La mascarilla de Job

Lo mismo que Job, nos hemos tapado la boca

“Me taparé la boca con la mano. Me siento pequeño ¿qué replicaré?…” Son palabras de Job que, después de pasarse 37 capítulos de su libro haciéndole preguntas  a Dios, se encuentra con que en el capítulo 38, es Dios quien se las hace a él. Job se quedó descolocado porque no tenía respuestas a aquel aluvión de preguntas para las que no estaba preparado ni venían “en su libro”. Que si  dónde estabas tú cuando Yo ponía los cimientos de la tierra y puertas al mar. Que si sabes cuándo paren las gamuzas o si has asistido alguna vez al parto de las ciervas. Que si conoces por dónde se va a la casa de la luz y dónde viven las tinieblas. Que si has enseñado a volar al halcón o estás encargado de sacar las constelaciones a su hora. Que si eres tú quien  señala su puesto a la aurora o si eres capaz de pescar con anzuelo a un cocodrilo. Pues no, ni idea, Job no podía contestar a nada de aquello, así que se quedó callado y se echó polvo por encima, inaugurando de paso el Miércoles de Ceniza.

Lo mismo que a Job, también a nosotros nos fastidia enormemente toparnos con nuestra ignorancia y con nuestros límites. Vivíamos alardeando de las conquistas de la ciencia: ya está descifrado el genoma, colonizaremos Marte, el 5G nos permite una velocidad de conexión inaudita, los robots lo harán todo,  pararemos el envejecimiento con una sola inyección, seremos inmortales.

Pero, de pronto llega el coronavirus propagándose, él sí, a la velocidad  de 5G, y derribando violentamente nuestras suficiencias. Acudimos a los gurús del conocimiento pidiendo ansiosamente información: “Hay que lavarse las manos”- nos contestan. “-Ya, pero queremos saber dónde se ha originado y por qué, cómo se transmite, cuál es el tiempo de incubación… ”. “Ni idea. No sabemos. No hay vacuna. No hay tratamiento”. “-Entonces ¿qué podemos hacer?”,  preguntamos despavoridos. “-Lávense mucho las manos y, si tosen o estornudan, se tapan la boca con un pañuelo de papel o con la manga. Y si pillan una mascarilla, se la ponen”.

O sea, lo mismo que hizo Job. A lo mejor, también como él, aprendemos a reconocer lo pequeños que somos.

21RS, Marzo 2020

Volver arriba