Jesús amigo y compañero, que nos invitas a subir con vos a la montaña, nos invitas a la intimidad con vos, al diálogo profundo que sale del alma en el silencio.
Cuando te vemos, a veces nos postramos, otras dudamos, otras nos invade la tempestad y otras nuestra mente. Y allí estás.
Hagamos lo que hagamos, a pesar de nuestras dudas, de trastabillar, de no contar con demasiadas certezas: te nos acercás.
Amigo. ¡Qué bien se siente tenerte cerca!
Amigo, ¡Qué cobijada me siento con tu compañía!
Amigo, me avergüenza tenerte tan cerca de mis profundidades,
y frente a mis complejidades: me invitas.
A salir, a recorrer, a contar de tu presencia cautivadora y salvadora.
Asegurandome, que estás conmigo,
estás con nosotras,
estás con nosotros,
estás acompañándonos en esta realidad que duele,
que no comprendemos,
que nos aterra,
estás.
Hasta el fin de los días.