Comprender lo incomprensible

A quien vive un intenso apasionamiento se le desdibuja lo demás.

Leo Lucas 6 tratando de actualizarlo pero,  por más que me esfuerzo – frio, frío…-   no consigo imaginarme a nadie  ofreciendo la mejilla para que le den otro bofetón, corriendo detrás del ladrón que le ha robado el ordenador para darle también la cartera,  ni prorrogando el contrato de alquiler al inquilino que le ha destrozado el piso.  Me estaba preguntaba donde tendría Jesús la cabeza el día que se le ocurrió proponer semejantes desvaríos, cuando por fortuna y probablemente por intercesión de san Lucas, me imaginé esta escena que me ha puesto en camino de entender algo:  estamos en casa de una chica que va a casarse esa mañana y un par de amigas le ayudan a vestirse;  hay un ambiente festivo y  la novia está feliz, emocionada y enamoradísima. Suena el timbre y abre ella:   es la vecina de abajo,  furibunda, porque le ha caído agua al mantel que había tendido. La reacción de la novia es inmediata: “¡Tranquila, Puri, no te preocupes! ¿No sabías que hoy es mi boda?  ¡No es día para pequeñeces, te regalo encantada un mantel nuevo! Pasa a brindar con nosotros, que vamos a abrir una botella de cava…!”

Ahora sí, - caliente, caliente- se entiende que alguien reaccione de una manera que parece desmesurada e incomprensible: a quien está  bajo el impacto de un intenso apasionamiento, le traen sin cuidado los pequeños fastidios. A  quien vive “en ascuas”, las minucias  inoportunas se le derriten como cera. A quien  quien ha probado el vino de Caná, que no le molesten con quejas sobre el agua de las tinajas.

A todos en algún momento de nuestra vida,  nos ha pasado algo así – a ver por qué si no  la locura de “meternos en un convento”...  El asunto está en cómo re-conectar con ese impacto, cómo devolverle su poder de “incautarse” de nuestra vida, invadirla, desbordarla y volverla del revés.  

Jeremías hace su propuesta poniéndola en boca de Dios: De ti recuerdo tu amor de juventud, tu cariño de novia, cuando me seguías por el desierto, por una tierra baldía…”(Jr 2,2). Y por si lo preferimos  con banda sonora, ahí está la canción de Ixcis: “Vengo a orar, Señor, a la fuente del primer amor…”

(Vida Religiosa, Octubre 2025)

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