#sentipensares2025 La cocina, ese espacio sagrado de nuestras ancestras

La cocina, ese espacio sagrado de nuestras ancestras
La cocina, ese espacio sagrado de nuestras ancestras

Anoche, mientras me dedicaba a preparar un cuete mechado, mis manos, aunque torpes, tejían más que solo hilos de carne y condimentos. La cocina, ese espacio sagrado de nuestras ancestras madres, abuelas y tías, me transportó a un lugar lleno de recuerdos, donde el aroma del caldo y las historias se entrelazan. Y entre cada corte de carne, pude sentir la presencia de Irma Avalos ( + ) , la mujer sabia que pasó más de 30 años en nuestra familia , ayudándonos a criar a mis hijas e hijo como si fueran propios. Irma, la cocinera extraordinaria y la nana de alma generosa, quien tejió en sus palabras un mundo de cuidado, sabiduría y amor.

Su voz me regresó a aquellos días en que, con paciencia infinita, le narraba a Laura, mi hija, cómo hacer una sopita de arroz, mientras colocaba el portabebé de Laurita en la cocina. Las palabras de Irma tenían un poder especial, el poder de calmar el llanto de Laura y envolverla en una serenidad que solo el amor profundo puede crear. Recordé aquellas charlas, aquellas lecciones de vida y de cocina que Irma sembró en mi corazón, sin saber que, en el futuro, serían parte de mi propio ser.

Hoy, mientras mechaba la carne, mis pensamientos volaron hasta ella. Y fue entonces que sentí la necesidad de hablarle, de pedirle, con la humildad de quien sabe que está lejos, pero con el amor de quien siempre está cerca, que cuide a Pavi y Susana, sus queridas hijas, que hoy enfrentan la cruel realidad de la migración, amenazadas por la deportación. Dos mujeres que, como tantas, dejaron su tierra en busca de un sueño mejor, pero que ahora, a miles de kilómetros, se ven obligadas a enfrentar el riesgo de perder no solo sus hogares, sino la separación de sus hijos y nietos.

Y me pregunté, en voz baja, Irma, ¿qué podemos hacer tú y yo, tan lejos de ellas, pero tan cercanas en el amor y el cuidado que tú nos diste? Porque tú, al igual que tantas mujeres en nuestra historia, extendiste tus brazos amorosos y nos ofreciste un hogar, un refugio, un lugar en el que todas cabíamos. Eras madre, hermana, amiga y abuela, todo en uno. Tus manos se extendieron sin esperar nada a cambio, y tus palabras, siempre sabias, eran el refugio para nuestros corazones.

Las lágrimas, que salaban la carne que preparaba, también salaron mis recuerdos. Y fue entonces que pensé en Tita, en esa mujer de Como agua para chocolate, la novela de Laura Esquivel, que me vino a la mente mientras recordaba a Irma. Tita, la protagonista, como tantas mujeres mexicanas, se queda al lado de los suyos, cuidando a las y los viejos y a los niñ@s , mientras enfrenta las tradiciones, las pasiones y las imposiciones de su tiempo. Y en esa historia, Tita es guiada por una nana, una mujer que la cuida y la cría con un amor profundo, similar al de Irma. Ambas, a través de su ternura, sabiduría y cariño, enseñan que el verdadero amor se nutre con sacrificio, pero también con la fuerza de la tradición y la conexión familiar.

Pensé en todas las “Titas” mexicanas, esas mujeres que, como Irma, mantienen con firmeza el peso del amor familiar, mientras se enfrentan a la vida con dignidad. Pensé en todas las nanas como Irma, que, con sus manos, cocinan, cuidan y transmiten la esencia de la vida misma a través de la comida, el cuidado y las palabras.

Me llegó a la mente la figura de Ester, la reina de la Biblia, una mujer que, con valentía, intervino en la vida de su pueblo, sabiendo que su voz podía salvar vidas, como la de sus hermanos y hermanas. Como Irma, como Tita, Esther no se quedó en el silencio cuando su gente lo necesitaba. Fue una mujer de acción, de amor, de sacrificio. Y hoy, al pensar en ella, también pienso en todas las mujeres que, desde su lugar en la vida, luchan por mantener el amor, la unidad y la esperanza.

Así, Irma, te pido que, desde donde estés, nos ayudes a cuidar a Pavi y Susana a su familia y a todas y todos nuestros hermanos /as migrantes. Y que, al igual que Ester, podamos ser valientes, luchadoras y acompañemos a quienes serán repatriados /as.

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