#Adviento2025 NO al KING gringo y SÍ al REY de los pueblos que resisten
| Luz Estela (Lucha) Castro
NO al KING gringo y SÍ al REY de los pueblos que resisten (reflexión teológica desde el feminismo)
La festividad de Cristo Rey (Lc 23,35-43) invita cada año a reflexionar sobre el sentido profundo del “Reino de Dios”, una expresión inseparable del tiempo histórico que vivió Jesús.
La categoría de reino pertenece al lenguaje de su época, y por eso aparece en los evangelios. Sin embargo, para quienes escuchamos hoy esa palabra, resuenan otras realidades: poderes autoritarios, imposición, dominación.
En un contexto global donde resurgen liderazgos que se comportan como reyes sin corona , basta recordar las protestas en Estados Unidos con el lema “NO KING” dirigidas contra modos de ejercer el poder como los de Donald Trump, se vuelve urgente recuperar el verdadero sentido del Reino que Jesús anunció.
El Reino de Jesús no niega el poder humano: lo transforma.
En lugar del poder que genera miedo, sometimiento o violencia, Jesús propone un poder nuevo, profundamente humano y encarnado: el poder de la justicia, la sororidad, la crianza que cuida, el amor que dignifica, la comunidad que sostiene.
Estos son también poderes mundanos, presentes en la vida cotidiana, son la forma concreta en que el Evangelio se vuelve fuerza transformadora.
El Reino no anula la capacidad humana de influir o actuar: la orienta hacia la vida, la igualdad y la paz.
Porque el reino de Jesús nada tiene que ver con el poder que se impone desde arriba. No se construye desde la fuerza, el miedo, la dominación, la discriminación, el sexismo o el clasismo.
Se construye colectivamente desde la solidaridad, la justicia, la igualdad, el amor y la paz, desde una comunidad que renuncia a la lógica del privilegio y abraza la dignidad compartida.
Como dice Pagola, “hemos de aprender a venerar al Crucificado no en un pequeño crucifijo, sino en las víctimas inocentes del hambre y de las guerras, en las mujeres asesinadas por sus parejas…”
Y podríamos añadir: las mujeres víctimas de trata, las personas migrantes criminalizadas, las madres buscadoras que arriesgan todo por encontrar a sus seres queridos, las comunidades sometidas por poderes políticos, económicos o militares que se comportan como “reyes” de facto, incluyendo a niñas, adolescentes y mujeres víctimas de violencia sexual; las trabajadoras del hogar precarizadas e invisibilizadas; personas LGBTQ+ perseguidas o expulsadas de sus familias; personas adultas mayores abandonadas; personas enfermas que enfrentan sus padecimientos sin acceso digno a salud o acompañamiento; juventudes obligadas a militarizar su vida cotidiana por territorios dominados por el crimen; comunidades campesinas despojadas por megaproyectos; infancias que crecen entre violencia estructural y hambre; y comunidades e indígenas desplazadas de sus territorios.
La misión de Jesús no consistió en instaurar un reino al estilo de los poderosos de su tiempo, sino en anunciar un proyecto alternativo de humanidad.
La crucifixión no fue querida ni buscada por Jesús, ni fue un sacrificio para apaciguar la supuesta ira de Dios. Fue la consecuencia trágica de su fidelidad al mensaje que proclamó: la buena noticia para las y los pobres, la libertad para las y los oprimidos, la dignidad para quienes eran descartades.
No lo mataron unos maleantes, sino las autoridades religiosas y civiles que se sintieron amenazadas por un mensaje que desmontaba sus estructuras injustas.
Celebrar a Cristo Rey es reconocer que su soberanía nace de ponerse del lado de las víctimas, y que el poder que Él propone no es el que domina, sino el que levanta, repara y acompaña.
Es afirmar que Dios reina cuando cuidamos la vida y transformamos nuestras relaciones desde la justicia, la sororidad, la igualdad, el amor y la paz.
Porque Cristo no reina dominando: reina sirviendo.
Y su reinado se hace visible cuando nuestros poderes humanos : el cuidado, la sororidad, la justicia y la ternura se ponen al servicio de la dignidad de todas las personas.
Lucha Castro