Cuando se aproxima éste tiempo litúrgico siempre lo asociamos con la esperanza, con la espera. Sin embargo, en el momento actual en el que nos encontramos, ¡qué difícil es mantener esa esperanza, y qué difícil es mantener esa ilusión renacida!...

Pero a pesar de todo, pienso que es importante seguir manteniendo esa luz encendida, seguir fiándonos, seguir teniendo un motivo de esperanza, porque en algún momento de nuestra vida, llegará esa luz que disipará todas las sombras.

Soy consciente de que necesitamos un buen motivo que nos haga no caer en la decepción y recuperar lo que hemos perdido, algo que nos ilusione, saber pararnos y pensar: ¿en este momento de mi vida en el que me encuentro, ¿Qué es lo que anhelo, qué es lo que deseo, qué me falta? Pero para contestar esta pregunta, es necesario que nos preparemos, que nos pongamos en camino, que nos fiemos como hizo María, busquemos y sigamos esa estrella e intentemos reconocer la presencia del Señor. A pesar de la oscuridad, de las sombras que podamos sentir, sigue saliendo a nuestro encuentro y sigue iluminando nuestro caminar.

La vida nos pide, necesita de nuestra confianza, de una disposición, de un encuentro con un Dios Padre-Madre, que quiso abajarse, y que nadie le obligó. Qué mejor motivo para aprender a ser humildes, a sentirnos vivos y queridos.

Que todo lo que rodea este tiempo que pronto dará comienzo, no nos impida ver la verdadera Luz, sabiendo encontrarnos con Aquel que quiso hacerse hombre con todo lo que ello conlleva…