#8M2024 La mujer, kénosis y subversión en Colombia. Parte II

La mujer, kénosis y subversión en Colombia. Parte II
La mujer, kénosis y subversión en Colombia. Parte II

#MujeresEntreGuerras

Siguiendo el método de análisis de realidad Ver, Juzgar, y Actuar desde el comportamiento liberador y la dinámica teológica que propone y enriquece Víctor Codina de que el Ver se completa con el Escuchar; el Juzgar se completa con el Corazonar, con el Senti-pensar, y el Actuar se complementa con el Aprender del pueblo pobre, verdadero lugar teológico, quisimos conversar y dialogar con tres mujeres[1] colombianas, cristianas, lideresas, apóstolas y “luchadoras del Evangelio”, que desde sus vocaciones comparten el modo de vida kenótico presentado en el elogio de Flp 2, 6-11.

La primera conversación la tuvimos con Olga Nelly Rodríguez[2], campesina, actualmente presidenta de la JAC (Junta de Acción Comunal) de la vereda La Selva, catequista de la parroquia Santa María la virgen de Campo Dos, en la diócesis de Tibú, en el Catatumbo colombiano, a quién el Ejército en unión de muerte con los paramilitares le asesinaron a su esposo Ciro Alfonso Rodríguez Morantes, el 01 de junio de 2002, y lo hicieron pasar como guerrillero muerto en un combate. La segunda conversación fue con Olga Consuelo Vélez Caro[3], teóloga, feminista, escritora e investigadora latinoamericana de la teología. La tercera conversación se realizó con la hermana Carmen Cecilia Corredor Salcedo[4], religiosa de la Caridad Dominica de la Presentación de la Santísima Virgen, teóloga pastoralista inserta en la vida del Pueblo, constructora cotidiana de la casa de la solidaridad en las parroquias. Tres mujeres que desde diferentes contextos y puntos de vista (el campo, la academia y la vida religiosa) conversan sobre sus testimonios personales tejidos en la espiritualidad cristiana y su visión de la Iglesia, en el dolor del pueblo colombiano, en las preguntas que deja el conflicto armado, en la reflexión feminista y en el empoderamiento de las mujeres que luchan en solidaridad por humanizar la sociedad violenta, denunciar las estructuras patriarcales para crear alternativas desde un comportamiento liberador al estilo de Jesús de Nazareth propuesto por Pablo en el elogio de Filipenses. A Olga Nelly y a la Hermana Carmen Cecilia las une el territorio del Catatumbo y los impactos directos de la guerra, desde allí configuran su fe y su espiritualidad en una Iglesia particular y marginal como la de la diócesis de Tibú. A Olga Consuelo su lucha cristiana, feminista, y liberadora desde la academia y la investigación la ha llevado a descubrir el dolor causado por el conflicto armado, desde su trabajo intenta reflexionar, cuestionar y sanar el sufrimiento del pueblo crucificado en Colombia. Inmersas en la realidad social y política, eclesialmente en las fronteras de la fe, buscadoras de nuevos paradigmas y de nuevas realidades para el país que superen la violencia y el conflicto armado que lo desangra, luchan desde la teología, la pastoral, la catequesis, el empoderamiento feminista, la esperanza, y la Vida para un nuevo país, con la esperanza activa, transformando las cruces en momentos de resurrección, resucitando en acto, según nos alienta Olga Consuelo Vélez Caro: 

digamos que, aunque haya esas resistencias para no dejar avanzar las cosas, también tenemos ya, como la historia capaz de contar momentos en que se ha andado para adelante. Lo que pasa es que no debemos perder la memoria, tenemos que seguir contando esa memoria para seguir construyendo futuro. Yo creo que todos los pasos dados hacia delante son esperanza puesta en acto, que luego vienen momentos de dificultad, pero nadie nos quita la esperanza que se ha vivido en diferentes momentos. Yo creo que la vida cristiana es la que tiene que seguir avivando esa esperanza, aunque vengan momentos de dificultad, y yo creo que la cruz de Cristo entendida como resistencia, como transformación, como bajar a los crucificados de la historia o como lo queramos decir, no puede ser independiente de la resurrección. Los gritos de las madres de Soacha o sus reclamos son resurrección en acto porque no se quedaron calladas y lo que seguimos construyendo es resurrección, o sea la cruz se transforma en resurrección, pero resurrección no quiere decir que se acaben los problemas, pero quiere decir que participamos de la resurrección, que la cruz se transforma en resurrección pero esa resurrección sólo será plena ya en la escatología, mientras que estemos en este espacio tiempo, estaremos viviendo esta dinámica del misterio pascual, pero lo que interesa es no perder la esperanza, de hecho la carta de Pedro “den razón a todos los que les pidan esperanza” (cf. 1 Pe 3, 15) los motivos de la esperanza o algo así. Yo creo que la vida cristiana es por el misterio pascual bien entendido, no una cruz de resignación y de que todo nos va mal, sino como esta cruz si se va transformando en muchas circunstancias, entonces nos permite vivir en esta esperanza activa de que podemos seguir trabajando, transformando las cruces en momentos de resurrección, o en estados de resurrección o en experiencias de resurrección; que no son plenas porque eso sólo será en la escatología, pero sí saboreamos esa resurrección. Y la esperanza es ese motor que nos mantiene mirando hacia delante y con los ojos en Jesús como diría la carta de Hebreos de tantos que nos han precedido en este camino de esperanza (cf. 10, 23), pues estamos llamados a seguir la carrera o como dice Pablo en la carta a los Filipenses “olvido lo que dejé atrás, y me lanzo hacia adelante” (Flp 3,13).

La conversación con estas tres mujeres estuvo basada en tres ejes fundamentales que guían nuestra tesis: La realidad de cruz y de muerte que vive el pueblo colombiano por el conflicto armado, el comportamiento eclesial en el conflicto, y la espiritualidad de resistencia, solidaridad y liberación manifestado por un grupo de mujeres que sufren el asesinato de sus hijos, esposos, hermanos y familiares a manos del Estado colombiano en el caso de los “falsos positivos”. Estos tres ejes se articularon a través de siete preguntas[5] que fueron enviadas previamente a cada una de nuestras interlocutoras para luego ser dialogadas en los espacios que se previeron con cada una para desarrollar estos encuentros de dos horas en cada entrevista. Las tres conversaciones fueron grabadas en audio y luego transcritas, respetando las palabras en su forma hablada. Adjuntamos en los anexos las tres conversaciones completas, dándole primacía a la voz de ellas, nuestra voz no se transcribió con ese propósito. Después tomamos los puntos centrales, para finalmente tener una reflexión en donde vislumbremos desde la particularidad de cada una de las respuestas la unidad en esta lucha, en este combate por el evangelio, por la dinámica kenótica de lo que hemos denominado un comportamiento liberador desde los últimos. Basándonos en los dolorosos casos de asesinatos de Estado en el conflicto armado colombiano, que hasta ahora se comienzan a revelar y a descubrir en su magnitud de tragedia social, gracias a un grupo de mujeres que han venido uniendo fuerzas y solidaridades en la búsqueda de la verdad, la justicia, la memoria, la reparación y la no repetición en el caso de sus hijos y familiares. Desde allí, desde la victimidad[6] y el sufrimiento del pueblo crucificado se puede visualizar la solidaridad, la lucha feminista por anunciar un cambio a las violencias políticas y relatos de guerra y muerte que han guiado al pueblo colombiano, por esto intentamos “abordar el fenómeno de las ejecuciones extrajudiciales con un enfoque de género” contra un estado violento y patriarcal que ha creado unas narrativas de muerte llevadas a extremos. Contra una praxis de muerte, una praxis de liberación y vida. La conversación con Olga Nelly estuvo marcada por su testimonio de dolor, de cruz y de muerte, su narración fue conmovedora, triste, difícil y entrañable a la vez, marcada por la lucha, el combate, su soledad en la huida de la guerra, su búsqueda de la justicia en medio de oídos sordos, la indiferencia del Estado, la incomprensión, el miedo, incluso la falta de colaboración de su parroquia en un momento dado, cuando solicitó una carta de referencia importante para su búsqueda y no se la brindaron, pero también estuvo marcada por su fe, por la resurrección, por su sobrevivencia, por la esperanza, por su empoderamiento, por su amor a la Iglesia.

Debemos señalar que para esta primera conversación pretendimos contactar a alguna de las madres del colectivo MAFAPO a través de las plataformas y direcciones electrónicas que están al alcance de la población general, pero no fue posible, ya que no teníamos un contacto directo, que permitiera acercarnos; además reconocemos que por su seguridad (ellas reciben constantes amenazas, engaños, injurias) y por ser un colectivo empoderado política y socialmente a nivel nacional era difícil poder conversar con ellas. Sabido esto, y que nuestra tesis la estamos escribiendo desde Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, en la frontera con Venezuela, a 600 km de distancia con Soacha y Bogotá, era una tarea difícil, que dejamos en suspenso para un eventual trabajo posterior.

Entonces caímos en la cuenta de que los asesinatos de Estado han tocado gran parte de nuestro territorio nacional y han dejado a lo largo y ancho de su geografía muchas víctimas de estos casos. En Norte de Santander[7] está la subregión del Catatumbo[8], región geográfica y socialmente difícil por ser considerada ZOMAC (Zonas Más Afectadas por el Conflicto Armado), de una exuberante naturaleza y de climas variados, que se divide en tres grandes regiones, el bajo, medio y alto Catatumbo, esto debido a la altitud. Ocaña es un municipio ubicado en la entrada del alto Catatumbo, en una zona montañosa y quebrada, allí fueron llevados los jóvenes de Soacha, también con el ánimo de vincularlos a esta región socialmente excluida y marginada de Colombia. Por esta razón decidimos acercarnos a un caso particular de asesinato de Estado, en de Tibú[9], otro municipio ubicado en el Catatumbo, pero en la parte baja o plana, en las laderas de tres importantes ríos, el Catatumbo, el Sardinata y el Nuevo. Olga Nelly Rodríguez, a quien hemos conocido por nuestro trabajo pastoral en la región, vive en la vereda la Selva, del corregimiento de Campo Dos, que dista a unos 115 km por carretera desde Cúcuta, unas 3 o 4 horas, dependiendo del estado de la vía, de la violencia y del clima y a 25 km de Tibú (casco urbano). Olga Nelly estuvo de acuerdo en conversar con nosotros sobre su testimonio de dolor y de cruz. Fue así como se gestó este primer diálogo y conversación. Tuvimos la oportunidad de vernos en la ciudad de Cúcuta en uno de sus viajes y conversar con ella durante dos horas sobre su caso y como ha tenido que resignificar su vida desde el asesinato de su esposo, el cuidado de la salud mental de sus cuatro hijos afectados por lo sucedido y su lucha incansable por tener una vida después de aquel sábado trágico. Su esposo el señor Ciro Alfonso Rodríguez, campesino del Catatumbo, fue torturado por un comando del Ejército que unido a los paramilitares lo fueron acabando a través de la tortura delante de sus hijos y familiares cercanos, el día 01 de junio de 2002, en el primer año de la aplicación de las políticas de Seguridad Democrática; al final fue asesinado ese mismo día a unos metros de su casa y mostrado como guerrillero dado de baja en un combate simulado[10]. Olga Nelly cuenta que después de torturarlo

se fueron y se lo llevaron, y yo creo que habían andado lo de 15 o 20 minuticos, yo creo que no alcanzaron, porque mi esposo no podía caminar cuando sonaron los primeros tiros, y los primeros tiros que sonaron fueron de pistola, porque eran tiros suaves, apenas hicieron dos tiros de pistola empezaron a sonar tiros de fusil, eso empezó esa plomacera como si hubiera habido un encuentro, pero no había encuentro con nadie porque la guerrilla ya se había ido. Guerrilla no había, por ahí no había, además si hubiera habido guerrilla y hubiera sido verdad que era un enfrentamiento hubiera habido soldados heridos o muertos, el único muerto fue mi esposo.  Fue el único, ahí no murió más nadie, sólo él, eso hicieron ellos de echar bala para decir que era un enfrentamiento y así lo pasaron por noticias, que en el enfrentamiento había muerto el señor Ciro Alfonso Rodríguez. Eso lo presentaron por el noticiero, en dos periódicos salió la muerte de mi esposo, salió con una fecha en un periódico y luego salió con otra fecha en otro periódico a los dos días, con dos días de diferencia, en la primera noticia decía que al marido mío lo llevaba el ejército dizque para investigación y que había habido un enfrentamiento con la guerrilla y lo habían matado en el enfrentamiento. Yo todavía tengo los periódicos, en el segundo periódico decía que no, que en la casa de mi esposo habían encontrado bombas, habían encontrado un poconon de montaje. Yo le llevé ese periódico al coronel y le mostré la primera versión y la segunda. Frente a la primera yo le dije, mire mi coronel la primera es la versión, pero tampoco dice la verdad, porque a él se lo llevaron sí, y donde se rindió lo mataron, él ni siquiera hubiera tratado de huir, y menos había sido alcanzado por las balas, imagínese, de la guerrilla, eso es una gran mentira, mi esposo así como estaba no era capaz de andar, mucho menos de correr, él ya no era capaz de caminar, estaba demasiado golpeado, a él le puyaron las uñas, los ojos, quién sabe qué más cosas le harían, que él no pudo hablar para decirme, no nos dejaron hablar para decirme que le habían hecho, pero yo sé que fue terrible lo que le hicieron. Yo lo vi a él golpeado, ya le digo cuando hice que lo trajeran para la casa, para que fuera peor porque ahí, ahí fue donde…

Aquí lloró doña Olga Nelly…

Tantos años que han pasado y yo no lo he podido olvidar, eso yo no lo volví a ver nunca más. A los cuatro años vine al cementerio me entregaron los restos, pero no sé, nunca más lo volví a ver, ni siquiera para darle sepultura ni nada, eso es terrible.

Ella ha tenido que luchar prácticamente sola con su dolor y su vulnerabilidad. Siendo una mujer joven, campesina, de hogar, dedicada a las labores domésticas tuvo que salir adelante sola sin su esposo con quien se entendía muy bien, vencer los miedos y los nervios, echarse a hombros a sus hijos, huir a Cúcuta la ciudad capital, esperar, esconderse durante un tiempo, luego salir a buscar quien la ayudara desde la parte penal y legal en su caso. Sin tener nada en Cúcuta y viendo que sus hijos se arriesgaban a la muerte trabajando en unas minas de carbón, un día, después de cuatro años de haber salido de su finca, decidió volver a su tierra en busca de una zona de esperanza para resucitar y liderar los procesos comunitarios en su vereda después de sufrir la muerte y la cruz. En nuestro dialogo tuvimos la oportunidad de leer juntos el elogio que escribió Pablo en su carta a los Filipenses. Esta fue su lectura

El texto de Filipenses 2, 6-11 ya lo había escuchado antes, sí. Pues la verdad, la verdad como le dicen a uno, la cruz quiere decir que Jesús al tener esa posición, arriba, abajo, a los dos extremos, eso quiere decir que Jesús cobija todo, ese es el significado. Para mí que si Cristo muere en la cruz era para que Dios abrazara todo hacia arriba, abajo, y a los lados, como que encierra todo, como si todo lo redimiera mi Dios. Mi Jesús abraza todo y ese abrazar es también para que no vuelva a pasar la cruz, encerrando y protegiendo al ser humano de la violencia. La cruz está para que nadie más la vuelva a cargar, él la cargó y nosotros no tenemos por qué seguirla cargando, para eso él la cargó hasta el término de la muerte, allí donde murió él debieron morir todas aquellas injusticias y que nadie más la vuelva a cargar. Es que la violencia, la cruz, el asesinato, no le tendría que pasar a nadie, por eso, actos como estos los que le pasaron a Jesús y a mí, no deberían volver a suceder. O sea que nadie merece eso, el asesinato de mi esposo fue hace 21 años, eso ha sido un camino angosto, como dice mi Dios, para llegar donde él hay un camino angosto, y uno ancho, a mí me tocó el angosto, pero mi lucha también ha sido un camino de esperanza, de solidaridad. La Selva, mi vereda, Campo Dos el corregimiento, Tibú el municipio, son pueblos crucificados, violentados y que son unos pueblos muy bonitos, Uy, que si la gente aprendiera a vivir en paz, gozaríamos de unas tierras muy hermosas, cierto, donde hay el agua suficiente, aquí hay agua, la naturaleza; es algo, mire, a mi todo lo que me pasó, y yo estoy allá metida, es porque yo volví a mi tierra, porque es una tierra hermosa. Yo veo que le dicen Zona Roja, para mí no es Zona Roja, a pesar de todo lo que me pasó, yo sigo viendo una Zona verde, una zona de Esperanza. Yo tengo la fe de que esa violencia va a pasar, de que un día vamos a vivir en paz allá. Yo le diría a ese pueblo crucificado que no hay que perder la fe, que así como Moisés liberó al pueblo, así como Jesús fue un profeta de buenas noticias, esa tierra prometida, ese evangelio nos motivan, que no perdamos la fe de volver a ver al Catatumbo en paz, que tengamos esa fe que no la perdamos, que haya un Moisés que llegue al Catatumbo y que ese Moisés sean las víctimas que han sufrido quienes liberen desde abajo, desde el perdón, la reconciliación y la no repetición, no desde las armas y el poder. Mis hijos me decían Uy mamá ¿usted qué? ¿Por qué tuvo que meterse de presidenta de una Junta (Junta de Acción Comunal)? Se hubiera estado quieta, yo les decía, porque yo quiero ayudar. 

Su liderazgo le ha permitido ser catequista de la parroquia y luchar por los derechos de su comunidad, actualmente es la presidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Selva y está al frente de varios proyectos, entre ellos, que la luz eléctrica llegue a todos los miembros de esta comunidad, solo hasta el año 2022 algunas personas de la vereda comenzaron a tener acceso a la electricidad. Ella está enfocada en que la comunidad debe tener lo básico y necesario para vivir, una buena escuela, unas vías (carretera central) pavimentadas, baños en buenas condiciones, no letrinas. Confiesa que no ha sido fácil porque le toca lidiar con los grupos ilegales, y con personas que destruyen el medio ambiente como los “pategrilleros[11]”, los empresarios de la palma africana y los campesinos que siembran coca, y al mismo Ejercito que hace algunos años miraba con temor ha aprendido a mirar de frente, a todos los enfrenta, los cuestiona, los trata como seres humanos y les pide que dignifiquen la vida de las personas que viven en la Selva y respeten el medio ambiente.

Lo que hay que decir es que entre la palma, la coca y el “pategrillo” están causando un daño ambiental terrible, tremendo, sobre todo el “pategrillo” todo está acabando con el medio ambiente, pero el más tenaz de todos el “pategrillo” porque por donde pasa ese crudo mata la arborización que hay a orilla de los caños, como eso siempre lo hacen a orilla de los caños, donde haya agua. Yo no sé por qué usan el caño para eso, porque uno nunca ha visto una vaina de esas (cocinas artesanales para procesar crudo de petróleo escondidas en la maleza) funcionando para decir que ellos necesitan el agua para hacerse al pie de los caños. Pero lo que sí se ve es un daño muy cruel a los caños, al agua, a la naturaleza con ese “pategrillo”. Últimamente nosotros nos hemos enfrentado con ellos para evitar los daños ecológicos y con las demás organizaciones al margen de la ley, a nosotros los líderes nos ha tocado que luchar por eso, por el medio ambiente, para que ya ese “pategrillo” se acabe, los dueños de ese “pategrillo” son personas despiadadas a quienes la organización (la guerrilla) los apoya, allá están las disidencias de las FARC, están los Elenos (ELN) y los pelusos (EPL) que volvieron de nuevo. Hubo mucha gente que venía a la vereda a comprar droga, pero ahorita por la crisis de la coca y la economía ya no han vuelto a venir no sé qué estará pasando, pero no han vuelto. 

El caso de Olga Nelly, tal como lo relata en la conversación es una experiencia trágica[12] de un asesinato de Estado que sacrifica a sus campesinos y también el relato del dolor de una familia víctima de las armas, de la fuerza, del abandono estatal, de la persecución, de los daños psicológicos y físicos, del desplazamiento forzado, de la desaparición del cuerpo, del encuentro con unos restos sin rostro.

A los cuatro años del asesinato de mi esposo nos entregaron en el cementerio central de Cúcuta un saco blanco, ahí con una cinta amarrada con el nombre de él. La muerte de mi esposo la clasifican como una falla en el servicio, una falla del Ejército en el servicio. Es un asesinato extrajudicial, una ejecución extrajudicial que llaman, no como un falso positivo, así no lo catalogaron ellos en el proceso, lo catalogaron fue como una falla en el servicio, algo así dice. Yo conozco los casos de falsos positivos, claro, los muchachos que llevaron a Ocaña. Sí, yo todos esos casos me los he visto y no sé ni siquiera en qué han terminado tampoco. Aquí lo que hay es un grupo de mamás y esposas y hermanas luchando por la verdad. Yo me siento identificada con ellas en esa búsqueda, es que ya le digo, yo si me hubiera sentido satisfecha y hubiera descansado que me hubieran dado el examen de ADN y me dijeran sí, este es su esposo, cierto, pero a usted le entregan unos huesos, usted cómo va a hacer, si uno reconoce a una persona es en el rostro y esto ya son unos huesos, uno siempre queda con aquella duda, como si este no es.

En esa época no se hablaba aún de “falsos positivos” y no se tenía conciencia de la sistematicidad de estas ejecuciones, de los patrones y ordenes que seguían las fuerzas militares para alimentar al ídolo de la seguridad y de la Patria y a las políticas de resultados que privilegian las cifras sobre las personas[13]. Por esto su caso fue clasificado en ese entonces como una “falla del Ejercito en el servicio” como si se tratara de un caso aislado, concreto y no de una estructura criminal que exige sangre y sacrificios. Recordemos que estos asesinatos no fueron cometidos por unas cuantas “manzanas podridas”, como se viene señalando desde el 2008, sino que se trató de una práctica sistemática y estructurada.

De Las madres de Soacha dice Olga Nelly “yo me siento identificada con ellas en esa búsqueda” en una solidaridad feminista entre el pueblo que sufre la crucifixión. Durante estos 21 años de búsqueda ella se ha empoderado, ha venido concientizándose de la relación que su caso tiene con los demás asesinatos de Estado. La Iglesia católica, aunque en ciertos momentos no la apoyó, es un espacio significativo para ella, le ha brindado la posibilidad de ser catequista, líder, podríamos decir que es católica a pesar de la Iglesia, esa Iglesia que hemos mencionado anteriormente como clerical, vertical y funcionaria. Esa lucha por la transformación de las mujeres víctimas desde su relación con la fe católica y el significado del abajamiento de Jesús donde la transformación de los roles de las mujeres víctimas las llevan a un nivel más alto de comprensión del daño, de comprensión de su realidad, que es la realidad de otras madres, hermanas, esposas, tías y en ese proceso comprenden lo que hace o no la Iglesia y luego se vuelven defensoras y siguen en un proceso de agenciamiento ante las instituciones públicas y ante la misma Iglesia, cuando se vuelven catequistas a pesar de las estructuras que podrían distanciarlas[14].

Yo he sido catequista muchos años, pues eso de enseñar a los niños es algo que yo desde los 14 años tuve esa ilusión, de que yo quería ser catequista y gracias a Dios se me dio la oportunidad. Y sí, feliz, para qué, de yo saber que puedo orientar niños, no digamos que enseñar, pues nosotros no somos como se dice tan sabios para enseñar, pero lo que Dios nos da, lo que el Espíritu Santo nos regala, lo compartimos…

Cuando a mí me estaba pasando todo esto yo recordaba a Jesús en la pasión, incluso a Moisés. Hay muchos personajes de la Biblia increíbles, como fue Moisés, porque Moisés sufrió mucho, verdad, para llevarlos a la Tierra prometida, que los liberó de la esclavitud y eso le da a uno como fuerzas, como ánimos para uno seguir adelante. El texto de Lázaro, ese me llama también la atención, Lázaro el pobre, el que se comía las sobras, las migajas que caían de la mesa del rico, ese texto es muy importante, es como un consuelo para nosotros los que esperamos en Jesús. Yo lucho por un mundo mejor y lo hago para que lo que yo viví no vuelva a suceder, ni que lo vivan mis familiares, ni mis amigos, ni que lo viva nadie.

La memoria unida a la fe. La fe para enfrentar el daño. Lo que vivió Jesús, Moisés, el pobre Lázaro. Su unidad en el sufrimiento, pero su esperanza en la vida, su lucha, su liberación, su idea de un mundo nuevo. El valor del conocimiento y la fuerza de la fe. Ante las mentiras divulgadas, la estigmatización al pueblo pobre y campesino, Olga Nelly sobrevive para proteger a los suyos y a los que vienen. Por eso se vuelve estudiante, catequista, defensora, promotora rural, presidenta de JAC que vislumbra una zona de esperanza y se siente una persona resucitada en unidad a la pasión de Jesús, porque para ella el poder de la fe y el poder de Dios siempre serán más grandes que el poder de las balas.

En cuanto a la fe, yo nunca perdí la fe. Yo siempre me apoyé en Dios, yo me acordaba, o sea en esas cosas que le suceden a uno, el primer pensamiento de uno, es lo que vivió Jesús, sí, lo que él vivió, y yo me aferraba a lo que él había vivido y me decía, señor si vivió esto nuestro Señor Jesucristo que es el rey del mundo, porque no lo vamos a vivir nosotros, me aferraba a eso, y cuando tuve que correr con lo de las balas, yo le pedí a Dios que con el manto de él me cubriera de la balas y yo sé, y me mantengo en la fe que mi Dios me sacó de ahí. Mi Dios fue el único porque eso fue, mire yo veía caer las hojas delante de mí, las hojas de los árboles, con el plomo las hojas caían de los árboles, y yo sabía que las balas que estaban botando no eran balas de salva, eran balas de verdad, eran de fusil y eran balas normales. Otra cosa, desde donde se atrincheró el tipo a dispararnos con esa M60 porque la M60 la instalaron, mire eso al otro día había un poconon de conchas de esas balas, terrible, un poconon de balas habían ahí, donde ese señor descargó esa M60 para disparar para donde nosotros corrimos, el poder de la fe y el poder de Dios fue más grande que el poder de las balas al librarnos a nosotros de eso, más, muy grande el poder de Dios.

En un segundo momento tuvimos la oportunidad de conversar con la doctora Olga Consuelo Vélez Caro, teóloga feminista colombiana quien nos atendió de manera virtual en un diálogo clarividente, preciso y contundente en torno a nuestra realidad. Sacamos algunas conclusiones fundamentales para entender el feminismo, la realidad crucificada de nuestro Pueblo y el papel de la mujer en la Iglesia, en el Sínodo de la sinodalidad y su participación en todos los niveles eclesiales. Hablamos del valor del feminismo y su lucha, nada fácil en la construcción de la sociedad actual, para reivindicar los derechos civiles, sociales y sexuales de las mujeres. Queremos mencionar que la profesora Olga Consuelo nos brindó el Seminario de Teología Pastoral y Método latinoamericano durante el periodo de formación teológica en el año 2017 cuando comenzábamos este proyecto.

Para Olga Consuelo hay una causa que no se nombra mucho al analizar el conflicto armado en el país y es el patriarcado.

Yo creo que hay que tomar conciencia como otra de las causas del conflicto colombiano que no se nombra tanto porque no se quiere asumir, aunque cada vez se habla más desde los movimientos de las mujeres, es esta estructura patriarcal que organiza nuestra sociedad, y todas las sociedades, y ¿qué es esta estructura patriarcal? Una sociedad construida desde lo masculino… Esta estructura patriarcal influye también en la violencia que vivimos en Colombia, tal vez alguno de los testimonios que yo contaba en ese artículo[15], la mujer se convierte en botín de guerra, pero por qué es botín de guerra. Por la estructura patriarcal. En la estructura patriarcal, la mujer es propiedad del marido y herir a la mujer es herir al marido, porque entonces se le dice al marido usted no supo cuidar a su mujer y el marido al tener una mujer violada, violentada por otro parece que le hirieron en su dignidad. Entonces, él realmente se siente herido, incluso como que esa mujer ya no es digna de ser su mujer. Debajo de esa realidad de la guerra está toda esta estructura patriarcal, que hace que los hombres tengan que actuar no sólo con la violencia normal, que se ejercería por una guerra, sino por esa violencia patriarcal, que implica que, si se puede herir a la mujer primero, porque es que el hombre necesita de esa mujer objeto.

Esta sociedad necesita entender y hablar el lenguaje inclusivo para romper la preeminencia de un lenguaje masculino que le da más importancia a los atributos que culturalmente se le han asignado al varón

Entonces lo que tiene mayor preeminencia es el varón, lo masculino, de ahí viene el lenguaje, por ejemplo, que nos cuesta mucho trabajo hablar en femenino, es lo que se habla del lenguaje inclusivo. O sea, que se hable también en femenino…La gente es muy reacia a eso, a hablar en hermanos, hermanas, los, las, toda esta historia. Pero esto a que va, a que el lenguaje crea realidad. Entonces, si todo nuestro lenguaje, y esto lo dicen los filósofos del lenguaje, no es que lo digan ni las mujeres, ni nadie, si el lenguaje es masculino, esto nos sigue mostrando como nuestra sociedad está construida en masculino, donde los atributos que culturalmente se le han asignado al varón son más valiosos que los atributos que se le han asignado a la mujer, a excepción de la maternidad, que con la maternidad nos ponen por encima de todo, pero claro, también nos limitan en ese rol y parece que quien traiciona ese rol entonces está traicionando la causa femenina, está como desprestigiando a las mujeres, etc.

En la Iglesia sucede lo mismo y se rechaza el lenguaje inclusivo y la diversidad sexual porque ponen en cuestión el lenguaje patriarcal. Esto se percibió en Colombia de manera muy explícita en el Plebiscito por la paz del 2016 que buscaba refrendar el Acuerdo con la población civil, como lo hemos mencionado anteriormente, la Iglesia jugó un papel tristemente determinante para que ganara el “no” al Acuerdo. Uno de sus principales argumentos era la “diversidad de género”. 

Ahora, ¿qué pasa? que como la sociedad es tan fuertemente patriarcal como que no logramos incorporar esa categoría a la hora de entender nuestro conflicto, y entonces aquí te respondo lo del Acuerdo de paz. Qué es lo que la Iglesia de alguna manera rechazó y también las confesiones cristianas, porque no fue solamente la Iglesia Católica, en el fondo rechaza el que se ponga en duda la estructura patriarcal, o sea que se empodere a las mujeres, que se les vea de otra manera, que se estén liberando de los roles que tradicionalmente se le asignaron a ella. Entonces, cuando el Acuerdo de Paz decía tener la prioridad de atender a las mujeres y claro ahí se metía también la diversidad sexual porque también fueron víctimas y botín de guerra, o sea en el sistema patriarcal aquel hombre que no se comporta como hombre, varón, fuerte, el homosexual, pues es un hombre débil, no está cumpliendo su rol de ser ese macho que tendría que ser. Entonces, pues según dicen las estadísticas, paramilitares, Ejército, guerrilla al llegar a un lugar violan a mujeres y homosexuales, pero detrás de todo eso, está la estructura patriarcal. En la estructura patriarcal el hombre tiene que ser macho y pues la mujer es simplemente objeto de placer u objeto de guerra, dependiendo la circunstancia que quieran emplear en ese momento. En el Acuerdo de Paz, esto no se tiene así tan claro, pero yo creo que es así, en el fondo lo que no se quiere aceptar es como que se esté diluyendo la estructura patriarcal que debía imperar.

Para Olga Consuelo hoy en día hay mucho más acercamiento entre las mujeres empoderadas por la situación de guerra y los movimientos feministas, y eso da otra situación de la mujer[16] en este momento

Lo que yo quiero decir es que todas estas mujeres llámese madres de Soacha, llámese, lo que tú me contabas ahorita madres de Juntas de Acción Comunal y todo eso, como que la situación de conflicto las ha hecho empoderarse, esta es la palabra que se usa teóricamente, que en el fondo es lo que los movimientos feministas han luchado para que se realice, y entonces en alguna circunstancia yo creo que ya hay mucho más acercamiento entre movimientos feministas y mujeres empoderadas por la situación de guerra que han vivido, y otras de pronto no tanto, porque no lo tienen teóricamente, pero en la práctica son mujeres que han sido capaces de romper con esos estereotipos de sumisión, de aguante, de resignación y han levantado la voz y han pedido sus derechos y han ejercido sobre todo sus derechos y eso da otra situación de la mujer en este momento.

Olga Consuelo nos hace tomar conciencia de la importancia de entender la diferencia entre teología femenina y teología feminista. Incluso nosotros utilizamos el término “teología femenina” de manera indistinta en las preguntas que guiaron las conversaciones, pero durante el diálogo ella nos hizo caer en cuenta de la dificultad que tenemos en la Iglesia para utilizar el término “feminista” porque parece que cuando uno dice “teología feminista” se está refiriendo a aquellas mujeres desadaptadas, locas, marimachos que parece que quieren golpear a todos los varones y quieren acabar con ellos…

El término feminista y femenino. Las mujeres lógicamente somos del sexo femenino porque tenemos órganos femeninos, pero el problema es si los estereotipos culturales asignados a los órganos femeninos realmente son tan esenciales como nos dicen que son. Por eso la palabra femenina sin que se tenga que quitar del diccionario ni mucho menos, pero hay que discernir si esa palabra femenina está defendiendo los estereotipos culturales asignados a las mujeres o simplemente reconocemos la diversidad sexual que eso no se está negando; pero la palabra feminista lo que quiere decir es la lucha por los derechos de las mujeres, no quiere decir que se quieran volver hombres, si no lo que quieren es romper con los estereotipos y quieren luchar por sus derechos, entonces por eso a nivel de teología si en un primer momento se llamó “teología femenina” porque lo que se quería era decir aquello que se le atribuye a la mujer, intuición, sensibilidad, cuidado, resistencia, aquello no es de segunda categoría, es igual de valioso a la reflexión. En un primer momento la “teología femenina” lo que quiso fue como decir valoren un quehacer teológico hecho por mujeres desde los atributos que se nos han asignado a las mujeres; es valioso que las mujeres dancen, canten, hagan narraciones, cuenten biografías, hagan símbolos, eso es valioso, eso sería “teología femenina”, pero por qué también se está llamando “teología feminista”. La “teología feminista” es la que dice, no es solamente que se reconozcan esos atributos, además eso no es sólo de las mujeres… Con esto quiero decir que la “teología feminista” lo que quiere hacer es, o también la filosofía feminista, cualquier disciplina que ya haya caído en cuenta que tiene que estar atravesada por la perspectiva feminista, lo que quiere decir es, la pregunta cómo en esa disciplina se custodia, se reconocen, y se empoderan los derechos de las mujeres y no simplemente se les ve como en un colectivo que tienen que hacer lo que hacen los varones, pero como que no se reconoce lo que la sociedad patriarcal exige, que las mujeres deben cambiar y los varones también para romper esa sociedad patriarcal que ha sido opresora, subordinada, etc. para las mujeres especialmente.

Desde esa perspectiva feminista pasamos al tema de la cruz.Con las investigaciones del Jesús histórico se vuelven a recuperar las causas de la muerte de Jesús que se nos han olvidado y se supera una lectura teológica de Jesús como Rescatador y Redentor[17], de que Jesús muere por nuestros pecados, del plan de Dios para salvarnos, eso ya es una interpretación teológica al acontecimiento histórico; pero, si le quitamos el acontecimiento histórico, esta interpretación teológica queda sin la densidad de la historia, sin el compromiso humano.

Entonces queda como que Dios desde siempre pensó eso, y pidió la sangre de su hijo, que es la teoría de la redención o de la expiación, pidió la sangre de su hijo para perdonarnos a nosotros; objetivamente eso es una imagen muy violenta de Dios, exige la sangre de su hijo para perdonar. Hoy en día esa teoría está ahí como en standby en algunos círculos porque de alguna forma deforma la imagen de Dios.

Al recuperar el dinamismo histórico de la vida de Jesús y de la cruz y la resurrección, entonces hablamos de las causas históricas en las que murió Jesús. En este sentido la cruz se convierte en consecuencia de su praxis y no como algo predeterminado de antemano, o sea que hubiera hecho Jesús una cosa o la otra, al final iba morir en la cruz porque Dios ya lo necesitaba que fuera así para podernos perdonar. No, el Jesús histórico nos ha permitido entender que hay causas históricas por las que Jesús es asesinado y que esas causas son la defensa de la vida, en el sentido de dignidad de todas las personas, de inclusión, de que la ley tiene que estar al servicio de la persona, toda esa historia que anuncia Jesús en el Reino de Dios, entonces ahí es cuando la cruz deja de tener ese sentido de que nos van a llegar cruces y de que nos toca aguantarlas porque es designio divino, sino que la cruz es algo que Dios no quiere y cuando llega tenemos que transformarla[18].

La teología de la liberación es la que explícita con más fuerza todo esto y habla de bajar a los crucificados de la historia y habla de la liberación de la cruz; cuando llega a la perspectiva feminista, a la teología, de alguna manera, se da cuenta que en esta recuperación de las causas históricas de la muerte de Jesús y de que la cruz no es algo querido por Dios, sino algo que es fruto de la maldad humana, de alguna forma, entonces ahí también se explícita la característica del patriarcado. Si para cualquier hombre, la cruz que le llegaba era designio divino para la mujer era el instrumento que tenía de salvación. Ella tenía que asumir las cruces por ser mujer, ella tenía que salvar a su marido y a sus hijos con el sufrimiento, ella tenía que resignarse, y allí es cuando se critica y se denuncia esta cruz que a las mujeres les obliga doblemente que a los varones, porque por su condición de mujer ella tiene que aguantarla con más resignación porque la virgen María parece que fue silenciosa y aguantó la cruz y cuando la ponen allí al pie de la cruz, que en el sentido liberador representaría a estas madres de Soacha que son capaces de estar de pie, en el sentido tradicional, es esa mujer que está de pie, pero silenciosa, allí mirando a su hijo y sufriendo con él; nada que ver con estas mujeres de pie que levantan la voz y exigen que les devuelvan a sus hijos o que les digan donde están o que se castigue a los culpables.

Una lectura patriarcal de la Biblia ha llevado a una doble sumisión de la mujer, a un silencio, a un aguante, a una resignación, en cambio una lectura feminista de la cruz de Cristo lleva a que la cruz empodere a las mujeres, les da palabra para denunciar, para terminar con esas cruces, para quitarlas de su historia, de su vida, de su condición de mujer, pues quitarlas en la medida que se puede, ya que la vida también tiene siempre un poco de cruz, por supuesto, por nuestras limitaciones, por la enfermedad; pero es muy distinto asumirla, como que hay que transformarla, claro que en algún momento la transformación es la aceptación. Si a uno le llega un cáncer y no lo acepta, la cura no empieza, porque si uno lo niega nunca se va a curar o empieza a curarse. Es la teología feminista la que ha permitido esta lectura doblemente liberadora para las mujeres, no sólo en el sentido de la teología de la liberación, que Dios no quiere ninguna cruz, pero tampoco las quiere para las mujeres en su condición de mujer en la estructura patriarcal[19].

En esta línea de lectura feminista, desde nuestro estudio, notamos la valiosa investigación que Lilian Portefaix realiza de la carta de Pablo a los Filipenses.   Ella indica en su tesis, al tratar el tema de la audiencia de Pablo en Filipos, que es revelador la aparición de la parte femenina de la comunidad. El hecho de que Pablo se dirige directamente a dos de las mujeres de la comunidad (Flp. 4, 2) muestra no sólo que había un número de mujeres cristianas en Filipos sino también que ellas jugaron un papel importante en la Iglesia. El cuadro que da Pablo de Síntique y Evodia luchando por la causa del evangelio (Flp. 4, 3) concuerda con el que ella desarrolla desde los estudios arqueológicos y fuentes epigráficas del interés de las mujeres filipenses en asuntos religiosos[20].

Eduardo de la Serna precisa al respecto que:

De estas mujeres, Evodia y Síntique, todavía se dicen otras cosas (1) que lucharon-juntos (a Pablo y a otros) por el Evangelio; que son (2) “colaboradoras”, como también los son otros, entre los que se menciona un tal Clemente, y que (3) sus nombres están en el “libro de la vida” […].

Es importante, y el texto comentado nos permite vislumbrarlo una vez más, que una lectura patriarcal ha logrado invisibilizar las mujeres del cristianismo primitivo, salvo cuando sean expresamente mencionadas, como acá los son Evodia y Síntique. Pero entender siempre como “varones” los personajes anónimos (como es acá el caso del compañero o compañera al que se dirige el apóstol) invisibiliza el rol claramente subversivo que Jesús y su movimiento (con Pablo incluido, debemos reiterarlo) supo dar a las mujeres. Las mujeres, tanto (y en ocasiones, ¡más!) como los varones han sido y testimoniado la fidelidad y contribuido a la edificación de la comunidad y la colaboración con el reino de Dios[21].

Olga Consuelo es consciente de que la teología feminista ha ido creando una nueva manera de entender el evangelio, que se ha tenido que luchar, en solidaridad y en colaboración con el pueblo pobre y crucificado para irle restando fuerza a una lectura patriarcal de la Biblia. Pero ve el panorama eclesial actual con mucha realidad, del Sínodo de la sinodalidad[22] no espera grandes cosas:

pues ojalá que se diera algún paso más grande, pero mira, eso todo es tan lento, y el Papa inventó otro año, entonces ahora se reúnen y el año entrante otra vez, no sé qué va a salir de tanta reuniera, pero, saldrá otro documento, que lo leen los que nos interesa leerlo, hacemos un artículo sobre eso, y nadie más ni se entera, ni lo vuelve a leer, ni se pone en práctica; pero ojalá que yo me equivoque. Va muy lento, eso va muy lento todo y vaya usted a saber si al Papa Dios le regale la vida dos años más que faltan del Sínodo, por lo menos un año más, es complejo eso, no es tan fácil.

No olvidemos sus palabras ya mencionadas: “yo creo que todos los pasos dados hacia delante son esperanza puesta en acto, que luego vienen momentos de dificultad, pero nadie nos quita la esperanza que se ha vivido en diferentes momentos”.

La tercera conversación la tuvimos con la Hermana Carmen Cecilia Corredor Salcedo, dominica de la Presentación, quien desde su visión pastoral sobre todo en zonas de conflicto nos cuestiona acerca de los testimonios de fe que estamos dando, el papel de la Iglesia y la necesidad de una pastoral orientada a la escucha y el dolor del pueblo colombiano. La Hna. Carmen Cecilia plantea la pastoral como la construcción de una casa, esta casa se llama “solidaridad” y expresa el sueño de Jesús a manera de vivencias. La pastoral debe encarnar los grandes valores del Reino; fraternidad, solidaridad, despojo, amplitud de horizontes, ayuda, servicio, amor, presencia viva y oportuna del Señor en los demás, inclusión y libertad. La Hna. Carmen Cecilia dirige actualmente la formación teológica y pastoral de la Diócesis de Tibú, viajando a través de sus parroquias formando laicas y laicos desde la base. Conocimos a la Hna. Carmen Cecilia cuando trabajamos juntos en Proyecto Dos. Casa de predicación en la parroquia Santa María La virgen de Campo Dos, en el bajo Catatumbo junto a un grupo de laicos, religiosos y sacerdotes dominicos en la vivencia creativa del Evangelio en medio del conflicto armado.   

No me considero una teóloga, en el sentido de una persona dedicada a la reflexión y búsqueda sistemática y exacta de la comprensión de la ciencia teológica, más bien me defino como pastoralista ya que toda mi vida desde muy joven ha estado en contacto permanente con el pueblo de Dios en situación de marginalidad.

Profesé mis votos religiosos como Hna. de la Caridad Dominica de la Presentación de la Santísima Virgen. La fórmula de nuestra Consagración en esta Institución reza: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Yo, Carmen Cecilia Corredor Salcedo renuevo las promesas de mi bautismo y me comprometo a seguir a Jesucristo, según las Constituciones de las Hnas. de la Caridad, Dominicas de la Presentación de la santísima Virgen; y, hago voto de: Obediencia, Pobreza y Castidad para vivir y morir al servicio de la Iglesia en el ejercicio de la Caridad. Amén.

 En consecuencia, con esta Alianza sellada con el Señor, he buscado siempre estar lo más cerca posible a los campesinos y a la gente más vulnerable de procedencia campesina; me debo a ellos. Afortunadamente la comunidad a la que pertenezco tiene un abanico de posibilidades misioneras y una apertura al mundo que nos permite ubicarnos sin dificultad según las tendencias y carismas personales. Tengo 49 años de servicio pastoral en la Congregación; he servido en diferentes diócesis de los dos Santanderes en la pastoral de parroquia, trabajo que me ha permitido acercarme desde la fe a la realidad de nuestros pueblos, e intentar una comprensión profunda del sentir de la gente que permanentemente vive situaciones de marginalidad, exclusión, explotación, incomprensión y violencia. También he podido experimentar como mujer religiosa, el prejuicio, la discriminación, y el autoritarismo, de una Iglesia jerárquica patriarcal, que maneja una teocracia monolítica y piramidal, que se siente dueña y señora de la verdad revelada y del pueblo de Dios mismo. A pesar de los esfuerzos y de los intentos de crear Iglesia en Comunión y Participación, como lo señalan los documentos eclesiales de América Latina; a la hora de tomar las decisiones pastorales tanto la vida religiosa femenina como el laicado, se quedan al margen. En mis cuarenta y nueve años de vida consagrada al servicio de la pastoral en la Iglesia, son escasas las experiencias reales que conozco, de búsqueda conjunta, en las que el Obispo, los párrocos, los laicos junto con las religiosas que trabajan con ellos, son realmente escuchados y tenidos en cuenta para decidir en consecuencia con sus aportes.

Para ella la lucha de la mujer por reivindicar sus derechos dentro y fuera de la Iglesia se da desde una espiritualidad femenina vivida desde el contexto vital, en Colombia y su conflicto que funda sus raíces desde la época de la colonia hasta nuestra realidad concreta e histórica actual. Ella destaca el testimonio de dos mujeres que han vivido esta espiritualidad femenina y reconciliadora: Santa Laura Montoya y Pastora Mira, víctimas de la violencia en Colombia.

El aporte femenino es incomparable; desde la época de la colonia hasta nuestros días miles de mujeres, han sido gestoras del progreso, de la lucha incansable por sacar adelante a sus familias, muchas veces violadas en su dignidad como mujeres, con el alma destrozada por la discriminación, el abandono, y el desprecio aun de sus maridos; ellas, valientes y resilientes se levantan de sus postraciones para educar y sacar adelante a sus hijos contra viento y marea. La pobreza, la discriminación a causa de su género, la desigualdad social, la injusticia, la lucha armada, el machismo, -entre otros males- no han logrado doblegar su capacidad emprendedora y valiente para construir país, para construir Reino de Dios en medio de las tinieblas. Ellas como mujeres crucificadas se levantan victoriosas con la fuerza del Resucitado para plantar la bandera de la libertad en favor de su pueblo.     

Carmen Cecilia argumenta que el corazón del dolor del pueblo colombiano no es el conflicto de hace 60 años, sino que este esconde sus raíces en una sociedad injusta, desigual, excluyente y opresora que crucifica al pueblo y que nace mucho más atrás en la historia, esto le genera varias preguntas que se deben resolver para desenmascarar esa realidad innombrable que nos ha generado tanto dolor

Pero, más a fondo están las raíces que generaron el conflicto. Yo me pregunto: ¿Por qué no se habla de estas raíces? ¿antes del conflicto todo era bien? ¿por qué se generó el conflicto? ¿de dónde surgió? Cuando se habla de conflicto armado ¿a qué se está haciendo referencia? Me da la impresión de que “el conflicto armado en Colombia es un camuflado que esconde una realidad innombrable” como dice William Ospina. El conflicto armado es el resultado de una sociedad injusta, desigual, excluyente y opresora; una especie de “chivo expiatorio” sobre el cual se cargan todos los males, todos los dolores que vive este pueblo que como lo califica Ignacio Ellacuría está crucificado. ¿Quién lo crucificó? ¿el poder político? ¿el poder religioso? ¿El poder económico? ¿el narcotráfico? ¿Quiénes son las víctimas? ¿los grupos armados legales e ilegales? ¿el Estado? ¿los empresarios? ¿La Iglesia jerárquica? ¿Quién pone los muertos? Creo que, si no se tocan las raíces profundas del problema social en Colombia, si no nos enfrentamos con valentía a las causas que generan la violencia de la cual todos somos responsables no nos encontraremos como hermanos.

Estamos convencidos que, para la construcción de un país en paz, sin resentimientos, solidario, no-violento y esperanzado en la humanidad, contamos hoy con una profunda fuerza de transformación y subversión en las mujeres que son sujetas políticas y eclesiales y son fundamentales para vivir el comportamiento liberador en Cristo Jesús desde abajo, desde los excluidos, desde los últimos de la historia.

Y como se ha afirmado tantas veces en la realidad colombiana, “¡Basta ya! ¡nunca más!”, de la misma manera podríamos afirmar de la cruz de Cristo: que ¡nunca más! sea instrumento y resignación sino camino de liberación y vida para todos y todas[23].

Olga Nelly Rodríguez, Las madres de las 6.402 víctimas de casos de falsos positivos, Las madres de Soacha, MAFAPO, Las madres de la Candelaria en Medellín Las madres buscadoras en México, Las madres de Plaza de mayo en Argentina, Angélica Mendoza, “Mamá Angélica” en Perú, unidas a todas las mujeres feministas son koinonía en la victimidad en toda América Latina y el Caribe y reflejan la experiencia kenótica del comportamiento de Cristo. El poema “Nos han amenazado de Resurrección” de la guatemalteca Julia Esquivel, nos muestra que esta realidad crucificada tan latinoamericana guarda la esperanza de saberse ya resucitada.

Nos han amenazado de Resurrección

¡Lo que no nos deja dormir

es que nos han amenazado de Resurrección!

¡Porque en cada anochecer,

fatigados ya de los recuentos

sin fin desde 1954,

todavía seguimos amando la vida

y no aceptamos su muerte!...

Nos han amenazado de Resurrección

porque ellos están más vivos que nunca,

porque pueblan nuestras agonías,

porque fertilizan nuestra lucha,

porque nos levantan cuando caemos,

porque se yerguen como gigantes

ante el miedo de los gorilas enloquecidos…

Nos han amenazado de Resurrección

porque ellos no conocen la vida (¡los pobres!) […]

¡Acompáñanos en esta vigilia

y sabrás lo que es soñar!

¡Sabrás entonces lo maravilloso que es

vivir amenazado de Resurrección!

¡Soñar despierto,

velar dormido,

vivir muriendo

y saberse ya

resucitado!

Ginebra, 8 marzo 1980.

[1] La conversación es el arte de entrar en contacto con otras personas a través de la escucha y la palabra, de la mirada y la imaginación. Hemos privilegiado la voz de ellas para generar una reflexión desde sus análisis y puntos de vista. En la conversación se narra la vida con sus sufrimientos y esperanzas, se proponen salidas, alternativas, por eso se logra senti-pensar, corazonar con la otra y el otro, para construir un nosotros, un paso de la otredad a la fraternidad, para descubrir y vislumbrar caminos de aprendizaje juntos, de no repetición de los mecanismos violentos que necesitan crear víctimas inocentes, pero lo más importante de generar alternativas, pedagogías capaces de subvertir y juzgar nuestra formación en resentimientos y emociones tristes para actuar y poner en práctica la dinámica kenótica que propone un comportamiento en Cristo Jesús.  

[2] Adjuntamos anexo de esta conversación desarrollada en la ciudad de Cúcuta el día 15 de abril de 2023, véase, 382.

[3] Teóloga, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1985; Magistra en Teología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1995; Doctora en Teología Sistemática-pastoral, Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (Brasil), 1999; estudios posdoctorales en Boston College (USA), 2008; miembro del grupo de investigación “Teología y género”; miembro y fundadora de la Asociación Colombiana de Teólogas; miembro del Comité Teológico del Departamento de Doctrina de la Conferencia Episcopal Colombiana. Actualmente trabaja en la Fundación Universitaria San Alfonso y escribe artículos para revistas de teología y blogs digitales como Religión Digital y Atrio.org Adjuntamos anexo de esta conversación desarrollada virtualmente el día 13 de mayo de 2023, 410.

[4] Adjuntamos anexo de esta conversación desarrollada en la ciudad de Cúcuta el día 20 de mayo de 2023, 423.

[5] Véase anexo 5, 432.

[6] Este neologismo lo vemos aplicable concretamente en la experiencia de la muerte de cruz que viven Las madres de Soacha. La experiencia de victimidad se identifica en la “capacidad de apropiación de la victimización por parte de las personas afectadas por los hechos de violencia, con miras a transformar su realidad de manera histórica y real”. Ver Juan Santamaría Rodríguez, “El Pueblo de Dios crucificado. Una lectura a la victimidad en el conflicto armado colombiano”, Iglesia que camina con Espíritu y desde los pobres. Talleres y Comunicaciones Científicas. (II Congreso Continental de Teología, Belo Horizonte, 2015).Libro digital publicado bajo la edición académica de Óscar Elizalde Prada, Rosario Hermano, Deysi Moreno, (Montevideo: Fundación Amerindia, 2017), 257-269.

[7] “Las ejecuciones extrajudiciales en Norte de Santander se presentaron, por lo menos, desde 1984. Entre este año y 2001 se tiene registro de la ocurrencia de por lo menos 87 casos, con un pico en 1993, año en que fueron asesinadas 23 personas. Lo anterior coincide con las denuncias de masacres realizadas por la Brigada Móvil No. 2 la cual, a través del uso de listas, allanó viviendas, detuvo y desapareció jóvenes que después serían reportados como guerrilleros muertos en combate, bajo la lógica contrainsurgente”.Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. Hay futuro si hay verdad. Informe Final.CASOS. “Caso. Los `falsos positivos´, 241.

[8] Para tener una idea reflexiva y profunda sobre el conflicto armado en esta subregión de Colombia véase Centro Nacional de Memoria Histórica, Catatumbo: Memorias de vida y dignidad, Panamericana Formas e Impresos S.A., Bogotá, 2018. El documento se puede consultar en línea en: https://centrodememoriahistorica.gov.co/wp-content/uploads/2020/01/catatumbo_memorias-de-vida-y-dignidad.pdf para una idea general de la región existe también un micrositio que puede consultarse en  https://centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/catatumbo/ Véase también, el importante documento Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.Hay futuro si hay verdad. Informe Final. Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. “Colombia adentro. Relatos territoriales sobre el conflicto armado. Frontera nororiental”. 2022. Este informe trata especialmente el conflicto armado en los departamentos de Norte de Santander y Arauca.

[9] Tibú es un municipio rico en minerales (petróleo, gas, carbón) y naturaleza, de una biodiversidad increíble, que contrasta con la pobreza de la mayoría de sus pobladores y de la infraestructura del pueblo, es una verdadera paradoja. Hoy acoge en resguardos a los pocos indígenas Motilón-Barí que sobrevivieron a los diferentes etnocidios en la zona por la llegada de la explotación petrolera de los años 60 y 80. Actualmente es uno de los municipios con las más altas tazas de violencia, generada por la presencia de grupos ilegales; también su naturaleza está sufriendo un ecocidio por la siembra ilegal de la coca, la siembra legal de la palma africana a gran escala y la fabricación artesanal de un combustible conocido en la región como “pategrillo” cuyo desecho va a parar a los arroyos y ríos. Para profundizar en el tema, véase, El Centro Nacional de Memoria Histórica, Con licencia para desplazar.

[10] En Norte de Santander “las ejecuciones extrajudiciales “estuvieron caracterizadas principalmente por tres formas de obtención de las víctimas: interceptación, con ayuda de excombatientes desmovilizados; traslado, con ayuda de `reclutadores´; y, en menor proporción, extracción. Así mismo, estas formas de obtención de las víctimas y su perfil se transformaron en los últimos años: al menos hasta 2007, tanto el Bisan como la Brim15 realizaron ejecuciones extrajudiciales bajo la modalidad de interceptación y extracción. Para estos casos, las víctimas fueron pobladores rurales del departamento (en su mayoría, de la subregión del Catatumbo), quienes eran presentadas como miembros de grupos guerrilleros”. Comisión de la Verdad. Hay futuro si hay verdad. Informe Final. Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. CASOS. “Caso Los `falsos positivos´”, p. 243. Como ya señalamos en la subregión del Catatumbo por ser ZOMAC y lugar donde operan y han operado muchos grupos guerrilleros (FARC-EP, Disidencias de las FARC, ELN, EPL), es muy fácil estigmatizar al campesino y tildarlo de guerrillero con el solo hecho de ser de la región o de tener un mínimo de contacto con algún grupo, un saludo, un vaso de agua solicitado, el paso por la finca o la casa. Muchas personas han sido asesinadas por señalamientos sin tener una sola prueba que evidencie una relación cercana o pertenencia a un grupo guerrillero. El caso de Ciro Alfonso Rodríguez obedece a la modalidad de interceptación y extracción.

[11] Como “Pategrillero” es conocida la persona que se roba el crudo del petróleo a través de una válvula que se adhiere al tubo madre. Por la vereda la Selva pasa un tubo de petróleo del oleoducto Caño Limón-Coveñas, que atraviesa Colombia de Arauca (nororiente) hasta Coveñas en la costa caribe colombiana (noroccidente), propiedad de ECOPETROL y de la compañía americana Occidental Petroleum. Ellos hacen un agujero en el tubo, extraen el crudo y lo llevan a unas cocinas artesanales clandestinas, ubicadas cerca a los caños y arroyos de donde sacan agua para hacerlas funcionar. De ese proceso crean un combustible verdoso, color grillo, por eso lo de “pategrillo”. El desecho (crudo quemado) que deja el proceso es arrojado a los mismos arroyos, caños, quebradas y a la naturaleza causando un gran daño ambiental en la fauna y la flora. Por lo general estos “pategrilleros” son personas que vienen de afuera de la vereda, trabajan en este proceso, producen el “pategrillo”, lo venden a los grupos ilegales quienes lo ayudan a comercializar (allá se paga el famoso impuesto de guerra), es más económico que la gasolina y sirve para el negocio del narcotráfico, la guerra e incluso para el funcionamiento de motos, carros y plantas eléctricas. 

[12] El padre Francisco de Roux señala en su libro La audacia de la paz imperfecta, 78-79, que: “La crisis de Colombia que no ha terminado con el silencio de los fusiles que nos desafía hacia adelante a la reconciliación desde la realidad de nuestras divisiones antagónicas, es, ante todo, una crisis espiritual. Por la pérdida del sentido de nosotros mismos. Por la incapacidad de comprender que el sufrimiento de todas las víctimas de todos lados contradictorios y salvajes, es parte de nuestra identidad de nuestra responsabilidad personal y colectiva… Una crisis espiritual que es mucho más profunda que una crisis religiosa, económica, social y política”.

[13] “Creo que aquí, en estas historias, nos encontramos con una religión, y tal vez esta sea una de las más practicadas en Colombia, la que adora al ídolo de la seguridad; el estado se postró ante ella y estableció su culto y hasta le promulgó mandamientos, bástenos recordar el  Estatuto de Seguridad de los tiempos de Julio César Turbay Ayala; los militares se volvieron sacerdotes y asiduamente derramaban sangre en los altares de su ídolo; los ricos daban los estipendios y pagaban los sacrificios humanos y apaciguaban a su dios para que cuidara sus haciendas, sus fábricas, sus casas, sus intereses; los políticos que ganaban poder con todo esto hicieron del negacionismo la profecía que alagaba los oídos de la autodenominada `gente de bien´; muchos cristianos sin discernir y como dormidos, se alegraron de esta especie de `Pax Romana´ en la que su propio culto y su Iglesia tenía también protección y mantenía sus privilegios. Sí, una religión esta que usaba el miedo para ganar prosélitos y que necesitó chivos expiatorios para sus sacrificios: `este es tu dios, Colombia, la seguridad, a ella darás culto, a ella sacrificarás la vida de los pobres´; esta llamada sigue escuchándose desde los minaretes y las torres de los poderosos de este país desigual que se oponen a la paz, que hacen `trizas´ el acuerdo y obstaculizan su implementación, que quieren más y más guerra para que no falten víctimas en los altares”. Jairo Alberto Franco Uribe, “Una religión practicada en Colombia. “No quiero litros de sangre, quiero carrotancados de sangre´”, en https://www.religiondigital.org/de_dios_se_habla_caminando/sangre-idolatria-Colombia-JEP_7_2575912391.html“Yo todavía recuerdo el día en que ustedes que son mujeres religiosas estuvieron en una misa y recuerdo que también estuvieron con ustedes estos hombres (los perpetradores) que también han dado hoy testimonio y me recuerdo en el alma, que lo que quisimos leer en ese ese día fueron las palabras del profeta Isaías cuando cuenta como, así como sus hijos, eran como ovejas llevadas al matadero, y fueron puestas en el altar del templo de Jerusalén y esas ovejas las fueron matando, aquí no eran ovejas, eran sus muchachos y el templo no era el templo de Jerusalén, para decirlo con las palabras de los militares era el templo de la patria, sobre la patria mataron a sus hijos, y los mataron pretendiendo que con eso honraban a la patria, que cosa tan grave y tan dura”. Véase el discurso final de Francisco de Roux en: Madres de Soacha participan en encuentro por la verdad sobre “falsos positivos”. El Espectador. Véase https://www.youtube.com/watch?v=BM3hJXJO3WA

[14] La Hna. Carmen Cecilia Corredor expresa en su conversación esta situación de las mujeres en la Iglesia desde seis exigencias a las que se enfrenta desde su vida religiosa, teniendo claro que antes que cualquier estructura patriarcal, clerical o jerárquica, lo central en el seguimiento de Jesús, es el Reino de Dios.  “Ser religiosa pastoralista en Colombia, exige: 1. Tener la vida fundamentada en el seguimiento de Jesús y por lo tanto en su causa de “Reino de Dios”, 2. Una alta dosis de paciencia histórica y una cierta sabiduría para ir tejiendo con habilidad la actitud resiliente, que permita no dejarse ahogar en las dificultades que se presentan en la cotidianidad, marcada por el ejercicio del patriarcado y el machismo en los distintos niveles eclesiales, 3. Clara y profunda conciencia crítica y profética con relación a la realidad de injusticia, violencia, muerte y dolor que vive nuestro pueblo colombiano; y, de la misión consoladora y misericordiosa para acercarnos sin prejuicios, condenas y discriminación a los que sufren a la manera de nuevos samaritanos, 4. Despojarnos de cualquier actitud y sentimiento de poder, de superioridad que muchas veces manejamos las religiosas, en nombre de una elección predilecta de Dios, como si fuéramos una clase aparte, 5. Poner todo lo que somos y tenemos al servicio de la gente que nos solicita; somos servidoras del Reino de Dios que actúa en todas las personas sin excepción, 6. Estar dispuesta a correr el riesgo del juicio condenatorio tanto dentro como fuera de la esfera eclesial.

[15] El artículo al que se hace referencia es Olga Consuelo Vélez Caro, “La cruz de Cristo y la violencia sexual contra las mujeres en contextos de guerra”.

[16] Desde la reflexión teológica feminista vale la pena mencionar la actitud kenótica como inherente a este momento que viven las mujeres. “El significado literal del verbo kenóo, vaciar, nos habla de esa primera actitud para llevar a cabo la reflexión de una teología feminista integral. Sin un vaciarnos efectivamente de los constructos culturales que han configurado nuestra cultura, es imposible vislumbrar las posibilidades de esta tarea… Aquí también nos ilumina la actitud kenótica: “no aferrarse”, “no retener” aspectos culturales que sirvieron para organizar la sociedad en épocas específicas, pero que hoy no se sostienen sin propiciar una flagrante violación a los derechos humanos”. Novoa y Vélez, “La categoría Kénosis”, 159 y 183.

[17] Para tener una idea general al respecto véase John Shelby Spong, “Jesús como Rescatador y Redentor: una imagen que tiene que desaparecer, Relat 380, en https://servicioskoinonia.org/relat/380.htm Para una reflexión más profunda sobre la cristológica feminista véase Olga Consuelo Vélez Caro, Cristología y Mujer. Una Reflexión Necesaria Para una fe Incluyente. (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2018). Y desde una mirada contextual véase Olga Consuelo Vélez Caro, “La cruz de Cristo y la violencia sexual”, sobre todo el punto 3. Una mirada desde la cristología feminista a la violencia sexual.  

[18] Al respecto véase el importante estudio de Bárbara E. Reid, Reconsiderar la cruz. Interpretación latinoamericana y feminista del Nuevo Testamento, (Estella: Editorial Verbo Divino, 2009). “Lo que pretendo es poner en dialogo las historias de las mujeres reales que llevan hoy en día la cruz con las formas en que el Nuevo Testamento da sentido a la crucifixión de Jesús… Quiero abrir un espacio para dar un sentido a la crucifixión y la resurrección de Jesús que puede conducir a la liberación y a la transformación,” 22-23.

[19] Véase Lilian Portefaix, Sister Rejoice.Paul´s Letter to the Philippians and Luke-Acts as Seen by First-century Philippian Women, (Stockholm: Almqvist and Wiskell International, 1988). El propósito de su estudio, basado en la “teoría de la recepción” de textos literarios, elaborada por Wolfgang Iser y Hans Robert Jauss, era lograr una reconstrucción lo más válida posible de la comprensión del mensaje cristiano por parte de las mujeres del siglo primero, quienes tenían escaso conocimiento o experiencia del judaísmo. Por eso eligió a Filipos como escenario adecuado para un estudio de caso. Su objetivo es la recreación de los destinatarios históricos de la carta de Pablo y Lucas-Hechos, en particular Hch 16, 11-40. En consecuencia, las condiciones socioculturales y trasfondos religiosos han sido reconstruidos a partir de restos arqueológicos, fuentes epigráficas y literarias. L. Portefaix pone el acento sobre el rol central que jugaron las mujeres en la fundación y el funcionamiento de la Iglesia de Filipos. “La audiencia inicial de Pablo consistía en mujeres que se habían convertido al cristianismo, dentro de la primera década después de su primera visita a la ciudad. Estas mujeres compartían un marco referencial pagano”. Los conceptos de “ciudadanía celestial” y “servicio” se convirtieron en palabras clave para su comprensión de la Carta. La imitación de Cristo, a la luz de sus vidas, puesta en un escenario cósmico (en el cielo, en la tierra, en los abismos) dieron a sus sufrimientos un significado hasta ahora desconocido. “Una corta esperanza de vida y unas condiciones sociales difíciles (y brutales muchas veces) motivaron a estas mujeres a mirar más allá, donde ellas deseaban vivir con más libertad y más dignidad”. p. 96.

[20] Lilian Portefaix, Sister Rejoice. Al respecto véase el capítulo 6. “Paul´s Letters As Seen By First-Century Philippian Women,” 135-154. En la nota 13, p. 138, La autora cita que “incluso Síntique y Evodia podrían haber estado entre los dia,konoi (Phil. 1: 1) (Lohfink 1983, 326). Los trabajadores laicos podían ser hombres o mujeres, y los cargos oficiales que ocupaban les exigía que realizaran actos de caridad como asistentes dentro de la comunidad cristiana (Aalen 1984, 7ff; cf. Dibelius 1937, 414ff)”.

[21] Eduardo de la Serna, Filipenses y Filemón, 137.140.

[22] Para tener una percepción disruptiva desde una lectura feminista de la sinodalidad véase Elisa Estévez López, Paula Depalma (eds.). Ventanas a la sinodalidad. (Estella: Editorial Verbo Divino, 2023). Desde las ventanas teológicas, antropológicas y eclesiológicas las autoras eligieron varias categorías para desarrollar sus reflexiones: comunión, inclusión, intersubjetividad, cuidado, masculinidad, ciudadanía, ministerialidad, discernimiento en común y misión.

[23] Olga Consuelo Vélez Caro, “La cruz de Cristo y la violencia sexual,” 1233.

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