#LectioDivinaFeminista Santísima Trinidad

| Mª Luisa Paret García
(Buscamos el momento y el lugar adecuados en este tiempo de gracia y oración. Podemos encender una vela, colocar un icono de la Trinidad, la Biblia o el Evangelio…)
Nos preparamos a escuchar la Palabra. Hacemos silencio exterior e interior. Acompasamos la respiración unos minutos inhalando y exhalando lentamente. Relajamos todas las partes de nuestro cuerpo.
Abbá Dios de misericordia y bondad, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres y mujeres tu admirable misterio, concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad indivisible. Por nuestro Señor Jesucristo.
- Lectura creyente (Lectio).Leemos el evangelio saboreando la Palabra y descubriendo el mensaje de fe que guarda el texto bíblico.
- Meditamos la Palabra (Meditatio). ¿Qué me dice a mí, personalmente el Evangelio leído? ¿Cómo lo vivimos en nuestra familia, grupo, parroquia, comunidad…?
- Oramos con la Palabra (Oratio). En silencio, entramos en conversación personal con el Señor. Podemos compartir lo orado en el grupo, con la comunidad.
- Contemplamos al que es la Palabra (Contemplatio). Contemplo a Jesús: en el trasfondo de esta escena. La presencia del Espíritu muestra su voluntad de acompañar nuestra existencia para no dejarnos solos.
- Vivimos la Palabra, compromiso (Actio). Acoger este Espíritu Ruah es una respuesta afirmativa a su amor y conducea la escucha, a la búsqueda, a la comunión. Confesar nuestra fe en el Dios Trinidad es entrar en ese movimiento divino de relación amorosa hacia él, hacia los hermanos/as y hacia todas las criaturas.
Santísima Trinidad (C) (Jn 16,12-15)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos y discípulas:
- - Mucho me queda por deciros, pero no podéis con tanto ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará en su nombre, sino comunicará lo que le digan y os interpretará lo que vaya viniendo. Él manifestará mi gloria, porque tomará de lo mío y os lo interpretará. Todo lo del Padre es también mío, por eso digo que tomará de lo mío y os lo interpretará.
Palabra de Dios.
Reflexión
Hablar de la Trinidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo es algo conceptual, abstracto, que nos remite a ‘códigos cifrados’, es decir, formulaciones que requieren ser abiertas y traducidas de nuevo. Son símbolos que se refieren a las experiencias de la vida que han sido olvidados o absolutizados, dentro de un discurso eminentemente masculino que no conecta con nuestras vivencias; por eso debemos hacer un esfuerzo de comprensión e interpretación diferente[1]. Las relaciones: ‘tres personas distintas y un solo Dios’, que aprendimos en el catecismo y en nuestra tradición, podemos afirmarlas de otro modo de acuerdo con nuevas percepciones e intuiciones. Se trata de superar una visión jerárquica y teocéntrica del mundo para avanzar en profundidad.
Una teóloga norteamericana[2], decía con ironía, que hemos reducido la Trinidad ‘a un anciano, un hombre joven y un pájaro’. Se trata de recuperar una experiencia de Dios más honda para que emerja su extraordinaria riqueza. Es preciso captar cuál es la experiencia fundamental que subyace de la afirmación cristiana de que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta perspectiva crítica no significa el menosprecio de nuestro pasado cristiano que, a pesar de las limitaciones y condicionantes humanas, ha intentado establecer relaciones de justicia, amor y compasión entre pueblos y personas.
El evangelio de Juan nos acerca al misterio de la profundidad de nuestro ser. A esa hondura infinita y a ese fondo inagotable de nuestro ser se refiere la palabra ‘Dios’. Porque Dios significa eso: la profundidad de nuestra vida, la fuente de nuestro ser, de nuestro interés último. En el fondo íntimo de cada persona se experimenta una apertura de su ‘yo’ a un ‘tú’ personal y al ‘nosotros’ que surge de ese encuentro. Así llevamos impreso en nuestro Ser original la imagen de la Trinidad. Lo que percibimos en nosotros/as no es sino un pálido reflejo de Dios, somos sus hijos e hijas y llevamos una señal que es trinitaria. ‘Nosotros/as no generamos la Luz, solo somos los rayos de ese gran Brillo’ (K. Gibran).
Es sabido que el número tres indica pluralidad; es símbolo de inagotable riqueza y universalidad. La vida es múltiple, diversa, creativa y en constante evolución. De ahí la simbología de la multiplicidad/unidad.
La Trinidad no es una fiesta dedicada a Dios, sino que celebramos que Dios es el regalo del Amor (en mí) cada día. El dogma de la Trinidad tenía que habernos liberado del Dios Poder y habernos lanzado al Dios Amor. El Dios todopoderoso es lo contrario del Dios Trino. Dios es Amor (1 Jn 4,7-16). Solamente en la medida que seamos capaces de amar, podremos conocer a Dios. La Trinidad nos muestra que sólo vivimos, si convivimos en fraternidad, en sororidad.
La Trinidad no es un dogma para creer sino la base de nuestra experiencia cristiana: una aproximación del misterio Trinitario. Lo verdaderamente esencial es la necesidad de vivir esa presencia de Dios en el interior de cada persona. La Trinidad quiere expresar el misterio del Amor-Vida misma de Dios que se nos comunica, que emerge en la conciencia de cada persona y que se vive en comunidad.
No debemos pensar en tres personas cada una separada de las otras dos. Nuestra relación será siempre con el DiosUNO. Cuando hablamos de cualquiera de las tres personas relacionándose con nosotros, estamos hablando de Dios. Ni el Padre sólo crea, ni el Hijo sólo salva, ni el Espíritu Santo santifica por su cuenta; todo es siempre ‘obra’ del Dios Uno. Y, aun así, nos será imposible comprender el misterio inefable que encierra la creación.
Pero ¿a qué experiencia humana corresponde el discurso sobre la Trinidad?
Expresar de forma sencilla y comprensible las experiencias que son realmente significativas para nuestra vida. En ellas es donde se expresa nuestra fe, nuestros anhelos más profundos, nuestro compromiso, nuestra solidaridad. Suponen también reconocer la lucha por la supervivencia, el sufrimiento, la discriminación, la opresión, el dolor de la diferencia, la ambición y los obstáculos que vamos poniendo en las relaciones humanas levantando barreras de todo tipo.
A partir de estas, imaginamos a Dios como diferente, superior a esa limitación que nos constituye. Buscamos un Dios Uno que unifique toda esa diversidad que nos desborda. La Trinidad es expresión de la dolorosa historia humana, pero es una Trinidad unificada, anhelo de armonía y comunión con todo lo que existe o expresión de un mundo transformado en el cual toda lágrima será enjugada y finalmente Dios, o sea el Uno, el Amor, será todo en todos.
Descubrir en nuestra experiencia cotidiana el fundamento de nuestra imagen de Dios. La Trinidad que amamos nace de nuestra propia experiencia humana, de nuestras entrañas, aunque sea infinitamente mayor que ella. No es algo que está fuera de nosotros. Existimos en ese gran misterio divino, lo que conocemos es sólo lo que experimentamos e intentamos interpretar buscando su sentido, su significado. En otras palabras, somos diversas manifestaciones de una única consciencia Divina. Intuimos una profundidad infinita, sin fondo. A ese fondo inagotable de nuestro ser se refiere la palabra Dios Trinidad.
Nos sabemos habitadas y sustentadas por una Presencia, por la permanente acción creadora de Dios en nuestro mismo Ser. Misterio inefable que todo lo llena, todo lo abarca. Lo contemplamos desde la perspectiva del amor, del encuentro que nos nutre, que nos impulsa a experimentarle como familia, comunidad, don de sí mismo, fuente de vida y de gozo, Trinidad: Padre-Madre, Hijo y Espíritu Santo. Estamos hechos/as para el encuentro y la comunicación.
La experimentamos como Padre-Madre que nos trasciende y en esa trascendencia completamos nuestra imagen de Dios. Como Divinidad a nuestro lado presente en el/a otro/a, en los demás. Como Dios en mí, fundamento de mi propio Ser. “Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os irá guiando hasta la verdad plena”.
Vivimos la Palabra. Compromiso.
La verdad plena está en el amor concreto y profundo, en la apertura sin reservas al ‘tú’ personal, al ‘vosotros/as’ y al ‘nosotros/as’ de la comunidad. La vida del creyente consiste en saber rastrear las huellas de la comunidad trinitaria a través de toda la creación y de todos los acontecimientos históricos.
Acoger este Espíritu conduce a la escucha, a la búsqueda, a la comunión. ¿Cómo lo vivo?, ¿qué testimonio doy en mi entorno más cercano, en mi comunidad?, ¿cómo lo alimento en mi vida personal? ¿Qué ha cambiado en mí, en relación con la Trinidad misericordiosa?
En definitiva, contemplar y seguir tejiendo, aquí y ahora, Trinidad en la tierra, entre pueblos y culturas, en las relaciones humanas, en cada persona…
“Construir relaciones interpersonales donde prime la confianza, la libertad, el respeto, la escucha, la comprensión y el diálogo… desde la circularidad, la sororidad” (Yolita Olivera). “Reformas que posibiliten dinámicas liberadoras… desde la equidad como respuesta al derecho de participación igualitaria que otorga la común dignidad recibida en el Bautismo” (Luz Milena Jiménez). “Aprender a perdonar para poder resucitar” (María Pizá). “Escuchar y sanar las heridas… que han hecho oídos sordos al clamor de la tierra y a la violencia ejercida contra las mujeres” (Martha Eugenia).
Celebración. Poema S. Juan de la Cruz.
(Copla hecha sobre un éxtasis de alta contemplación. Anterior a 1584)
“Entréme donde no supe,
y quédeme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.
Yo no supe dónde entraba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida (vía recta),
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo
toda ciencia trascendiendo.
Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
El que allí llega de vero
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece,
y su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.
Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía:
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer,
que no llega su saber
a no entender entendiendo
toda ciencia trascendiendo.
Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que le puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.
Y si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal Esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.”
Música:
Taizé. Ven Espíritu de Dios https://youtu.be/1G6RHm11AEA?si=YuTXSlh-3HMdCBwT.
Ain Karem. Ruah. CD ‘Alégrate’ https://youtu.be/HCtwvIyrFSk?si=n5I_lbO44mdW148K
Imagen de la Trinidad de terracota. Para saber más de ella, entra aquí https://docs.google.com/document/d/1V0bXjMMLCcKNZFPiaVXWyL4xQ2CGxHTK/edit?usp=drive_link&ouid=100300349108964792118&rtpof=true&sd=true

[1] Ivone Gebara, Teología a ritmo de mujer, San Pablo, 1995
[2] Sandra Schneiders