#8M2024 SIN LA VOZ DE LAS MUJERES LA VERDAD NO ESTÁ COMPLETA

#MujeresEntreGuerras, reza el título de nuestra convocatoria en Tras las huellas de Sophía
| Luz Milena López Jiménez
“Mujeres entre guerras”, reza el título de nuestra convocatoria en Tras las huellas de Sophía y como mujer consagrada desde que lo escuché se me ha llenado el corazón de los nombres y rostros de tantas niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres víctimas del Conflicto armado en Colombia.
Las historias que he escuchado y conocido de cerca, como las que he leído de lejos, son simplemente desgarradoras. En este sentido, he querido realizar una breve reflexión desde el relato bíblico de la violación de Tamar (2 Sm 13) y desde algunos apartados conmovedores que nos ofrece el Informe final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición[1] en el capítulo: “Mi cuerpo es la verdad”, el cual reúne la experiencia de las mujeres, dándole voz a 10.864 mujeres víctimas de la guerra, como respuesta al clamor colectivo de muchas organizaciones de mujeres y feministas, quienes han expresado que: “Sin la voz de las mujeres, la verdad no está completa.”
Precisamente, la voz, esa capacidad de expresar, denunciar y resistir, es uno de los aspectos más olvidados en esta guerra que como un velo ha cobijado con el silencio las atrocidades del conflicto armado. Es por esto, que cada voz, cada relato, cada experiencia que es compartida por una mujer se escucha como un oráculo sagrado, porque se convierte en un acto subversivo ante el silencio de la impunidad y la indiferencia.
En efecto, cuando se lee el relato de la violación de Tamar, acto despreciable realizado por su propio hermanastro Amnón, quien se aprovecha de su vínculo familiar para violarla, se puede notar cómo el silencio disfrazado de gritos se convierte en la única compañía de esta pobre joven. Si bien, Tamar intenta defenderse inicialmente de manera verbal: “pero ella respondió: No, hermano mío, no me fuerces, pues no se hace esto en Israel. No cometas esta infamia…” (2Sm 13, 12), no es escuchada por su agresor, quien luego de abusar sexualmente de ella la echa a la calle y la única manera que encuentra Tamar para expresarse es su cuerpo: “Tamar puso ceniza sobre su cabeza, rasgó la túnica de mangas que llevaba, puso sus manos sobre la cabeza y se iba gritando mientras caminaba” (2Sm 13, 19).
No en vano, el título del capítulo sobre las mujeres mencionado anteriormente se llama “Mi cuerpo es la verdad”, puesto que, desde un enfoque diferencial de género, se puede analizar que el impacto del conflicto armado no fue vivido de la misma manera por los hombres y las mujeres. Los varones en su mayoría fueron asesinados, pero a las mujeres utilizadas como botín de guerra y reafirmación violenta del patriarcado, la guerra le marcó sus cuerpos, muchas de ellas han expresado: “a ellos los mataron y terminaron su historia, a nosotras nos mataron, pero nos dejaron vivas con el dolor, el silencio, hijos de que llevan sangre de nuestros victimarios y la vergüenza” y como bien lo señala el Informe final de la comisión de la Verdad: “Dañar a las mujeres era, muchas veces, una estrategia contra el enemigo, pues debilitaba las relaciones comunitarias y ayudaba a disciplinar moralmente el territorio” (p. 16).
Cuando a las mujeres se les empieza a realizar la invitación de contar su propio dolor para esclarecer la verdad, se sintieron perplejas, porque estaban acostumbradas a hablar del sufrimiento de los demás, de sus hijos, esposos, familiares, pero de ellas ni una sola palabra. Estaban habituadas a escuchar de su entorno afectivo más cercano: “Cállate, eso pasó, pero debe quedar en el olvido” “Agradece que al menos te dejaron viva” “hablar de tu violación sexual traerá vergüenza para toda la familia”. Aquí vuelve a repetirse la historia de Tamar, cuando al ser encontrada por su hermano Absalón, él le dice tajantemente: «¿Es que tu hermano Amnón ha estado contigo? Ahora calla, hermana mía; es tu hermano. No te preocupes de este asunto.» (Sm 13, 20).
Ante la imposibilidad de Tamar de tener voz, de ser escuchada, de liberar su dolor, el texto bíblico termina de un modo vergonzoso: “Tamar quedó desolada en casa de su hermano Absalón” (Sm 13, 20). En este punto, resulta oportuno señalar que la palabra desolada hace referencia a una tierra devastada y a ciudades destruidas, recordemos que “la ciudad” es en hebreo un vocablo de género femenino y a menudo se asocia como mujer (como consecuencia de la conquista de una ciudad, en el Antiguo Testamento, la palabra “ser destruido” se utiliza para designar la estrategia de guerra que deja el enemigo solo tierra quemada) lo cual aplicado a Tamar significa “la destrucción de su integridad e identidad a través de la violación” (Bail, 2013, p. 202).
En este sentido, el ejercicio de dar voz a las mujeres para narrar su propio de dolor, se ha convertido en un lugar seguro, liberador y de empoderamiento como sujetos políticos y agentes de transformación, así lo pudo manifestar una mujer mestiza, lideresa del Cauca en el capítulo Mi cuerpo es la verdad: “Me empoderé al tener conocimiento sobre mis derechos, al hablar ante un público, al enfrentarme con una persona y decirle: «Sí, soy víctima de violencia sexual». Ya no lo oculto” (p. 13).
Las voces femeninas escuchadas por la Comisión de la Verdad, fueron de vital importancia, porque gracias a sus testimonios, se ha podido conocer esa otra parte de la verdad que estaba desaparecida en el olvido y se ha logrado así una memoria histórica llena de dolor, pero también de esperanza, de mujeres que lograron germinar vida y resistencia por las grietas de su cuerpo resquebrajado por las atrocidades de la guerra.
A ustedes, mujeres que decidieron dejar de ser eco para ser voces, dejar el miedo y darle nombre a su sufrimiento, nuestro abrazo cargado de sororidad. Gracias a ustedes, mujeres que “no solo sobrevivieron, sino que acogieron a otros, alzaron su voz, juntaron los muertos y se mantuvieron en pie para este país, en nombre del cuidado y el respeto por la vida. En medio de la sobrecarga y el dolor que el conflicto implicó para [ustedes], han levantado su voz, se han sobrepuesto al mandato de silencio, han resistido sin descanso” (Comisión final de la Verdad, 2022, p. 16).
Que su ejemplo sea inspiración para que nunca más se repita la historia de Tamar y nadie calle nuestro derecho a expresar lo que nos ha hecho sufrir, lo que nos ha violentado, porque sin nuestra voz la verdad no está completa. Por eso, terminemos con la súplica del salmista, que tal vez pudo ser una mujer, una salmista:
“Yahveh, escucha mi oración, llegue hasta ti mi grito;
no ocultes lejos de mí tu rostro el día de mi angustia;
tiende hacia mí tu oído,
¡el día en que te invoco, presto, respóndeme! (Sal 102, 2-3).
Luz Milena López Jiménez. FMA
Referencias:
Bail, U. (2013). Sal 55 y el relato de la violación de Tamar (2Sm 13), en Nuria Calduch- Benages y Christl M. Maier (eds.), En los Escritos y otros libros sapienciales, (pp. 200-205), Editorial Verbo Divino.
Informe final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. (2022). Capítulo: Mi cuerpo es la verdad: Experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado.
[1] En el marco del Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, suscrito entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo FARC -EP, mediante el Acto Legislativo 01 de 2017 y el Decreto 588 de 2017, se creó la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, como un mecanismo de carácter temporal y extrajudicial del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición - SIVJRNR, para conocer la verdad de lo ocurrido en el marco del conflicto armado y contribuir al esclarecimiento de las violaciones e infracciones cometidas durante el mismo y ofrecer una explicación amplia de su complejidad a toda la sociedad.