#LectioDivinaFeminista La lepra se le quitó y quedó limpio/a

La lepra se le quitó y quedó limpio/a
La lepra se le quitó y quedó limpio/a

Ciclo B

6º Domingo Tiempo Ordinario

Mc 1,40-45

(Buscamos el momento y el lugar adecuados. Podemos encender una vela, colocar un icono, la Biblia o el Evangelio…)

Nos preparamos a la Palabra.Hacemos silencio exterior e interior. Estamos en presencia del Señor. 

Te pedimos a ti, Abbá Dios, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, que, meditando fielmente tu palabra, vivamos siempre en tu claridad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

  1. Lectura creyente.Proclamamos el texto saboreando la Palabra y descubriendo el mensaje de fe que guarda el texto bíblico. Nos fijamos en todos los detalles: personas, circunstancias, actitudes, lugares, expresiones, cantos...
  2. Meditamos la Palabra. ¿Qué me dice a mí, personalmente el Evangelio leído? ¿Qué me sugiere? Miramos la escena y nuestra propia vida. ¿Cómo lo estamos viviendo en nuestra familia, grupo, parroquia, comunidad…?
  3. Oramos con la Palabra. Desde el texto leído y meditado, Palabra de Dios, ¿qué le decimos ahora al Abbá Dios? Oramos, dialogamos y entramos en conversación personal con el Señor. Compartir lo orado, con la comunidad.
  4. Contemplamos al que es la Palabra. ¡Quiero identificarme contigo, Abbá! Contemplo a Jesús: en el trasfondo de esta escena, en su vida…
  5. Vivimos la Palabra, compromiso. ¿Qué debo hacer yo? ¿Qué quieres, Señor de mí? ¿A qué me compromete el mensaje de fe de este relato? Quienes se han encontrado con Jesús no pueden callar la noticia… 

            Las personas sufren de distintos modos y por diversas circunstancias. El dolor, el sufrimiento, es como una segunda naturaleza humana. De hecho, la memoria del ser humano, de la humanidad, es memoria de sufrimiento. Todos combatimos el sufrimiento con algún remedio o al menos intentamos alejarnos de él. Sufrir por sufrir es absurdo, escandaloso, no tiene sentido en sí mismo. En otras épocas, hasta se decía que era bueno, que santificaba… pero casi siempre recaía en las mujeres. ¡Cuánto abuso por este motivo!

            Sin embargo, hay sufrimientos que tienen su origen en el acaparamiento por unos pocos de los medios de producción, en las discriminaciones étnicas, raciales, sexuales, abusos de poder, restricción de libertades básicas, guerras que provocan hambrunas, muerte y destrucción especialmente de la población civil, mujeres y niños… Y no solamente en el llamado Tercer Mundo sino en el país de al lado, o en el mío propio, a la vuelta de la esquina. La lucha contra estos sufrimientos insoportables engendra un nuevo tipo de dolor que se deriva de una pasión por la justicia, la paz  y la libertad. Es un sufrimiento digno, gratificante, liberador.

            Muchas veces no se analiza el sufrimiento concreto e injusto de un pueblo o de un grupo social. Con el pretexto de que Cristo sufrió por todos, el dolor se desplaza de manera engañosa. Surgen entonces ideologías sobre el sufrimiento con unas claras connotaciones religiosas que enmascaran intenciones socio-políticas ocultas.

            En tiempos de Jesús los leprosos eran considerados impuros, quedaban excluidos de la sociedad, nadie se ocupaba de ellos. Quien tocaba a un/a leproso/a para curarle las heridas se convertía en impuro. Jesús rompe esa norma al considerar la enfermedad en una esfera independiente de la religiosa. Toca al enfermo/a, contra todas las prescripciones de la ley, se compadece del que sufre y se interesa por la persona concreta. También el leproso al acercarse a Jesús está violando la ley. Pero el resultado es el contrario de lo que ésta preveía: el leproso queda limpio, puro y curado de su enfermedad.

            Tras una primera lectura, ¿qué dinamismo guía/alumbra nuestro propio proceso interior, limpiando de “lepra” zonas de nuestra existencia, que nos impiden ver a Jesús? ¿Qué “egos” se oponen a la Luz verdadera que es la Vida escondida que late en cada corazón humano? ¿Seguimos marginando hoy a personas y grupos de personas considerándoles impuros/as, culpables, pecadores? Pero ¿quién es impuro/a y pecador/a, el/la marginado/a o el/la que margina?

            Finalmente, ¿somos capaces de despertar en nosotras un “yo” fiel al plan de Dios, que expulse y desenmascare los prejuicios, la mentira, la corrupción, el autoengaño, la hipocresía, la soberbia…?

            Ese “yo”, fiel, íntegro y bueno, recibe la fuerza de la Luz del Cristo oculto que mora en el interior de toda persona y que constituye su última Realidad, su núcleo esencial, su identidad original (que nadie puede dañar, ni manipular).

            ¡Shalom![1]

Final. Oración de Acción de Gracias.

Gracias, Padre-Madre, por tu presencia en este rato de oración, por la luz y la fuerza que nos has dado.

Ayúdanos a vivir según tu voluntad, sirviendo siempre a nuestros hermanos/as.

Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Canto final/Música:

*****

[1] SHALOM. Jesús diferencia la paz que da el mundo —la pax romana— con la paz que él ofrece a los suyos. Para Jesús, el término shalom evoca mucho más que la mera ausencia de violencia. “Para los antiguos hebreos, la palabra shalom significaba un estilo de vida personal y social que no se agota en la simple ausencia de conflictos armados […]. Shalom designa paz, alegría, reciprocidad humana, armonía social, justicia […] Shalom implica abundancia, buena salud, cercanía y calor humanos. Shalom abraza la entera vida comunitaria; es algazara y música y danza en las calles” (H. Cox, El cristiano como rebelde, Madrid 1968). Shalom es, fundamentalmente, el bienestar en el sentido más amplio de la palabra. El shalom de Jesús hunde sus raíces en la tradición profética de Israel que piensa en el enviado de Yahvé como un Príncipe de la paz: “Dilatará su soberanía en medio de una paz sin límites, asentará y afianzará el trono y el reino de David sobre el derecho y la justicia.” (Is 9,6); …“proclamará la paz a las naciones” (Zac 9,10); “Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna...” (Ez 37,26). La paz que Jesús deja a sus discípulos/as tiene su origen en la voluntad de Dios que está orientada a la restauración de la dignidad de la persona, consecuencia del reconocimiento de Dios como Padre Creador y origen de cuanto existe y la referencia única y absoluta para entender al mundo y al ser humano. La paz que Jesús ofrece es la adhesión y el seguimiento a él mismo para continuar, la obra del Padre, esto es, su presencia en el mundo y en la historia como un desafío y, además, como alternativa al establishment global, continuación —tanto en lo referente a la dominación y al sometimiento sociopolítico como al expolio económico— de la pax romana.

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