacificada, tenga cumplimiento. Mientras tanto, la Eucaristía es la plegaria del “Maran-atha” (“El Señor viene”). Es la memoria que se convierte en profecía y esperanza. Ésta se vive en actitud de vigilancia para ver cómo se rasga la opacidad de lo cotidiano y aparece la justicia, la paz, la igualdad; también para provocar ese alumbramiento.

Lectura creyente. Proclamamos el texto tratando de descubrir el mensaje de fe. Nos fijamos en los detalles: personas, actitudes, expresiones...

Meditamos la Palabra. ¿Qué me dice a mí, personalmente el Evangelio leído? Miramos nuestra propia vida. ¿Cómo lo vivimos en nuestra familia, grupo, parroquia, comunidad…?

Silencio. Desde el texto leído y meditado, entramos en diálogo personal con el Señor. La que quiera puede compartir lo orado en el grupo, con la comunidad.

Contemplamos al que es la Palabra. Contemplo a Jesús en el trasfondo de esta escena, lo que dice, lo que intenta explicar a sus discípulas y a sus discípulos.

Vivimos la Palabra. Compromiso. ¿A qué me compromete el mensaje de fe de este relato?

Se acerca vuestra liberación (Lc21,25-28.34-36)

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos y discípulas:

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos, asustados por el estruendo del mar y de sus olas: Los hombres se morirán de miedo, ante lo que se le viene encima al mundo; pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, levantaos, alzad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se os eche encima de repente aquel día. Ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra.Velad, pues, y orad,para que os libréis de todo lo que está por venir y podáis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre”.

El Adviento, en el continente europeo, coincide con el final del otoño y el comienzo del invierno. En este tiempo la naturaleza se sumerge en un letargo de descanso y de silencio. El Evangelio nos invita a despojarnos de todo lo superficial, lo que ya ha cumplido su función y está seco, creencias caducas, dudas que nos bloquean, dogmas encorsetados, protagonismos, egos, miedos, vanidades… Mas, en nuestro interior, en la tierra oscura y cálida, habita y se gesta un nuevo germen de vida que brotará cuando sea llegado el tiempo… Tiempo de descubrir que nuestra vida pende de unas promesas de libertad, de justicia, de fraternidad y de sororidad todavía sin cumplir; tiempo de cuidar eso que llevamos dentro y a veces olvidamos, ese embarazo de lo divino en mí y que he de dar a luz…; tiempo para vivir en profundidad el rítmico latir de cada momento, sin prisas, sin ruidos; darnos cuenta de que lo más sencillo e insignificante es lo que va haciendo grande nuestra existencia, es la savia que, aun dormida, sigue nutriéndonos.

De la mano de los grandes profetas y profetisas, y ante todo, de Jesús, nos ponemos en camino para dar a luz una humanidad transida del Espíritu Ruah de Dios y reconciliada con la nueva tierra transformada. El Dios del Adviento nos empuja siempre hacia algo que se acerca, hacia lo por venir. Es una promesa de presencia. Anuncio de una realidad que no está aún ahí, al alcance de la mano. Por eso saca al ser humano de su ahora hacia el futuro al que le vincula. El pueblo de Israel comprendió, como ningún otro, el sentido de la itinerancia, de la emigración, de la historia. Vivió de cara a lo porvenir como sentido último de su propio devenir.

Por eso, los acontecimientos de nuestra historia de pueblo de Dios tienen siempre ese carácter de provisionalidad. Son estaciones de un itinerario, de un proceso, grávidas de un encargo o tarea de futuro. Así, hasta que se produzca la venida definitiva, el adviento pleno, la parusía.

El hecho de oír el anuncio de nuestra liberación (“levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”), suscita un poderoso sentimiento de esperanza. Nuestra generación, nuestro momento histórico, vive transido de una expectación de futuro, un futuro liberador. Sólo ven los signos o señales aquellos hombres y mujeres que saben mirar, contemplar. Quienes saben alzar la cabeza sin quedarse parados en sus mil preocupaciones; oyen el lenguaje de los signos sólo los que saben estar despiertos por si llaman a la puerta. En medio del desencanto del sufrimiento, de las guerras y las injusticias, necesitamos signos de esperanza. Precisamente la tarea profética del pueblo de Dios, hombres y mujeres, codo a codo, consiste en encender la llama de la esperanza, esa llama frágil que cualquier soplo, en cualquier instante, puede apagar. Si pensamos en la interminable historia de genocidios ocurridos sobre la tierra, sentimos que es un milagro o una utopía mantener una esperanza de futuro.

Se nos invita, pues, a aceptar lo que Dios siembra en silencio, acoger lo que viene de Dios, lo que trae la vida, lo agradable y lo que no lo es tanto; tomar una decisión, afrontar un cambio, arriesgarse, confiar en Él, que sigue trabajando en lo escondido de tu tierra fecunda.

En la primera lectura (Jer 33,14-16) leemos que el anhelado descendiente de David está viniendo y revelando a Dios en su verdadero rostro de Señor-nuestra-justicia. En la carta de Pablo (1Tes 3,12-4,2) la esperanza se confunde prácticamente con el amor, entendido en su dimensión universal, más allá de toda frontera, de toda discriminación y de cualquier condicionamiento. También la Iglesia, solo si se despoja del poder temporal, tiene autoridad para anunciar “la justicia, la paz, la fraternidad, el amor, la verdad y la vida, la gracia y la santidad”.

Como hemos visto, el evangelio de hoy proclama con alegría, “Se acerca vuestra liberación”. La esperanza cristiana sobrevuela por encima de todas las tragedias humanas y todos los dramas personales. Se nos invita a interpretar los períodos más oscuros de la historia como signos de liberación. No para olvidarlos, sino para buscar la manera concreta de insertarse en el más eficaz y honesto proceso de liberación humana. Ni victimismos, ni derrotismos, ni pasotismos.

Enfocar el Adviento como tiempo de acoger lo bueno que Dios deja en cada uno/a, agradeciéndolo, creando un espacio de acogida y aceptación, de amor, para que así se produzca el milagro del alumbramiento. Darnos cuenta de los sencillos regalos cotidianos: tu capacidad de ver la belleza a tu alrededor, el encuentro con los vecinos, con los amigos, con la familia, el café de la sobremesa; valorar los alimentos provenientes de la tierra, del mar, en definitiva, del Creador; el acompañamiento en la sala de un hospital, ante la pérdida de un ser querido o en el módulo de la cárcel; el silencio ante lo que nos resulta insoportable y desolador; el trabajo bien hecho, el estudio para seguir avanzando en humanidad.

Adviento, tiempo de oración para ser conscientes de los regalos que Abbá Dios nos deja en el corazón y cada día le agradecemos.

Reflexión personal/grupal

  • - ¿Qué personas me/nos acompañan en la historia de amor que Abbá Dios tejió desde el comienzo conmigo, con nosotras? ¿Qué anuncio de Buena Noticia acogemos y transmitimos las mujeres?, ¿qué denuncia profética estamos obligadas a comunicar?
  • - ¿Qué signos, señales me revelan el plan de Dios en mí, en nosotras? ¿Me arriesgo a cambiar lo que no es liberador para mí, para nosotras?

Final. Oración.

Dios Padre y Madre, que guías la historia y la conduces por caminos de amor y de esperanza, ayúdanos a permanecer vigilantes en nuestro caminar, saber mirar y contemplar para reconocer los signos o señales que Dios nos envía a través de mujeres y hombres concretos. “Mirad que llega el Hijo del hombre a la tierra y viene a habitar vuestro hogar”.

Canto final/Música:

La Virgen sueña caminos… https://youtu.be/iUzcphKReC4?si=aYuIuzNVJGxvt_CJ

Alégrate, alégrate, llena de gracia, Ain Karem. https://www.youtube.com/watch?v=0OVec-zxMis

 Poneos en pie (Lc 21,25-28), Ain Karem. https://youtu.be/oSPCNIvKDsk?si=9vtbWYIGX71zIQAH

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