Estoy hecha de retazos.

De esos pequeños fragmentos que las mujeres tejemos en el silencio y en el canto, en el dolor y en la esperanza.
Retazos que no siempre son bonitos ni alegres, pero que son verdaderos, y por eso me hacen ser quien soy.

Cada vida que toca la mía deja un pedacito en este tejido sagrado que llevo en el alma.
En cada encuentro, en cada abrazo, en cada palabra oportuna o herida, voy haciéndome mayor…
Voy haciéndome más mujer, más humana, más hermana.
Porque en cada retazo hay una vida, una historia, una memoria, un cansancio y una fuerza, un “sí” y un “no” que me enseñan.

Y pienso que así es como Ruah, el aliento de Dios, nos crea:
No nos teje perfectas ni terminadas, sino vivas, siempre en proceso, siempre incompletas y abiertas a la Vida.
Siempre habrá un retazo nuevo que añadir al alma,
una nueva mujer que acoger, un nuevo dolor que abrazar con compasión,
una nueva alegría que celebrar, un nuevo silencio que respetar.

Como dijo Simone Weil:
“La atención, tomada en su máxima pureza, es oración.”
Que mi vida sea esa oración atenta y compasiva, que recibe los retazos que cada una de ustedes me regala y los cose con cuidado y gratitud.

Que también yo deje pedacitos de mi ser en los caminos y en sus historias,
y que un día, cuando miremos el bordado completo de nuestras vidas entrelazadas, descubramos que era Dios misma quien tejía en nosotras y con nosotras.

Que de retazo en retazo,
nos convirtamos en un inmenso bordado de “nosotras”,
ese bordado que revela otro mundo posible, un mundo libre y justo, donde tejemos dignidad y libertad para todas.

Amén.
Lucha Castro