Aquí y ahora… Esperamos, siempre esperamos, sea desde la quietud o desde las diversas tareas que se nos demandan como mujeres. Y estamos atentas, sin descuidar la vida que acontece: la de los demás y, sobre todo, la nuestra. Sí, porque Aquel que viene, que nace, que ESTÁ, también lo hace por nosotras, por nuestra libertad y nuestras búsquedas como mujeres. Viene para sostenernos en la esperanza de discípulas amadas a las que anuncia la Buena Nueva de un Reino que danza con la vida y con todo lo que ella implica: miedos, dudas, enojos, pero también con las alegrías, los sueños, la sanación.

Qué tiempo oportuno el Adviento para recordarnos además que la fragilidad no es sinónimo de fracaso, sino que hay tanta grandeza en lo simple, en lo que se muestra vulnerable porque no necesita disfrazar la realidad; se muestra tal cual es. Y qué interesante que sea en estos tiempos en los que vamos despidiendo un nuevo año, porque nos invita a volver a mirarnos de forma consciente para valorar aquello que hemos vivido y reconocer con memoria agradecida que todo fue necesario para llegar a ser quienes somos, para ayudarnos a CRECER y CREER un poco más en nosotras, en aquellos que nos han ido alentando a seguir caminando y en Aquel que camina con nosotras, a la par, siendo parte de nuestra historia.

¡Bendito tiempo de espera que nos encuentra caminando, danzando, celebrando la vida!