Vida eterna

Cuenta el Evangelio que en dos ocasiones un maestro de la ley y un joven rico, preguntaron a Jesús cómo “heredar vida eterna”: al primero lo remitió a las cunetas de los caminos haciéndose cargo de la gente herida; al otro le propuso algo aún más difícil: “suelta, deja, hazte libre, vente conmigo”.

– “Qué fuerte, tú” piensan algunos, y se ponen a buscar posibilidades de última generación: este verano se ha celebrado en San Diego, California, un Congreso para la vida eterna con asistencia de 2.000 personas.

No piensen que lo han organizado los mormones o los adventistas del Séptimo día, sino el Millennium Project liderado por un tal Sr. Cordeiro: en su ponencia ha confirmado la existencia de experimentos con ratones en los que se consigue triplicar su esperanza de vida.

Su conclusión es que está próximo el momento en que la ciencia le ganará la batalla a la muerte y podremos elegir entre morir o vivir eternamente: quien quiera morir, morirá, y quien desee seguir viviendo, será inmortal y encima tendrá un aspecto juvenil, sin apariencia de anciano ni nada por el estilo.

De momento, una señora en EEUU se está pagando ya con su dinero y riesgo para su vida, un tratamiento que consiste en inyectarse telomerasa, una enzima que vuelve a hacer que los telómeros crezcan. Siento no poder ofrecerles, por falta de espacio, más información sobre los telómeros pero les remito al Sr. Cordeiro que seguramente lo hará con gusto, y aún más si se deciden a participar en el experimento.

Me parece más provechoso dejar sitio a estas palabras de ese creyente sabio que fue Jose María Cabodevilla: “En este largo proceso de ruina, mientras van desplomándose las casas, los imperios, los alfabetos, he aquí que persiste, obstinada, terca, conmovedora en su fragilidad, una voz que es casi un susurro, una voz que es casi un secreto de familia, esa certeza que van transmitiéndose las generaciones: Creo en la resurrección de los muertos”.

Dolores Aleixandre. Vida Nueva, Noviembre 2017
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