#AdvientoFeminista2025 ÉL NOS INSTRUIRÁ EN SUS CAMINOS

ÉL NOS INSTRUIRÁ EN SUS CAMINOS
ÉL NOS INSTRUIRÁ EN SUS CAMINOS

La esperanza nos despierta y nos permite ir más allá de nosotros mismos, ver con claridad el camino que nos indica el Amor de Dios, aunque a veces nuestro corazón tienda a ir por otros senderos.
Ver con certeza la presencia firme y cercana del Señor, por encima de montes y encumbradas montañas que nos acerca cada día más a su infinito amor; aún en medio de la ambigüedad humana que cegada muchas veces por su ambición de poder, pasa lastimando e hiriendo a sus propios hermanos y hermanas, incitando a la guerra, al odio legitimando la violencia y la muerte en leyes establecidas, que no son otra cosa que mecanismos para esconder su incapacidad de vivir su vocación humana y realizar el proyecto de amor que un día lo trajo al mundo.


No obstante, el grito del alma, de lo original del ser humano, que es habitado por la gracia y el Amor Divino, sigue clamando: Vengan, vamos al monte al encuentro del Señor, nuestro Dios Padre/Madre, Él nos instruirá en sus caminos, nos hablará al corazón antes que a la inteligencia y marcharemos por sus senderos.
Él es nuestra salvación, su presencia transforma las espadas en arados, las lanzas en podaderas y no alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.


Es tiempo de sanar los corazones heridos, de liberar al oprimido, de limpiar la mirada para ver la Luz que se acerca. Es tiempo de escuchar con la mirada esperanzada, escudriñar lo que mueve el corazón y las entrañas, el fuego que nos urge a anunciar el Reino del Señor que viene porque ha escuchado el clamor por la justicia y la paz, Él es nuestra paz y nos invita a caminar en su Luz.


Obrar el bien, caminar con rectitud descalzos los pies para no lastimar a nadie, estar atentos, despiertos, vigilantes, pues no sabemos qué día, ni a qué hora vendrá el Señor, solo sabemos que está cerca, muy cerca del corazón que ama y se despoja de importancias y seguridades, abraza su propia fragilidad y la de los demás con dignidad. Es decir, sus pasos van dejando huellas de vida, alegría, amor, bondad y esperanza a cada instante en el aquí y ahora, pero con la mirada puesta en el horizonte que nos anima a seguir amando y construyendo un mundo más justo y más humano.


Vayamos con alegría al encuentro del Señor, no hay nada que temer, su luz de sabiduría, disipa nuestras tinieblas y no permite que nos perdamos en las luces artificiales que enciende el consumismo y nos distrae de la luz de la verdad, el amor y la justicia que no tiene ocaso. ¡Qué alegría, vamos al encuentro del Señor!


 (Inspirado en la liturgia del 1er domingo de Adviento: Is 2,1-5; Rm 13,11-14ª; Mt 24,37-44; Sal 121)

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