Cambio de frecuencias

Necesitamos conectar con otras frecuencias en las que podamos oír tantas voces enmudecidas.

Como formo parte del colectivo de gente mayor de quienes se espera (y se teme) que se ponga a contar batallitas, me voy a dar el homenaje de contar una del siglo pasado. Mesa redonda en la Facultad de Teología de  una Universidad Pontificia,  años ochenta y tantos. El  tema giraba en torno a la situación de los derechos humanos en las dictaduras de países del Sur y participaban dos teólogos de renombre, un sociólogo  y dos invitados  latinoamericanos. Tanto la exposición como el debate fueron  de gran altura, pero los dos últimos no dijeron ni una palabra.  Al terminar, alguien se les acercó a preguntarles por qué no habían participado y su respuesta fue que acababan de salir de la cárcel (vivían en una dictadura temible)  y les faltaban aún datos y tiempo para analizar la situación reciente de su país. Es decir, que los únicos que de verdad sabían por propia experiencia algo del tema del que se hablaba, estuvieron callados.

En vísperas de elecciones, muchas voces cacofónicas luchan por ocupar el espacio mediático y como no espabilemos, confundiremos  la realidad contada con la realidad misma y la voz de quienes de verdad tienen algo que decir,  no llegará hasta nosotros. Necesitamos vacunarnos “contra las tentaciones del esencialismo, del tremendismo, del fatalismo, del cinismo político”, decía hace poco Muñoz Molina en su artículo de El País “En la vida real”, y se asombraba de que “los figurones de la política rodeados de micrófonos, hablando tanto, nunca tengan nada que decir sobre las cosas fundamentales de esa vida pública a la que al parecer se dedican, y de la cual viven”.

Con cuánta urgencia necesitamos conectar con otras “frecuencias” en las que podamos oír tantas voces enmudecidas.

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