Francisco y Obama, una paradoja

La visita de Obama al Papa Francisco no sólo ha inundado las primeras páginas de los periódicos, sino que ha provocado también múltiples admiraciones e interrogantes en los que la hemos seguido desde lejos. Me fijo en algunos detalles:
- El encuentro es presentado como el de "dos enormes poderes sentados frente a frente" (EL PAÍS), "dos iconos en San Pedro" (ABC).
- El hombre tal vez más poderoso del mundo, Obama, le dice como saludo: "Muchísimas gracias por recibirme. Es maravilloso y es un gran honor conocerle. Soy un gran admirador suyo".
- El que va a casa del Papa a hacerle la visita es Obama, no al revés. Y al comentar esa tarde el encuentro, Obama dice estar "muy conmovido... profundamente emocionado".
- Un parangón realizado por Obama resulta enormemente elogioso para el Papa: "Nosotros los políticos tenemos el deber de encontrar soluciones a los problemas. Su Santidad tiene la capacidad de abrir los ojos a la gente para que vean el problema", saliendo así al paso a la "indiferencia y al cinismo, cuando se trata de ayudar al menos afortunado".
- Las alabanzas de Obama para Francisco son aún más explícitas: "La suya es una voz que el mundo debe escuchar... Él nos desafía. El Papa nos pone ante los ojos el peligro de acostumbrarnos a la desigualdad. Y su autoridad moral hace que sus palabras cuenten. Con una sola frase, el puede focalizar la atención del planeta".
- La frase más repetida de Francisco ha sido, en el intercambio de regalos, al anticiparse al intérprete con el "I hope", "Así lo espero", cuando Obama le dijo que leería el documento "Evangelii Gaudium" cuando "esté en el Despacho Oval y me sienta moralmente frustrado" .
- Hasta sospecha de intereses, por parte del Presidente americano, formula algún medio: "Obama siente una enorme curiosidad por Francisco, pero la visita no es del todo desinteresada", pues "al fondo están los hispanos, la raza que decidirá el siguiente presidente americano".
- En esta ocasión se invierten las tornas y, al despedirse, es Obama el que le pide a Francisco: "Le ruego que rece por mi y por mi familia, están conmigo en este camino".
Los católicos se han sentido seguramente muy complacidos por el encadenamiento de elogios a Francisco del presidente del país más importante del mundo. La interpretación de esta entrevista en claves de poder humano no resulta válida. Me atrevo a sospechar que al propio Francisco, el que tan clara y tan vehementemente ha hablado contra el peligro de boato y arrivismo en el mismo Vaticano, le habrá dejado no sé si perplejo o intranquilo semejante apoteosis de honores y de encumbramiento para el Papa. La popularidad de Francisco llega sin duda a su cenit con los informes de esta visita. Pero lo que me sorprende más de la misma no es la equiparación entre ambos personajes hecha por los medios, sino precisamente los contrario, la distancia existente entre los dos. Mientras Obama posee efectivamente poder real inmenso, Francisco comparece ante él como jefe de un estado minúsculo, probablemente el más insignificante de la tierra. Lo que queda resaltado de Francisco es que obtenga esta cota inimaginable de poder precisamente desde su pretendida sencillez y modestia, desde su huida incluso de los pequeños signos de poder de los pontífices anteriores a él.
El encuentro de Francisco y de Obama pone ante nuestra consideración la inmensa paradoja de que al poder ha llegado Francisco por la humildad, el que pierda su vida por mi la ganará.
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