¡ESPÍRITU SANTO SOPLA EN MI MENTE Y EN MI CORAZÓN, AQUÍ ESTOY PARA SERVIRTE…!

“Oh Señor nuestro, ésta es la espina más punzante que lastima tu CORAZÓN: la soberbia y la vanidad…”

Este texto tocó fuerte mi corazón, si leemos el párrafo anterior a esta lectura veremos como Jesús les habla a sus discípulos de SU PASIÓN; entonces, ¿cómo es posible que después de tan dura noticia dos de sus más allegados pidan algo tan soberbio? ¡NO SABEN LO QUE PIEDEN! Dice Jesús, antes habrá que asemejarse a él, pasar por el dolor, beber la copa que él beberá y pasar por el Bautismo que él pasó.

En este momento mi sentir es que quizá una mujer solo hubiera pedido: “SEÑOR, SOLO DEJAME MUY DENTRO DE TU CORAZÓN…” pues no necesitamos querer aparentar con influencias o sentirnos importantes por un lugar que la sociedad nos de o nos quite. En el camino espiritual con Jesús no es así, hay que escalar y conquistar, sufrir y reponerse, llorar y sonreír; luchar y vencer con nuestro propio esfuerzo. Esto es lo que ve Dios en cada ser humano y cuantas veces nuestras oraciones pueden ir cargadas de esta soberbia de los apóstoles, de los que creen tener derechos ante Dios.

Son los pequeños los que conquistan el corazón de Jesús, los humildes, los marginados, los que ante la sociedad no son nada. Para mi este texto me invita a despojarme de toda vanidad y presunción y aceptar con alegría el lugar que él quiera darme, basta y sobra con estar escondida en su sagrado corazón.

Si seguimos leyendo después de este texto, Jesús aplica la enseñanza para una petición tan absurda y llena de vanidad: “EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO, SEA EL SERVIDOR DE TODOS…” esa es la pedagogía del Evangelio.

“DIOS, NO PERMITAS QUE NOS CONFUNDAMOS CON LOS BIENES DEL REINO Y LOS BIENES PASAJEROS Y MEZQUINOS DE ESTE MUNDO CORROMPIDO POR EL PODER”