Celebramos los 30 años del asesinato de Mons. Romero.

A pesar del tiempo transcurrido, sigue estando presente y no solo en Latinoamérica, sino en el resto del mundo.
La Iglesia se equivocó. Monseñor Oscar Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador entre 1977-1980 por su fama de conservador y así es como se definió gran parte de su vida. Pero al final de ella, se dejó interpelar por lo que vivía y sentía cada día junto a su pueblo empezando a asumir una nueva teología y espiritualidad liberadora.
No podía seguir consintiendo tanta desigualdad social, tanta muerte no reclamada, persecuciones continuas, allanamientos, etc…y quedarse de brazos cruzados.
Es verdad que él no podía detener todo eso, pero tampoco se quedaría impasible ante tanto sufrimiento y clamor del pueblo. Supo escuchar la voz de Dios que le invitaba a trabajar por una sociedad más justa, defendiendo los derechos de quienes no tenían quien se los defendiese, asumiendo que ir contra corriente le podría llevar a la muerte, pero aún así, no le importó porque sabía de QUIEN se fiaba y actuó en consecuencia.
Él era la voz y supo aprovecharlo a través de sus homilías desde la Catedral y transmitidas por radio a nivel nacional.
Un 23 de marzo hizo una súplica al ejército y fuerzas policiales desde la firmeza y autoridad para que respetaran la vida, invitando al cese de la sangrienta represión que se estaba viviendo en esos momentos.
Al día siguiente 24 de marzo de 1980 mientras estaba celebrando la Eucaristía, en el momento de la consagración lo asesinaron. Eran las 18.15h de la tarde.
Ojala también nosotros seamos capaces de ser esa voz de lo que no la tienen y no desde la barrera, sino en el ruedo.
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