#añonuevo2024 MI VIDA, UN ABROJO
| Martha Eugenia, Mujer Mariposa
Apenas amanece, es el último día del año y hago un inventario de los pasados 364 días, vividos. Mi existencia, con contrastes como la planta de un abrojo espinoso floreciendo.
Sus floraciones delicadas y coloridas sobre una vara espinuda con tanta resistencia que pueden traspasar una llanta de bicicleta, y al mismo tiempo atraer a mariposas y abejas para libar su néctar.
Ayer, terminé de llorar una pérdida, apenas hace dos semanas empecé a llorar por otra. Y entre una y otra, los avatares compartidos de otros tres amores. Que dentro de sus decires, están: eres mi amiga, tú me escuchas. Mientras mi vida como si fuera entre una montaña rusa, rodeada de mis propios y gigantescos abrojos espinosos, durante todo este año, presentando mis retos personales.
Hace muchos años, me di cuenta que a las personas les era usual contarme sus penurias más intimas. Llegó un momento en que ya no quería ni verlas porque sentía que cada plática era como una losa más pesada que iba aplastando mi espalda más y más, oprimiéndome en la desventura. Las propias, apenas si las toleraba, entonces me preguntaba, qué veían en mi, para hacerme tales confidencias. Pasaron los años, y en un encuentro personal con el que con amor eterno nos ha creado, le dije de este pesar. Y, oh sorpresa, me dijo: No las cargues tú, pero si escúchalos, y dámelas a Mí. Te enseñaré cómo.
Algunas cosas, me cuestan trabajo de aprender y realizar, por ejemplo perseverar en el amor y empatía por los demás, empezando hacia mí misma.
Al ver a los abrojos espinudos, que los hay por todos lados, especialmente en los ambientes olvidados, pero si se observan en forma detenida, hasta sus espinas tienen bellas formas y qué decir de lo delicado de sus racimos florales donde sorprende, ver a los insectos libando para vivir. Entonces me cuestiono, si ellos promueven la vida, en ambientes, secos, abandonados, a las orillas del camino, en lugares inhóspitos, qué tengo que hacer yo, que soy creación a imagen y semejanza del Amor al lado de otros como yo.
Por lo que me acojo al Maestro, le presento mi fragilidad que por supuesto conoce y aún con lágrimas, le digo: Aquí estoy, dime qué quieres de mí. Aunque a veces pienso, basta, ya no hay más por hacer. Más en lo profundo de mí, sé que siempre hay algo que puedo hacer, ORACIÓN, y si hay oportunidad y creatividad, alguna acción que favorezca. Aunque en otras ocasiones, necesito creer y confiar en que el tiempo del Señor no es el mío y actuará cuando sea propicio. Lo vea, lo sepa, o no, por mí misma.
Mientras tanto lo que necesito es actuar como el Abrojo, crecer en los lugares más inhóspitos, en los olvidados, en los deshabitados, en los que parecen infértiles. Con espinas filosas, para proteger a las bellas floraciones que da y que son fecundas para la vida de otros. Qué me hará lograrlo, el creer en la Palabra, la confianza y la oración que se me ha enseñado: En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”. San Mateo 11, 28-30.
Por lo que al hacer recuento del último año vivido, puedo entonces agradecer por lo que se me ha permitido, por lo que he superado, y entonces aún como el Abrojo espinudo, esperar florecer en alegría y esperanza, aunque sea entre lágrimas y avatares de mi propia montaña rusa, sostenida por el Señor.