#8M2024 Mujer, kénosis y subversión en Colombia. Parte I

Mujer, kénosis y subversión en Colombia. Parte I
Mujer, kénosis y subversión en Colombia. Parte I

#MujeresEntreGuerras

El siguiente texto es un apartado de nuestra tesis doctoral titulada El comportamiento de Cristo Jesús (Flp 2, 6-11): solidaridad y esperanza. La muerte de cruz, los crucificados y la propuesta no violenta de Pablo. Lectura desde Colombia. Este texto se encuentra en lo que hemos denominado “Un comportamiento liberador. Los últimos de este mundo”.

Entendemos “un comportamiento” desde Fil 2, 5:“Tengan en ustedes este comportamiento que (era) también en Cristo Jesús”, versículo que introduce el elogio a Cristo y que invita a un seguimiento de Cristo, Cristo sirviendo como modelo para los cristianos de todos los tiempos. Tradujimos el verbo frone,w, no simplemente como un sentimiento, como tradicionalmente se ha interpretado, sino por tener un comportamiento, una conducta, es decir una manera de pensar y de vivir según ciertos principios. El verbo expresa tanto una actividad de la mente como un movimiento de la voluntad, es una espiritualidad puesta en obra, una praxis liberadora según el modelo de Cristo.

Nuestro objetivo es dar una respuesta de esperanza, no violencia y solidaridad tal como lo propone Pablo en el elogio a los Filipenses, actualizando su mensaje en medio de la muerte de cruz que se le impone al pueblo que sufre en Colombia. Pueblo crucificado a través de mecanismos y patrones de violencia como los mal llamados falsos positivos.

Desde Colombia un grupo de mujeres con su dolor y sufrimiento se organizan, luchan, resisten y subvierten un orden patriarcal, violento, armado, que quiere silenciarlas, negarlas, estigmatizarlas, ante los atroces sucesos de asesinatos de Estado que les arrebataron a sus hijos, esposos y hermanos haciéndolos pasar como guerrilleros muertos en combate. Ellas se preguntan, se cuestionan, revelan, hacen públicas estás prácticas que obedecen a un patrón, a una sistemática de muerte y de ataque a la población civil, porque este no fue dominantemente un enfrentamiento entre ejércitos, sino de ejércitos contra civiles. A personas inocentes las asesinaban, les cargaban la culpa (presentados como guerrilleros), y manchaban su nombre inocente con la muerte violenta causando un dolor inmenso en sus familias doble o triplemente víctimas.

La gravedad de estas ejecuciones extrajudiciales es impresionante, deshumanizante, crucificadora; y Las madres de Soacha, como pioneras, junto a otras mujeres organizadas, luchando contra los poderes económicos, militares, y gubernamentales, buscan alternativas a esta crisis de humanidad y espiritualidad, al extenso conflicto armado colombiano, para conocer la verdad, tener reparación, justicia, hacer memoria y no repetición. Ellas se organizan y se comportan como Cristo en su actitud kenótica asumiendo una manera de existir liberadora de la muerte y la violencia, abriendo caminos desde un no aferrarse a los aspectos culturales, sociales y religiosos que buscan la gloria y los honores a pesar de aniquilar la vida de personas, van en contravía de los mecanismos violentos del Estado y de la guerra. Los testimonios de las víctimas nos sitúan frente a unos retos éticos, políticos, sociales muy desafiantes.

Su dolor y sufrimiento es una cruz que transforman en lucha solidaria para levantar al pueblo víctimizado, desfigurado; su resistencia es exaltación a la vida, es decir, en la resistencia de Las madres y las mujeres víctimas del conflicto se percibe una capacidad exhalativa de Solidaridad y Esperanza, de Vida, que no maten más, que se pare la violencia y se escuche la verdad; por eso el elogio se actualiza y se revela en esa actitud kenótica de Las madres de Soacha. Este comportamiento va en contrasentido del Estado Colombiano y sus fuerzas políticas y militares que desde el fenómeno de ejecuciones de Estado a personas inocentes busca y desea el poder, las cifras, los puestos, los honores, las medallas, los premios, las condecoraciones, las vacaciones, el botín, (en una idolatría sacrificial de personas) deshumanizándose en este triste conflicto armado que sacrifica a sus hijos en el altar de la patria. Allí se percibe el harpagmos (Flp 2, 6) al cual Cristo renunció.

El feminismo y la interpretación teológica feminista enriquecen estas luchas y el andar del pueblo pobre que desde la mujer Latinoamérica es paradigma de imitación del ejemplo de Cristo y su kénosis (Flp 2, 6-11). La mujer desde su fe, espiritualidad y praxis evangélica nos sitúa ante los desafíos que nos plantea el mundo actual.

En la carta de Pablo a los Filipenses vemos que, en las primeras comunidades formadas en torno a Jesús, las mujeres tenían una participación central[1]; en el caso de la comunidad de Filipos eran reconocidas como “luchadoras del Evangelio” (cf. Flp 4, 2-3). Pablo ruega a Evodia y a Síntique que se unan, que trabajen juntas, que tengan un mismo comportamiento en el Señor. Ellas lucharon junto a Pablo por el Evangelio. Las mujeres tienen y desempeñan roles de liderazgo en la organización, la concienciación y la resistencia de estas primeras comunidades que Pablo anima y acompaña. En el contexto colombiano es revelador que la unión de las mujeres, en torno al sufrimiento y a la cruz que ha dejado el conflicto armado en sus vidas y en sus cuerpos, esté descubriendo las verdades injustas e incomodas de los perpetradores y victimarios, causantes de tanto dolor, resistiendo las violencias que incluso vienen del mismo Estado que debería cuidarlas como a todos los ciudadanos por derecho, organizando la vida de la comunidad donde muchas veces son utilizadas, maltratadas y excluidas, y sobre todo sanando, perdonando, reconstruyendo el cuerpo herido y violentado en esta guerra causada también por la estructura patriarcal de nuestra sociedad. La espiritualidad de las mujeres que han sido víctimas directas o indirectas de la violencia del conflicto armado ha sido fundamental en la deconstrucción de un país patriarcal que necesita desaprender la guerra y desconvocar los odios, y en la construcción de un nuevo país que quiere aprender la dignidad y el respeto por la vida. Las mujeres que han sufrido violencia, siendo violadas, maltratadas, torturadas, estigmatizadas, que han visto y sentido la muerte de sus hijos, hermanos, esposos, padres, han decidido unirse en torno a la solidaridad de las víctimas sufrientes, generando esperanza y resucitando la memoria de tantas personas que han muerto en este largo conflicto; unidas intentan un país nuevo, son también “luchadoras (feministas) del Evangelio”, luchan por ser y anunciar evangelio = buena nueva. Ellas buscan la esperanza, la no repetición, la consolidación de un cuerpo político, ético, social, público, un pueblo justo en donde todos tengamos la posibilidad de dar y tener vida. En nuestro trabajo destacamos al colectivo madres de Soacha[2] porque reivindican la lucha feminista, en la búsqueda de la verdad en lo que pasó con sus hijos, hermanos, esposos y nietos, en la búsqueda de espacios de escucha, de participación; en sus luchas políticas por enfrentarse al machismo, al poder patriarcal político y social colombiano. Ellas son sujetos y cuerpos políticos que testimonian la solidaridad y la vida en un país en guerra que crea víctimas, las falsifica, que paga el asesinato del inocente como en el mercado se paga un producto para tener reconocimiento, honor y poder. La mujer lucha contra ese ídolo patriarcal.

La Comisión constató la transformación vivida por ellas, gracias a las organizaciones que han florecido a lo largo y ancho de este país. En muchos de esos espacios, las mujeres entendieron que la guerra no era más que un refuerzo del patriarcado, una contribución al gigantesco negocio de la venta de armas; y sobre todo comprendieron que, por el camino de la guerra, no se encontraría en Colombia una salida hacia la recuperación de la dignidad. Paso a paso, ellas se hicieron sujetos políticos y agentes de transformación. En sus recomendaciones, esta sección deja claro el lugar que se han ganado las mujeres organizadas en la tarea de un cambio necesario del país y la cultura colombianos. Las mujeres son fundamentales en la reconstrucción del tejido social; nunca se han rendido y han sido capaces de recomenzar, de recuperar la vida social, a pesar de todo y contra todo. Las organizaciones de mujeres y de lideresas han roto el círculo vicioso de las violencias. Frente a tanta muerte y destrucción, declaran su no contundente a la guerra, su resistencia pacífica y su defensa colectiva de la vida y la dignidad[3].

Las mujeres que en Colombia han sufrido cualquier tipo de violencia física, verbal, sexual, psicológica, social, han sido capaces de imaginar otra realidad, desde su dolor, desde su ausencia, desde su cruz, han llenado de significado la vida, han sido la vida misma gritando en contra de la violencia, la guerra y la muerte en un contexto tan violento como el colombiano. Somos muchos los que caminamos en este territorio y soñamos con un país mejor, más justo, más solidario. Las madres de Soacha, en particular, por ser las primeras en denunciar y organizarse entorno a la búsqueda de justicia, paz y no repetición ante el terrible capítulo de la realidad colombiana, de los asesinatos de Estado, conocidos socialmente como “falsos positivos”, nos inspiran y nos llenan de esperanza debido a que han sacado a lo público, a los ojos de todos una realidad de cruz que estaba matando a los hijos más vulnerables e invisibilizados de los territorios y fronteras existenciales, a seres humanos inocentes en un país que tristemente no garantiza los mínimos derechos de vida. Ellas cuestionan “en medio de una generación perversa y depravada” (Flp 2, 15) ¿dónde están? ¿quién se los llevó? ¿quién dio la orden? ¿estos son sus restos mortales? Gracias a la voz de ellas, a su clamor en medio del dolor para que esta violencia no se repita, para que rompamos la espiral de la venganza y del odio hemos podido vislumbrar la esperanza y creemos que la solidaridad es posible.

Intentamos comparar el elogio de Filipenses (Flp 2, 6-11), con la realidad nacional de conflicto armado en Colombia. Este último apartado está enfocado en descubrir las luchas y resistencias políticas que han llevado principalmente Las Madres de Soacha, y también con ellas todas las mujeres que han sufrido los asesinatos de uno de sus hijos, esposos, hermanos o nietos a mano del Estado colombiano, en las famosas “ejecuciones extrajudiciales” o “falsos positivos”. Estos colectivos feministas, conformados por mujeres madres, hermanas, viudas, lideresas, teólogas, catequistas, campesinas, religiosas, reivindican la centralidad de la mujer, de las víctimas, y de los colectivos invisibilizados por los gobiernos de turno que, asegurados en el poder, la economía, las armas y sus soluciones bélicas amparadas en la doctrina militar (Estatuto de Seguridad de 1978, Plan Colombia de 1999, Plan Patriota de 2002) y las políticas como la de la triste Seguridad Democrática, instaurada en el país en los años 2002-2010 buscan callarlas y silenciarlas en el ostracismo represivo y violento que ha imperado en Colombia.

En este sentido reconocemos que en el conflicto armado colombiano la mujer es sujeto político y fuerza de resistencia ante un Estado patriarcal, vertical y asesino; que su experiencia de abajamiento y de cruz ha sido impuesta por el ídolo del poder y las armas, y sus ideologías de “seguridad” “control” y “orden”; la codicia del tener ávidamente riqueza, honor, prestigio, clase, premios; además de la violencia sexual, ejercida contra el cuerpo de las mujeres que en contextos de conflicto armado son tratados como “arma o botín de guerra”[4] u objeto de consumo sexual. La actitud kenótica de muchas mujeres[5], va en la línea del comportamiento de Cristo Jesús planteado por Pablo en el elogio (Flp 2, 6-11), es decir, la superación del ansia del poder, el rechazo a todo dolor y sufrimiento y la capacidad de establecer relaciones de equidad con todos los seres vivos que desde el abajamiento sufren y padecen esta violencia, incluso hasta la muerte. Amparo Novoa y Olga Consuelo Vélez plantean una relectura de la kénosis en la que esa manera de existir (comportamiento) del Jesús histórico es fruto de una libertad personal,

Por tanto, la kénosis supone una identidad personal auténtica que pueda elegir y libremente entregarse por amor a los otros. En ese sentido, el fruto de ese abajamiento ha de ser la mayor vivencia de la dignidad personal, el reconocimiento del valor y sentido del amor que se vive libre, total y enteramente. El significado literal del verbo kénóo, vaciar, nos habla de esa primera actitud para llevar a cabo la reflexión de una teología feminista integral. Sin un vaciarnos efectivamente de todos los constructos culturales que han configurado nuestra cultura, es imposible vislumbrar las posibilidades de esta tarea[6].

Desde este comportamiento liberador que parte de Jesús y su movimiento kenótico se entiende la dinámica de la subversión de los anti-valores en una contra-cultura de la violencia y la crueldad que deshumaniza y destruye al ser humano. Las mujeres lideran esta subversión en la sociedad desde sus luchas solidarias, desde su koinonía expresada en colectivos, búsquedas, denuncias, arte, cultura, conversaciones, tejidos, diálogos, y pedagogías para revertir la historia del dolor y de la cruz, para generar conciencia de vida y para que nunca más vuelvan a suceder estos casos de perversión humana.   

El llamado que hace Pablo a los hermanos de la comunidad de Filipo y hoy a nosotros es a tener el mismo comportamiento de Jesús de Nazaret “Cristo de nuestra fe” y ese comportamiento radica en el despojo, en el abajamiento, y en la kénosis de Dios mismo en Cristo. El cual siendo de condición divina no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que, por el contrario, se despojó de esta condición divina tomando la condición de siervo (esclavo), el último estrato de la sociedad de su tiempo y de nuestro tiempo… pasando inadvertido como uno de tantos. Se humilló así mismo, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, y fue asesinado como el peor de los malhechores. Este anonadamiento le valió la exaltación de Dios quien lo puso por encima (lo exaltó), de toda creación honor y gloria y le dio el nombre sobre todo nombre, de modo que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos y toda lengua proclame que Cristo Jesús es señor para gloria de Dios Padre.

Es a la luz de esta realidad histórica realizada en la persona de Jesús de Nazaret, abajado, crucificado y exaltado; que desde su condición humana llevada a la plenitud intentamos hacer un acercamiento a los asesinatos de Estado en Colombia, conocidos como ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos. Son Las madres de Soacha, víctimas de estas políticas sistemáticas de muerte, quienes después de buscar entre los muertos, los rostros y los cuerpos de sus hijos destrozados por las armas criminales de las fuerzas armadas del país, dieron el primer paso para denunciar este tipo de barbarie y poner un alto a la sistematicidad del horror que se vivía al interior de las fuerzas militares, ejecutoras de las órdenes, y organizadoras del desorden del poder, de la codicia, y la violencia[7]. El Ejercito Nacional, ansioso de escalar puestos (cursus honorun), ganar méritos, ascensos, entrega de “premios, distinciones o estímulos” incluso vacaciones y descansos a merced de la vida de hombres y mujeres inocentes, presentaba ante el Estado a sus víctimas como fruto de su celo por una nación en paz, a sabiendas de la inmensa mentira que se escondía tras la apariencia de su lucha aguerrida contra lo que el gobierno de turno llamaba: “los bandidos enemigos de la patria”[8]. Las madres de Soacha hacen memoria, reconfiguran su dolor, viven el duelo por sus hijos y se levantan del sufrimiento como símbolos de esperanza y de vida para testificar que los nuevos crucificados inocentes de hoy, igual que el humano Jesús, no están muertos, ellos viven en el corazón de su pueblo, representado en sus madres, hermanas o esposas para restaurar el respeto por la vida, para buscar la verdad de lo que sucedió, para restablecer justicia y exigir reparación y no repetición de estos horrendos crímenes de Estado; para proclamar que la muerte no tiene la última palabra y que sus hijos asesinados vilmente, se levantan como Jesús y están vivos en sus luchas y en su solidaridad por un país justo, incluyente y respetuoso de la vida humana.

La Comisión de la Verdad indica que las víctimas de estos asesinatos eran el pueblo pobre y vulnerable. Una madre de Soacha dice: “este es un `crimen de clase´ porque ejecutaron a muchachos pobres, campesinos y campesinas a los que nos queda muy difícil, pero no imposible, luchar contra un Estado criminal”[9].

Las víctimas de estos hechos fueron campesinos, indígenas, afrodescendientes, líderes sociales y políticos locales, menores de edad, personas con alguna discapacidad física o mental, trabajadores informales, desempleados, farmacodependientes, habitantes de la calle, personas desmovilizadas, miembros de grupos armados que se encontraban por fuera de combate, integrantes de la fuerza pública que se negaron a ser parte de ese plan criminal y habitantes de las periferias de las ciudades y de zonas medianamente pobladas del país en donde se alimentan círculos de pobreza y exclusión[10].

Insistimos en que Las madres de Soacha como colectivo nacen a partir del descubrimiento de los asesinatos de Estado conocidos socialmente como “falsos positivos” en 2008 en la ciudad de Ocaña, en Norte de Santander; liderado por un grupo de madres, entre las cuales destaca Luz Marina Bernal, madre de Fair Leonardo Porras[11].

En 2010 nace MAFAPO, (Madres de Falsos Positivos) asociación que agrupa a las madres y familiares de 19 asesinatos extrajudiciales, 14 de Soacha y cinco de Bogotá. Esta asociación está liderada por Jaqueline Castillo Peña, representante legal. El colectivo se acoge al mandato de la Comisión de la verdad en octubre del 2016 y manifiesta la importancia de conocer la verdad y a los responsables de los crímenes.

Jaqueline Castillo Peña expresó en el encuentro por la verdad sobre “falsos positivos”, desarrollado en la plaza principal de Soacha el 10 mayo de 2022, que la muerte de Jaime Castillo Peña, su hermano, ha causado un inmenso dolor en la familia, y que es gravísimo que el Ejercito que está para cuidar la vida de las personas en el país sea quien se las está quitando. Esto dijo

Me di la tarea de buscar a las madres de Soacha y emprender esta lucha, buscando justicia, buscando verdad, buscando garantía de no repetición. Creo que trabajar como colectivo ha sido bastante importante, sabíamos que una lucha individual no tendría la misma fortaleza que trabajando en grupo, como colectivo. Trabajando a través de la pedagogía, del arte, de los tatuajes, del tallado en la madera. Hoy 14 años después podemos decir que hemos sanado a través del arte, que es importante conocer la verdad, reconciliarnos, buscar estos caminos de no repetición. Importante dejar un mejor legado para nuestras próximas generaciones[12].

Las madres de Soacha han sido fundamentales para visibilizar estas atrocidades ante la sociedad colombiana y denunciar a los responsables. Han abierto el camino hacia la búsqueda de la verdad, la reparación y la no repetición de estos actos asesinos y criminales. Son muchas las mujeres y familias que han sufrido los asesinatos de Estado en Colombia y se han unido poco a poco, a lo largo y ancho del país para manifestar su solidaridad con este colectivo de madres que dieron el primer paso, a pesar de las amenazas, las injurias[13], el descredito, la violencia y también para reconocer su propia victimidad y unirse en la lucha que implica esta decisión social, política y espiritual para el país. La koinonía en la búsqueda de salidas y respuestas al dolor y el sufrimiento, la solidaridad en la lucha y el combate de estas mujeres es de un alto grado evangélico, de un comportamiento liberador ejemplar. En la carta a los Filipenses, Pablo expresó esta unidad en el evangelio cuando llamó a Evodia y a Síntique sunaqle,w, “compañeras de lucha” (4, 2-3), y sugiere un combate conjunto contra un enemigo común, la rivalidad y la división. En este caso el poder violento y divisor de un Estado asesino, patriarcal y dominador de todas las instituciones, medios de comunicación, fuerzas militares y políticas contra unas mujeres, por lo general madres cabeza de hogar, con bajos recursos económicos, amas de casa, campesinas, unidas y solidarias que reclaman justicia para sus seres queridos.

Alejandra Miller Restrepo, una de las comisionadas, al cierre del encuentro por la verdad sobre “falsos positivos” que organizó la Comisión de la Verdad, sintetizó de la siguiente manera la lucha y persistencia de las mujeres que han logrado politizar y colectivizar su dolor y su acceso a la justicia, a la verdad y a la reparación en un país como Colombia. 

Un homenaje a la lucha y a la persistencia de las mujeres. Si bien las principales víctimas de las ejecuciones extrajudiciales han sido hombres, las mujeres, madres, hermanas, esposas e hijas han sido quienes han politizado, colectivizado su dolor y el acceso a la justicia a la verdad y a la reparación. Es importante reconocer que significa que sean las mujeres y especialmente las mujeres en sus roles de madres, quienes se dan a la tarea de la búsqueda de la verdad y de la justicia, pues hay una relación de feminización de estas victimizaciones indirectas, que acaba configurando afectaciones particulares, incluso en sus propios cuerpos y su salud. Por lo anterior resulta fundamental abordar el fenómeno de las ejecuciones extrajudiciales con un enfoque de género, pues los impactos que han vivido las mujeres trascienden el ámbito privado e individual y se reflejan en el cambio de dinámicas familiares, pérdidas económicas y en algunos casos en la ruptura de lazos de confianza con la comunidad. La denuncia frente a los medios de comunicación y el trabajo pedagógico realizado por las integrantes de MAFAPO permitió que otras víctimas reconocieran similitudes con lo que les pasó y buscarán apoyo para denunciar lo sucedido con el fin de que haya justicia, verdad, reparación y no repetición. Algunas de las integrantes de la organización también han salido del país y han visibilizado estos crímenes a nivel internacional. Desde el año 2008 han seguido encontrándose en plazas públicas, en universidades, en colegios, en foros nacionales con víctimas de ejecuciones extrajudiciales, en lugares de memoria o en el costurero de la memoria[14].

[1] “La hermenéutica feminista […] ha mostrado también cómo la presencia de la mujer en la primera comunidad cristiana no fue totalmente secundaria, sino que participó del grupo de los seguidores de Jesús de muchas y variadas maneras: no solo como seguidoras del camino o testigas de la resurrección sino también como pertenecientes a las primeras comunidades cristianas y, en algunos casos, animadoras y diaconisas, apóstolas y evangelizadoras de las mismas”. Novoa y Vélez, “La categoría Kénosis”, 163-164.

[2] Bajo este nombre se reconoce a un grupo de mujeres del municipio de Soacha, en Cundinamarca, población aledaña a Bogotá, cuyos hijos, hermanos y esposos (19 jóvenes) fueron sacados de sus casas, reclutados bajo el engaño de un trabajo y conducidos al departamento de Norte de Santander, en la provincia de Ocaña, puerta de la Subregión del Catatumbo (región-población estigmatizada “por ser territorio guerrillero”). Una vez allí, fueron entregados al Ejército Nacional quien los fusiló, los vistió con prendas de la guerrilla y los presentó ante la Nación como guerrilleros muertos en combate. Las madres de Soacha comienzan a organizarse en el 2008, para luchar por la búsqueda de la verdad, por devolverles a sus hijos la dignidad perdida y por exigir justicia, reparación y no repetición, ante la desaparición forzada, tortura y ejecución extrajudicial de sus hijos. Esto “en un contexto social y político atravesado por un conflicto armado donde se origina una sistemática vulneración de los derechos humanos de la población civil, con un fuerte impacto de género”. Véase, Karen Pérez Ascencio, “Las Madres de Soacha. El nacimiento de una identidad femenina en el marco de la política de seguridad democrática en Colombia (2002-2010), (La Plata: Universidad de la Plata Tesis de grado, 2021), 3.

[3] Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No RepeticiónHay futuro si hay verdad. Informe Final. “Mi cuerpo es la verdad. Experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado”. (2022):  30.

[4] Véase Olga Consuelo Vélez Caro, “La cruz de Cristo y la violencia sexual contra las mujeres en contextos de guerra”, Horizonte no. 39 (2015): 1206-1236. “La violencia sexual que, en el caso particular de Colombia, se ha hecho arma de guerra para vencer al enemigo. Una violencia sexual que se ha silenciado culturalmente y sólo ahora, con ingentes esfuerzos, comienza a salir a la luz. Las religiones y, particularmente, la experiencia cristiana, no puede ser ajena ello, porque el cuerpo de las mujeres crucificado como el de Jesús, ha de ser símbolo de resistencia y compromiso inaplazable en la búsqueda de caminos de resurrección,”1232-1233.

[5] Para identificar las posibilidades en la articulación entre teología feminista y kénosis en vista a una realización integral de las mujeres, véase Novoa y Vélez, “La categoría Kénosis”, 159-190.

[6] Novoa y Vélez, “La categoría Kénosis”, 183.

[7] Para profundizar el tema de las responsabilidades de la fuerza pública en el conflicto armado véase Carlos Wladimir Gómez Cárdenas, Terrorismo de Estado en Colombia el caso de los falsos positivos. Unsam-conicet. En línea https://colombiadesdeafuera.files.wordpress.com/2010/04/gomez-cardenas-terrorismo-de-estado-en-colombia1.pdf  La Comisión de la verdad tiene una sección dedicada a los casos más tristes y dolorosos del conflicto armado en Colombia llamada “Casos”, para nuestro tema, véase Caso: Ejecuciones extrajudiciales en línea http://comisiondelaverdad.co/caso-ejecuciones-extrajudiciales “Los principales responsables políticos y éticos son el Gobierno Nacional y el Ejército Nacional del periodo analizado (2002-2008). Sin embargo, la Comisión constató que en estos hechos se consolidó un entramado de actores estatales y no estatales con diferentes niveles de jerarquía, participación, responsabilidad y de relacionamiento con el Ejército y el Gobierno. Algunos de los actores estatales fueron parte de otros sectores militares como el Gaula militar y la Armada Nacional y otros, fueron miembros de sectores no militares como la Policía Nacional; las direcciones seccionales del entonces Departamento Administrativo de Seguridad (DAS); la Justicia Penal Militar; la Fiscalía General de la Nación y el Consejo Superior de la Judicatura, entre otros. Algunos sectores no estatales fueron miembros de empresas multinacionales, grupos paramilitares y de delincuencia común, así como personas particulares,” 9. También véase Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. Hay futuro si hay verdad. Informe Final. “Hasta la guerra tiene límites: Violaciones a los derechos humanos, infracciones al derecho internacional humanitario y responsabilidades colectivas”. (2022): 883-890; 1019-1022.

[8] Véase Álvaro Uribe, “Discurso ante las tropas en la transmisión de mando”, Bogotá noviembre 11 del 2004, citado por Rafael Ballén, en su artículo “Derecho y realidad” La pequeña política de Uribe y sus grandes simulaciones. Número 14, (2009): 66.

[9] Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. Hay futuro si hay verdad. Informe Final. CASOS. “Caso. Los `falsos positivos´. Ejecuciones extrajudiciales,” 11.

[10] Ibíd., 11.

[11] Luz Marina Bernal “fue invitada a presenciar las negociaciones de paz en la Habana y fue nominada al Premio Nobel de Paz en el 2016. Pero estos reconocimientos no han sido suficientes y Luz Marina continúa haciendo activismo y buscando esclarecer la muerte de Fair Leonardo. Su última acción corresponde a una demanda a la JEP en la que le exige a la misma institución la expulsión de Alexander Carretero, asesino de su hijo. Ella argumenta que este no cumple con los requisitos para hacer uso de los beneficios de la organización. Así como en esta, Luz Marina se ha visto envuelta en varias luchas que la mantienen en pie, con el fin de hacer justicia total” en

 https://cienciassociales.uniandes.edu.co/historias-de-vida/luz-marina-bernal-una-lucha-interminable/. Una de sus frases más conocidas en el país es: “Mientras yo hable, mi hijo estará vivo, estará en la memoria de todo el mundo. Yo parí a mi hijo, pero mi hijo me parió para una lucha, para toda la lucha de un país”, dice esta madre, que siempre reconoce que aún faltan muchos casos por resolverse. Para tener una percepción global del liderazgo y lucha de Luz Marina Bernal, véase Esther Rebollo, Ander Izaguirre, Víctimas, pero no por siempre, (Bogotá: Icono Editorial, 2016), en el capítulo 1. “Mujeres denunciando los abusos, defendiendo sus derechos”. Así se fabrican guerrilleros muertos, 9-21. Reportaje publicado también en la sección digital “Planeta Futuro” del diario El País (España), el 26 de marzo de 2014 en https://elpais.com/elpais/2014/03/06/planeta_futuro/1394130939_118854.html

[12] Las Madres de Soacha participan en encuentro por la verdad sobre “falsos positivos”. El Espectador. Véase testimonio en https://www.youtube.com/watch?v=BM3hJXJO3WA, (2h:05 min).

[13] Gran parte de la sociedad colombiana y muchas instituciones políticas, militares y religiosas les dicen a Las madres de Soacha y a todas las mujeres que en Colombia se unieron a ellas como víctimas de asesinatos de Estado, en la búsqueda de la verdad, justicia, reparación y no repetición que eran “mentirosas”, y sus casos particulares y colectivos era una “trama inventada”, que eran “habladoras”, “víboras”, y “locas”. Al respecto, no podemos dejar de mencionar la idea de “Pablo y el juego de la locura”, que desarrolla Franz Hinkelammert, La maldición que pesa sobre la Ley. Las raíces del pensamiento crítico en Pablo de Tarso. (San José: Editorial Arlekín, 2010), sobre todo el capítulo 1. El juego de las locuras: Ifigenia, Pablo y el pensamiento crítico. “Cuando a partir de los siglos III y IV d.C. se impone la ortodoxia -el terminador del cristianismo-, se margina la interpretación paulina de la crucifixión y sus responsables. Cuando se cristianiza el imperio, el imperio imperializa al cristianismo. La interpretación de parte de Pablo se hace insoportable, si los jefes de este mundo y sus leyes, que incluyen al propio emperador, son los responsables de la crucifixión de Jesús… Pablo denuncia a los crucificadores, que son los jefes de este mundo. Pero les concede que actúan según en nombre de la ley… La Iglesia institucional no sabe qué hacer frente a figuras como Romero o el grupo de jesuitas asesinados por el gobierno salvadoreño en 1989. Tiende más bien a interpretar el asunto como consecuencia del hecho de haberse metido en política. Por tanto, no los reconoce como mártires, en cuanto su muerte no ocurre por un asunto `religioso´. Estas iglesias no conocen lo que Pablo llama la `locura divina´. Se han hecho `sensatas´,”41.54. Hay todavía en Colombia personas (incluso de Iglesia) que niegan esta realidad. El negacionismo del conflicto, de los asesinatos de Estado y de otros vejámenes de la guerra es manejado dentro de ciertos círculos políticos, sociales, virtuales y eclesiales para mantener un Estado, con sus instituciones, sólido y dominante, incuestionable, incorruptible, actuando según “el nombre de la ley”, “sensato”, pero que tiene pies de barro y poco a poco la “locura de unas mujeres” va derrumbando, deconstruyendo, subvirtiendo, transformando desde abajo.    

[14]Madres de Soacha participan en encuentro por la verdad sobre “falsos positivos”. El Espectador. Véase https://www.youtube.com/watch?v=BM3hJXJO3WA

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