"Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito. El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias". Sal 51 3.19
Heme aquí,
casi mordiendo el polvo,
mis lágrimas se evaporan ante la inclemencia natural.
Oigo a lo lejos las metrallas,
estoy a punto de fenecer.
Oh Madre/Padre Amor,
tenme misericordia.
Yazco herida y sola,
tengo miedo.
Sé de tu ternura
desde hace tiempo.
Aunque mi rebeldía,
no quisiera confesarlo.
Pero ha llegado el momento
en que me presentaré ante Ti,
e imploro clemencia
y con atrevimiento te digo,
por tu inmensa bondad,
acompáñame en esta amargura.
Quiero tomarte de la mano,
y sentir tu perdón.
Necesito que me escuches
como cuando era pequeña
y confiada juntaba mis manos
diciéndote lo que quería.
La vida me hizo prepotente,
imprudente las circunstancias,
me vestí irreverente con la arrogancia.
Y hoy estoy aquí,
sucumbiendo en esta guerra inútil,
peleando por un pedazo de tierra,
que hemos arrasado,
a la que hemos profanado,
quitándole la vida con la que la enriqueciste,
y nos la donaste en custodia.
Oh Madre/Padre Amor,
"retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas"[i]
y acúname en tu regazo.
Necesito presentarme ante Ti,
limpia de corazón.
¡A Ti el Amor,
clamo, compasión!
[i] Sal 50, 11 https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/salmos/51/