#pentecostés TEMPLOS VIVOS DE LA RUAH DIVINA

| Martha Eugenia, Mujer Mariposa
Espíritu Santo, ven, ven
Acompáñame, ilumíname
Espíritu Santo, ven, ven
Purifícame, renuévame
Espíritu Santo, ven, ven
Este canto es de adoración que se hace entre los que invocamos a la Ruah divina, así como es uno que se canta específicamente en la celebración de Pentecostés, recordando las palabras de Jesús a sus discípulos: "Les he dicho estas cosas estando con ustedes. "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy; yo no sé las doy como el mundo la da. No se turbe su corazón, ni tengan miedo" Jn 14:25-27.
Los discípulos eran MUJERES y hombres que habían convivido con Jesús, creyeron en lo que les había enseñado y fueron preparados por Él mismo, para ser sus testigos después de que padeció, murió y resucitó entre los muertos.
Pero al fin, como todos los seres humanos con sus limitaciones, no obstante confiando en el Señor, sabedores que sus promesas se cumplirían aunque no entendieran el cómo y el cuándo y tuvieran miedo.
Así que en Pentecostés cuando se posa la Ruah divina en ELLAS y ellos, se les abre el entendimiento y sienten la fuerza divina habitándolos.
Esto que expreso no es solo repetir la enseñanza catequética que se nos da, no, es testimoniar de forma fehaciente lo que he vivido.
Luego cuando Pablo dice: "Son templos vivos del Espíritu Santo" 1Cor 6:19a. Es otro recordatorio de que al ser bautizados en el nombre del Señor, podemos optar por ser sus discípulos, más con la certeza de que a través del sacramento de la confirmación, habita ya en cada uno de nosotros la Ruah celestial y se nos capacita para vivir como tales.
Por eso ahora, con un poco más de dos mil años después, necesitamos que cualquiera lo sepa; los que ya somos bautizados y confirmados, recordarlo y vivirlo continuamente. Eso implica que ante tanta injusticia en el mundo, necesitamos alzar la voz, compartiendo el mensaje de esperanza que Jesús nos dejó a todos aquellos que lo seguimos, pero además estar ciertos que la fuerza de lo alto, la Ruah divina mandada por la Madre/Padre celestial habita en nosotros y nos da una serie de dones o regalos por conocer y luego trabajando en ellos, ponerlos al servicio de los demás, dentro de la temporalidad que habitamos.
En este quehacer del mandato apostólico hay infinidad de cosas por hacer, especialmente con y por los más desprotegidos y menos tomados en cuenta, a decir: las MUJERES, los niños, los ancianos y los enfermos.
Y quien mejor que la MUJER, que desde milenios atrás ha vivido la injusticia y menosprecio a su ser dada por el patriarcalismo, que necesita capacitarse para enseñar a otras y actuar acorde a los valores evangélicos para que las otras se sientan como lo que son, amadas por la Madre/Padre celestial desde la eternidad, habitadas por la Ruah divina con la capacidad fortalecedora que poseemos y que Jesús nos vino a enseñar. Es decir al ser moradas de la Trinidad, es nuestro derecho y obligación, actuar y ser tratadas como templos vivos de la Ruah divina, responsabilizándonos en promover este conocimiento y ponerlo en práctica en la vida cotidiana, sirviendo a las demás y a los otros. Esto es tarea toral, que conlleva la responsabilidad de recordar que en Pentecostés, había MUJERES y hombres y les fue dado la Ruah divina por igual.
Martha Eugenia,
Mujer Mariposa.