El primer día después del sábado: Vida nueva, libre de leyes opresoras e intimidantes. Ley del sábado, superada, complementada con la plenitud del séptimo día: Primer día, después del sábado. Estando todavía oscuro, en el claroscuro del alba como buen presagio de un nuevo amanecer, fue María, la de Magdala, a volver a mirar el boquete del sepulcro prestado, donde habían puesto al Amado.
Y vió con ojos y corazón de mujer que la piedra que cerraba la fosa estaba removida. Y, pasando por el corazón las Palabras de Vida del Maestro, contempló el boquete de la tumba llena de luz y esperanza... Entonces, salió corriendo y entró en las casas de las mujeres buscadoras: Madres que buscan a sus hijos y a sus hijas en Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Argentina, México...y más allá de nuestra América Latina, para darles una despedida digna, para saber donde venir a ponerles flores y elevar una plegaria.Y les dijo: "Los amados, las amadas, no están en la tumba.
La fosa común no los pudo tragar. Están vacías.¡Han resucitado! Y, todas corrieron con los ojos brillantes de lágrimas, el corazón henchido de esperanza, las entrañas conmovidas preñadas de vida nueva, las manos generosas llevando las sábanas limpias...Y entrando en la fosa común, con devoción maternal, envolvieron como a semillas recién nacidas en pañales nuevos, los cascarones, cenizas y huesos secos. Y ya no vieron el horror y la muerte, sino la luz y la esperanza de la resurrección. Vieron con su corazón de mujeres que el Amado, que la Amada, habían trascendido. Y a una voz todas gritaron: ¡Aleluya! ¡Resucitaron, resucitaron, resucitaron, Aleluya!