En Magdala, tierra sagrada con un halo de misterio

habitaste, María, mujer de corazón y entrañas valientes.

Tu espíritu encontró en Jesús, tu mejor camino y tu hermoso canto.

Con ÉL fuste melodía especial, íntima, cadenciosa, trémula, armoniosa…

Discípula leal, te prendiste de SU presencia con convicción impetuosa,

caminaste tomada de la mano con SU ministerio,

compañera cercana en lo esencial de cada momento,

formaste vínculos atemporales, humanos, sagrados y perfectos.

En la cruz, tus lágrimas tocaron la más honda dimensión de la tristeza,  

se fundieron con el dolor de tu alma hecha pedazos,

y engendraron en tu corazón el embrión de la esperanza.

Se reveló ante ti la resurrección que hizo girar la historia ante tus ojos.

María Magdalena, testigo primera,

En el sepulcro vacío viste que la gloria que presentías ¡era auténtica y verdadera!

La viste en el aliento renovado de Jesús que de nuevo te llamaba,

La sentiste en las fibras íntimas de su voz donde tu nombre palpitaba.

María de Magdala, mensajera de esperanza,  

Sacudiste a los discípulos con tu convicción honda y luminosa

Y anunciaste la resurrección que ya era para ti divina y palpitante.

Asumiste SU presencia, SU mensaje eterno de amor, de alegría y paz que madura.

María Magdalena, maestra nuestra,

en la teología feminista tu voz está presente y vibrante,

eres inspiración para las palabras, las reflexiones, e iluminas las certezas.

Eres pasión, fortaleza plena, sed de equidad, de verdad, de luz, de amor y de justica.

María de Magdala, hermana nuestra,

Tras las huellas marcadas en tu camino de sororidad/ fraternidad y fe genuina.

María Magdalena, amiga nuestra,

 No nos dejes caer en la tentación de un mundo insensible y desigual.

Síguenos sacudiendo con esa delicadeza tuya que renueva la sed de inclusión,

Bendícenos con tu presencia, símbolo de ternura inteligente.

Que si sea.