CONTRA LA OBLIGACION DE SER FELIZ

Ser feliz está fuera del alcance de nuestra búsqueda

Debajo del título hay una declaración de hostildad hacia ese imperativo categórico que nos rodea por todas partes  machacándonos con el eslogan: “Sé feliz” y su complementario “Cuídate” que  arrasa en nuestras fórmulas de despedida. Se formulan en segunda persona del singular, faltaría más,  porque de lo que se trata es de que cada cual se ocupe solo de sí mismo y procure  “no perderse ninguna sensación positiva que le prometa un incremento de bienestar y de rendimiento”. Vivimos inmersos en una cultura que califica el esfuerzo como fastidioso, lo cotidiano como aburrido y la fidelidad como obsoleta, y nos empuja  hacia espacios más seductores y permisivos, aunque eso suponga renunciar y dejar atrás mucho de lo que hace la vida digna de ser vivida. Así que, o espabilamos, o nos disolveremos en ese magma viscoso que solo admite el bienestar, la positividad y el optimismo. Y llegaremos a pensar que Francisco de Asís, en vez de desposarse con la Dama Pobreza, hubiera acertado más  cortejando a Miss Happyness, o que el mayor deseo de la Madre Teresa era que  le recomendaran: “¡Cuídese!”

Por eso nos resulta tan inoportuna la inminencia de la cuaresma, con su manía de situarnos, año tras año a contracorriente, y de rociarnos con una ceniza  polvorienta que vete a saber si no estará contaminada de gérmenes omicron. Qué empeño el de la liturgia en urgirnos apasionadamente a zambullirnos en el Evangelio y mirar al Crucificado,  en vez de vaporizarnos con algún perfume relajante y susurrarnos con suavidad: “Relájate, sonríe, aleja de ti todo lo  negativo…”

La parábola del tesoro es un magnífico test de antígenos para detectar si damos positivo en el virus felicititis, esa preocupación obsesiva por ser-felices como supremo horizonte vital: nos pone en contacto con un personaje que no perseguía la felicidaddirectamente, sino que se la encontró de manera gratuita y el tesoro que le llenó de alegría  no había sido objeto de búsqueda sino que lo halló por sorpresa. Por eso le asombraría nuestra torpeza y nos avisaría: “Nunca la vais a conseguir buscándola directamente: solo se deja encontrar por los  des-centrados  y  des-procupados de ella”.

Un texto de Isaac de Nínive, un Padre del s.VII,  reorienta nuestra mirada:    

“Como los ojos de un marinero miran las estrellas, así la mirada interior del discípulo está fija en el fin que ocupa su pensamiento desde el día en que se decidió a emprender su viaje para encontrar la perla, lanzándose al abismo inexplorado del mar. Su mirada expectante convierte en ligero el fardo de las dificultades que encuentra a lo largo de su camino”.

 Y, si también habláramos con él, posiblemente nos diría: -“Pregúntate si hay expectación en tus ojos y en tu corazón, o si te estás quedando bizco/a de tanto mirar con el rabillo del ojo si eres feliz o no…”

(Vida  Religiosa, Enero 2022)

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