Una persona fue capaz de pedir clemencia y perdón por los habitantes de dos ciudades. Ciudades donde reinaba la maldad, la injusticia. Habitantes que merecían el castigo incluso de Dios. Pero, una persona, Abraham fue capaz de interceder por esa minoría de habitantes justos, que vivían en paz. Esa pequeña minoría hubiese sido la verdadera salvadora del resto de los habitantes.

La fuerza de la minoría cuando vive la fuerza de la paz, la bondad, a pesar de estar rodeada por el Mal. Una minoría que se siente sostenida por Dios. La fuerza de la salvación está en lo pequeño, en esos pequeños gestos tal vez inapreciables para otros pero que sostienen esa red, esa matriz amorosa que todo lo envuelve.

Abraham ruega y es escuchado.

Actualmente, en el mismo contexto geográfico, un pueblo inocente es destruido, aunque la mayoría de la población sufre el castigo que deberían recibir los verdaderos autores de los crímenes cometidos. Son muchos los habitantes del mundo entero que ruegan piden clemencia para el pueblo Palestino, expresando su solidaridad con las verdaderas víctimas de este genocidio.

Sigamos intercediendo por las personas inocentes y denunciando a los opresores.

María Pizà.