Cuando no basta estar informados

A veces la información solo satisface nuestra curiosidad

Hace bastantes años hice un tiempo largo de retiro en una comunidad monástica de reciente fundación. Era un grupo pequeño de monjes, muy acogedores y hospitalarios, en una casa rural/monasterio; estaba en lo alto de un monte, el paisaje era precioso y si no doy más datos es porque aquello acabó como el rosario de la aurora unos años después. Había silencio entre semana pero los sábados los huéspedes comíamos con los monjes y hablábamos. Yo estaba informada por la radio de que la víspera se había  incendiado el tanque de combustible de un camión cisterna,  provocando la muerte de muchas personas alojadas en un camping. Al comentarlo en la mesa,  me di cuenta de que los monjes no sabían nada y como me pareció tan extraño,  le comenté al día siguiente al Prior que no entendía que vivieran tan desinteresados  y al margen de lo que pasaba en el mundo. Me escuchó sin defenderse y unos días después me llamó para decirme: “Hemos comentado en la comunidad lo que me dijiste y nos hemos dado un tiempo para preguntarnos si deberíamos estar  más informados a diario de las noticias y no una vez a la semana como hasta ahora. Después de orar y pensar sobre ello, nos parece que  la información, con frecuencia, solo satisface la curiosidad  y no siempre desemboca en una oración conmovida y solidaria. Pero cuando nos enteramos de la noticia, ninguno de nosotros se acostó esa noche sin haber orado intensamente por las víctimas de esa tragedia. Aquí no nos llegan las noticias de manera inmediata, pero tratamos de acoger con corazón orante el dolor del mundo”.   

La respuesta me hizo pensar mucho y la he recordado en este tiempo en el que nos llueven imágenes, escenas y  comentarios de todo tipo sobre la guerra en Ucrania. Y he vuelto a preguntarme cuánto de todo eso “nutre” y conmueve nuestra oración y cuánto se nos queda solo en el nivel de información y en una cierta autocomplacencia por  “estar a la última”. Porque si todo eso no nos toca en lo más en lo más hondo y llena de nombres nuestro corazón,  si no nos saca de cierta tibieza orante, si no nos hace más hospitalarios con los de cerca y  no cambia nuestros hábitos de consumo energético,  más nos valdría cortar el cable de la TV y tirar  la radio y el teléfono en un punto limpio. 

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