#ConMiradaDeMujer Soy la mujer que habita

Soy la mujer que habita
Soy la mujer que habita

Soy la mujer que habita, así como tantas, la tierra del sur del mundo, donde se descubre otra naturaleza, otro lenguaje, y otros actos de fe en el que el Nazareno vuelve a la vida. Con oleaje calmo y a veces salvaje, de cada playa donde lavo pies, me acompaña siempre en el pecho una medallita que lleva un pez. Así como también soy la mujer del pan, la que prepara el pan para poner en una mesa con harina sin leudar. Ese que se parte con las manos en esa mesa que se convierte en altar, pan de cebada molida por hombres y mujeres que lo ponen como ofrenda también en el altar del templo.

Soy la mujer del pescado, por eso mi medalla pequeña, cuando recorro las playas y voy reparando redes, que, son utilizadas por sencillos pescadores, cuya única propiedad es un pequeño y viejo bote. Extiendo sobre la playa la red rota y comienzo a repararla como si se tratara de una pieza de orfebrería, y que me han dado el honor de tejer con hilos de oro. Soy la mujer con este rostro, y así con muchos otros, por qué es tan diversa la misión encomendada, que, con manos abiertas, rezo Señor para cumplir aquello que tú   esperas de mí, en favor de mis hermanas.

Mientras voy derramando cada una de estas palabras, empiezo pidiendo por aquella oración que intento elevar a tu corazón de Padre y Madre. Entonces camino por el bosque sureño con un ramo de flores silvestres, que voy regalando a cada mujer mapuche, que es la etnia más numerosa de nuestra tierra chilena. Demás está decir, de donde también yo provengo.

Luego a la orilla del río suelto mi largo pelo y miro el horizonte para en paz abrir las manos para ofrecerte una nueva oración, para saber que me pides ahora, mi Señor.

Hoy hermanas, este es mi rostro, ya saben de mis manos, saben cuánto hago con ellas, y saben por dónde transitan mis pies. Hoy soy esta mujer… hoy este es mi rostro.

Raquel Sepúlveda Silva

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