#8M2023 Y Ellas

Madre, hija, compañera, novia, amante, igual da, es la belleza en sí resplandeciente.

#Sentipensares (4)

Apartándonos un tanto del sexo e incursionando en el género. Ser mujer o decirse mujer y actuar como ellas, en una sociedad en decadencia, anclada en raíces patriarcales, colonialistas y machistas, es un peligro enorme. A la luz de hoy, cuesta trabajo desprendernos totalmente de conceptos violentos y machistas, anclados en el subconsciente por generaciones, con hierro candente, los que no hace mucho, considerábamos normales.

La madre violentada y sin la mínima educación, refleja en todos sus actos dentro del hogar, la cadena interminable de violencia que la envuelve. Ellas y ellos, sus pequeños retoños, siguen su ejemplo. Y así, poco a poco, vamos quebrando los hilos de nuestros derechos, de nuestra dignidad, dando fuerza al poder que nos aniquila. Hasta el punto de sentir que merecemos ser maltratadas. Que nacimos para ser humilladas, para bajar la cabeza, para servir. Y lo peor, para no pensar, no tener capacidad de decisión. Nos arrastran, en aras de invisibilizarnos.

Es realmente triste, el poder de los violentos contra las mujeres que desean superarse, educarse. Que buscan calidad de vida, que ansían libertad. Hay que rechazar, con el mismo ímpetu, la violencia de la mujer contra la mujer. Pues no hay peor yugo que el que proviene de ellas contra ellas.

Hay que educar para construir los cimientos de una sociedad justa, una sociedad que entienda de respeto a la identidad de género, al rol de la mujer dentro del hogar, la familia, la comunidad y la sociedad en su conjunto. A nuestros hijos enseñar valores: justicia, respeto, empatía, solidaridad, hermandad, fraternidad. Que no es bueno ni sano lastimarse ni lastimar a nadie. Acabar de una buena vez con la discriminación, con estereotipos que nos encajonan y destruyen. Cualquier persona que se diga mujer y no lleve la etiqueta a su espalda de haber nacido mujer, es señalada, maltratada y en el peor de los casos, perseguida y asesinada.

Esta violencia hay que pararla, o la mujer desaparecerá de la faz de la tierra. Y entonces, habrá una verdadera catástrofe, y un enorme retroceso en el planeta. Hay que luchar, educarnos y autoeducarnos. El mundo es un eje interminable de violencia y peligros. Hemos de cuidarnos y valorarnos. ¡Mujeres! El giro que ha de dar el planeta se ha depositado en nuestras manos.

Y ELLAS*

Y quién sino tú, 

Oculto lector de mis poemas 

Sombra oscura, 

Vástago del tiempo. 

Llevo por testigo la nada. 

Lo imperceptible a la mirada. 

Las noches de luz diamantina y 

de fuerza inusitada. 

Están ahí, a mi lado: Micifuz, mi hermoso gato blanco, la Mirla encantada, y Rosendo, el pequeño caracol que, por diminuto, se ha hecho imperceptible, se ha hecho eterno. 

El viento, alcahuete de mis angustias, golpea interminable el vidrio de la ventana, agitando mi blanca túnica, mi cabellera desordenada y kimono de satén. 

Rebosante de versos y diademas, y a su ritmo extraño, escribo y escribo, sobre el sol, la luna y los luceros, el Divino Hacedor, el hambre, el llanto de los niños, la mujer, la soledad del hombre, y por supuesto, el dolor… El dolor silencioso, de ese ser maravilloso y tierno, cuya alma conecta con las estrellas: 

MUJER 

Pálida e impasible se le mira al pasar. El color de sus mejillas se ha hecho distinto, pues el llanto y dolor de la torva noche le han apaciguado. Silenciosa y taciturna sufre, como si de un alma en pena se tratara. 

En sus tobillos pesadas cadenas arrastra, y en su vientre, la vid que da la vida. Amamantan sus pechos la fuerza del orbe, y sin ella, desequilibra el universo entero. 

Madre, hija, compañera, novia, amante, igual da, es la belleza en sí resplandeciente, es el manojo de rosas, es la fuente sacra que la árida tierra fermenta. 

Luz Marina Méndez Carrillo/05022023/ Derechos de autor reservados

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