PRESENTANDO “MURMULLOS DESDE UNA SILLITA BAJA”

Una cosa es escribir un libro y  otroa venderlo

Hay que reconocer que resulta un poco raro este formato de comunicación “por persona interpuesta” como se dice en castellano clásico, pero es consecuencia de algo que vamos a llamar “exigencias del guion”. O dicho de manera llana y simple, se debe a que tengo la voz fatal y, aunque me apaño suficientemente  en la vida cotidiana, se resiste al zoom, al meet o a cualquier otro espécimen de comunicación informática. 

En realidad  el asunto de la voz es algo secundario porque de lo que se trata, como decía Umbral, es de  “hablar de mi libro”,  porque todo el mundo sabe que una cosa es escribirlo y otra venderlo.   Y hay que intentarlo, después de tanto esfuerzo por parte de la editorial KHAF y  de tantas horas como le he dedicado yo.

Quiero contar que en un primer momento rechacé la propuesta que me hizo Silvia Martínez Cano de  participar en el proyecto MEMORIA VIVA:  suponía contestar preguntas en una entrevista, y eso es algo que he aborrecido toda la vida.  Así que dije que no, pero después, de manera imprevista,  se me ocurrió un título:   MURMULLOS DESDE UNA SILLITA BAJA  y siempre digo,  aunque nadie me cree, que  si tengo un buen título, tengo un  libro y me parece  que este es bastante bueno.

Creo que se lo debo a la sillita baja que tengo de siempre en mi cuarto,  la típica de  convento de toda la vida, de madera y  asiento de enea. He cargado con ella en varias mudanzas y pienso  que el título es una gentileza por su parte a mi fidelidad de llevarla conmigo de acá para allá.

Después de tener el título, propuse a los editores que me dejaran escribir a mi aire de forma narrativa,  sin entrevista y lo aceptaron, cosa que agradecí mucho. Y también que no les pareciera una tontería  lo de ir salpicando algunas páginas con el dibujo de la sillita.

 Todo coincidió con el comienzo de la pandemia y del confinamiento, así que me encontré con  tiempo de sobra para empezar a escuchar los murmullos que se iban asomando a mi memoria.

Lo terminé, lo envié, negociamos la portada - que me encanta-  y lo editaron.  Cuando llegó el  paquete con los primeros ejemplares y lo abrí, mi primera impresión fue de algo muy canijo, muy poquita cosa, muy conforme a los diez  modestos  euros que cuesta. Eso me tranquilizó  y no solo a mí, sino  también a gente amiga que me decía  con preocupación: “¿Te pasa algo? ¡Dicen que has escrito tus memorias!”. Supongo que al oírlo imaginaban un volumen de tapa dura y 500 páginas y no les cuadraba  con lo que sabían de mí pero, una vez visto, ya les ha encajado mejor.

Resumiendo: son unas páginas de memoria viva en las que  he contado cosas, me he callado otras y he guardado para las dos últimas líneas de la última página lo que es más verdadero en mí. Pero si quieren saberlo, no van a tener más remedio que comprarse el libro.

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