En mi cuerpo habita un jardín.
Allí germinan todos los nombres,
allí Dios se disfraza de aroma
y la fe se pronuncia con los labios.
Dios respira entre mis pechos,
bendiciendo la carne con cada aliento,
y en cada latido se hace carne el verbo.
Desde allí,
desde mi cuerpo,
Dios recuerda que también fue barro.
Allí comienza la vida,
allí el amor vuelve a crear el mundo.
Y cuando el amor se enciende,
todo se hace revelación;
por eso,
Dios se dice en la piel,
en cada poro,
en el jardín que habito.
Porque mi cuerpo es tierra que canta,
un templo sin muros ni silencios,
y en mi amor Dios vuelve a pronunciar la vida.
Soy misterio que late y germina,
soy jardín donde Dios se hace encuentro.
Brenda García.