Viernes Santo. Memoria perenne de muerte, oscuridad, buitres, sangre y lágrimas. Y, en medio del dolor, una lucecita de esperanza. Esperanza de las mujeres que abrazan a la madre, mientras miran el ajusticiamiento de cruz. Esperanza de las abuelas y madres de la plaza de mayo, buscando a sus hijos desaparecidos.
Esperanza de las madres de Sohacha, en Colombia, reclamando verdad, pidiendo que les digan dónde están los cuerpos de sus hijos. Esperanza de las mujeres de Bojaya en el Pacífico Colombiano, haciendo catarsis de su pérdida y su viudedad a través del tejido de historias en las colchas de retazos. Esperanza de miles de mujeres, que no creen que la muerte tenga la última palabra.