Sembraste, a voz en cuello, la simiente preciosa
más las flores de tu boca fueron taladas.
Flores del mal
–dijeron–
Flores de ramera
–dijeron–
y no perfumaron con ellas el altar.
Sembraste, a voz en cuello, la simiente preciosa
más tus pies, hermosos sobre los montes,
no fueron lavados.
María de Migdal,
en ti se cumple la palabra:
Con Cristo estás juntamente crucificada;
más tu boca talada sigue bebiendo vinagre
y hiel.